
Durante los primeros años sesenta, la mayoría de los estudios de animación de Hollywood se vieron arrastrados por los planteamientos conceptuales que había desarrollado, durante toda la década anterior, la United Productions of America, caldo de cultivo de la mejor animación mundial y conocida universalmente como UPA. Genios como Robert Cannon, Stephen Bosustow o Abe Levitow sentaron cátedra en la historia del dibujo animado, creando una corriente artística similar a los movimientos vanguardistas de la pintura del siglo XX de la que se nutrieron algunos de los más afamados
cartoonists posteriores. La estilización de las figuras, la descomposición de la forma en planos geométricos en la tradición de cubistas como Picasso o Gris, el uso atrevido del color en sugerentes gamas cromáticas que parecían surgidas de las teorías del mismo Kandinsky y el desprecio por la perspectiva tradicional se adueñaron de las producciones UPA, sentando las bases que definirían el aspecto del
cartoon durante, por lo menos, los siguientes veinte años. En este sentido, los cortos producidos por la división de animación de los estudios Warner Bros. no iban a ser menos, teniendo el trabajo del gran Chuck Jones como el más claro exponente de tal tendencia.

En 1962, Jones dirigió, junto al antiguo miembro de la UPA Abe Levitow, "Martian Through Georgia", una fábula amable -aunque con final inquietante- sobre el amor y la desesperanza que mostraba, en sus planos iniciales, la idílica y despreocupada vida de los habitantes de Marte, de entre los cuales el protagonista de esta historia comienza a sentirse aburrido, triste y desencantado. Ya ni siquiera la pasión y la entrega de su atractiva prometida consiguen remover sus apáticos instintos y, siguiendo los consejos de su psicoanalista, viaja hasta la Tierra -aterrizando en el estado de Georgia, de ahí su título- convencido de que su vida se convertirá en un remolino de sensaciones. Pronto se dará cuenta de su error, al verse despreciado por los terrícolas que le consideran una suerte de aterrador monstruo verde y del que huyen despavoridos. La cruel realidad se le antoja un negro futuro imposible de cambiar y le vemos, así, marcharse en su nave espacial... ¿de regreso a su planeta, o a un destino más oscuro e irremediable?

En plena época del
revival televisivo, algunos de los canales de animación más populares de los Estados Unidos (Nickelodeon, WB, Cartoon Network o, incluso, la ABC) tomaron la decisión de no emitir íntegro este
cartoon de culto dada su alusión final al posible suicidio del protagonista, sugerida por la voz en
off del narrador que cierra el corto con la frase "¿Cometerá suicidio? ¿Porqué no?". Se cortó el final aplicando la recurrente solución de un fundido en negro que impedía escuchar la voz del narrador y ver al desgraciado marciano apuntando a su cabeza con su pistola espacial, una muestra más de la cortedad de miras de los directivos televisivos que temieron perder buena parte de sus ingresos en publicidad si permitían tal alusión al suicidio ante una audiencia eminentemente infantil.

Por suerte, esta pequeña obra maestra que va -como todas las obras maestras de la historia del Arte- más allá de los parámetros de la época en la que fue concebida se encuentra editada íntegramente en DVD en la magnífica recopilación
Looney Tunes Golden Collection: Volume 6, lo que nos permite admirarla en todo su remasterizado esplendor y descubrir la fuerza de los impresionantes
backgrounds diseñados por el siempre genial Maurice Noble con una impactante utilización del color en un espacio saturado de abarrocados elementos sobre el que los personajes -que se mueven siguiendo la escuela de la animación reducida que ya experimentaron los estudios Disney en los años 40- interpretan este cuento sobre la futilidad de la existencia y la absoluta inmovilidad del destino.