jueves, 3 de julio de 2008

Vampira, anfitriona del horror

Los Estados Unidos de la década de los cincuenta fueron muy dados al coqueteo con monstruos, brujas, fantasmas y elementos similares, todos ellos pertenecientes a la tradición de la noche de Halloween y promocionados con ahínco por la producción cinematográfica de la Universal Pictures en los anteriores años treinta y cuarenta y por las películas de ciencia ficción que, en aquellos años cincuenta, arrasaban en las taquillas. Si las películas de la Universal fueron el fruto de adaptar al medio cinematográfico leyendas europeas de la tradición popular (como el Hombre Lobo), olvidadas historias de saqueadores de tumbas del antiguo Egipto (el mito de la Momia), o revisiones de clásicos de la literatura romántica (como Frankenstein o Drácula) y, por otro lado, las películas de ciencia ficción -casi siempre de bajo presupuesto- plagadas de espeluznantes criaturas surgidas de las profundidades de la tierra o llegadas del espacio exterior eran toques de alerta hacia las prácticas temerarias e insensatas de los científicos modernos, apareció en la pequeña pantalla un inclasificable género de personajes a medio camino entre lo uno y lo otro, una pléyade de trasgos de repelente apariencia que pulularon por la pequeña pantalla desde las emisoras de televisión de costa a costa del país. Fueron los llamados Horror Hosts, o anfitriones de programas dedicados al pase de viejas películas de terror o sci-fi y que, por lo general, incluían concursos, teatralizaciones con gags humorísticos de dudoso gusto e, incluso, la aparición de viejas glorias del género recién desenterradas de sus soleados nichos californianos. Muchos de estos programas tenían su target en el público infantil y, sobre todo, juvenil, una vez superado el sabor del almíbar impuesto por las producciones Disney y deseosos de adentrarse en un terreno oscuro que les prometía nuevas sensaciones. La lista de estos Horror Hosts sería interminable de detallar por lo extensa, aunque podríamos acotar el terreno citando a los dos que resultaron más populares y quienes, más tarde, se convirtieron en iconos de la televisión de serie B, cuando no en patéticas estampas vintage de una época irremisiblemente perdida para siempre.
El primero de ellos fue el actor John Zacherle, contratado por la WCAU-TV de Filadelfia para efectuar las tareas de anfitrión en su nuevo show de horror, "Shock Theater", que se mantuvo en antena dos años (1957 y 1958) y del que se llegaron a emitir noventa y dos programas. El personaje, llamado Roland, introducía las películas a partir de una serie de gags macabros junto a su ayudante, Igor, y su esposa, a la que el público solamente conocía como my dear. A menudo, la película se cortaba para dar paso a un nuevo chiste visual, por ejemplo, con Roland e Igor cabalgando a lomos de una lápida mortuoria. El show llegó a ser tan popular que, cuando la emisora de Filadelfia fue absorbida por la poderosa CBS neoyorquina, se mantuvo el formato, aunque pasando a conocerse como "Zacherley at large" y cambiando también el apelativo del protagonista, siendo desde ese momento Zacherley (la CBS añadió esa "y" al apellido del intérprete, quien tuvo que tragar con las exigencias de sus nuevos patrones). La popularidad del personaje dio también lugar a la aparición de merchandising relativo al show, como el disco "Spook along with Zacherley", hoy en día una rarísima pieza de coleccionista. John Zacherle continuó como anfitrión de diferentes programas de televisión hasta principios de la década de los setenta, con shows que tuvieron una buena aceptación por parte de la audiencia como "Chiller Theatre in New York".
Vampira, si se me permite decirlo así, es punto y aparte. Compendio de tópicos del cine de horror a los que se sumaría una considerable dosis de erotismo, la actriz Maila Nurmi creó un personaje-pastiche entre la Morticia de Charles Addams y la Carol Borland de "Mark of the Vampire", entre una prostituta cara del uptown de Manhattan y una drag-queen del Village. La suma de todos estos factores resulta, sin embargo, sublime. Por otro lado, ni siquiera en las más lúbricas pesadillas de Bela Lugosi aparecía una "hija de la noche" con una hemoglobina más sensual, dotada de una generosa poitrine que exhibía sin pudor alguno, constreñida en un ajustado vestido de harapos negros. Su maquillaje, cuidadosamente estudiado, dejaba entrever la belleza vikinga que se ocultaba tras el rostro vampirelikeness y la peluca oscura que cubría sus rubios y nórdicos cabellos. Fue la primera y más famosa Horror Host de la pequeña pantalla, quedando en las crónicas como el arquetipo de esta vertiente macabra de la comunicación televisiva. Su mitología particular se ha visto incrementada gracias a la versión cinematográfica del realizador Tim Burton acerca de la vida y obra de Edward D. Wood Jr., en la que el personaje creado por Maila Nurmi adquiere una especial relevancia.
Maila Nurmi nació en Finlandia en 1921, aunque su familia se trasladó a vivir a los Estados Unidos cuando ella contaba dos años de edad. Hasta los diecisiete años vivió en Ashtabula (Ohio), donde se encuentra la mayor comunidad finesa de los EUA, y es en ese momento cuando se traslada a California para probar fortuna en la industria del cine. Las cosas no son fáciles en Los Angeles, incluso para una chica guapa y resuelta como Nurmi, quien tiene que trabajar como modelo del dibujante Varga y del fotógrafo Man Ray antes de poder acceder a pequeños papeles sin acreditar en algunas películas, mientras se deja fotografiar sin descanso para revistas para hombres como Famous Models o Gala.
En 1953, Maila Nurmi asiste a un baile de disfraces ataviada como Morticia Addams, entonces nada más que un personaje recurrente en las tiras cómicas de The New Yorker. Su imagen llamó poderosamente la atención del productor de televisión Hunt Stromberg Jr., quien le propuso ser la presentadora de un show de horror en su cadena KABC-TV. Así nació Vampira, nombre, por cierto, sugerido por el marido de la propia actriz, Dean Riesner, un conocido guionista de cine y televisión.
El programa piloto, "Dig me later, Vampira", se estrenó el 30 de abril de 1954, mostrando a la actriz en un oscuro plató atestado de candelabros y telarañas en el que introducía a los espectadores en la película que se iba a proyectar después de su intervención. El show resultó un éxito, aunque la KABC-TV lo mantuvo en antena, sorprendentemente, tan solo durante un año. Cuando el programa se canceló, Nurmi, propietaria de los derechos del personaje, lo exportó a la cadena rival KHJ-TV.
Nominada a un premio Emmy en 1954 a la más popular personalidad femenina, regresó al cine en pequeños papeles en producciones intrascendentes. Fue entonces cuando participó en la joya kistch de Ed Wood "Plan 9 from Outer Space", una alucinante fantasía producto de los delirios del insólito realizador y en la que Maila Nurmi ofrecía una versión zombie del personaje de Vampira junto al luchador sueco Tor Johnson y a un casi irreconocible Bela Lugosi, minado por el consumo de morfina y que no llegó a completar el film, falleciendo antes de terminar el rodaje.
Actualmente, la película está considerada como "la peor jamás filmada", y es el más directo referente del significado de serie Z. Pese a ello (o, tal vez, precisamente por ello) legiones de fans en todo el mundo siguen reivindicando la obra de Wood en sus aspectos más freakies y de iconografía camp.
Maila Nurmi envejeció retirada del espectáculo, convirtiéndose en propietaria de una tienda de antigüedades en Melrose Avenue, en Hollywood, y confeccionando ropa y bisutería hecha a mano. Todavía tuvo que salir a la palestra llevando a juicio a la actriz Cassandra Peterson ("Elvira, Mistress of the Dark"), acusándola de haberle robado su personaje, litigio que acabó perdiendo.
Nurmi se apartó lo suficiente del mundo después de este asunto como para preferir la única compañía de un gato y dos pájaros, mientras vendía a través de Ebay artículos autografiados de memorabilia de Vampira. El telón cayó el pasado 10 de enero, contando ochenta y cinco años, cuando murió en su apartamento de North Hollywood.

Weird Toons # 6: "The Leprechauns"

En 1951, unos pequeños personajillos extraídos de la mitología celta compartieron cartel con una de las más populares estrellas animadas de la Warner, Porky Pig, en el corto dirigido por Chuck Jones "The Wearing of the Grin" (A Warner Bros. Merrie Melodies), cuyo curioso título hace referencia a una antigua balada irlandesa de 1798 en la que se glosaba la revolución de la Society of United Irishmen, una organización republicana cuyos miembros se distinguían por vestir de verde y llevar un trébol prendido en el sombrero. Durante ese violento período de la historia irlandesa, exponer esos símbolos públicamente estuvo penado con la horca. El guión escrito por Michael Maltese mezclaba los mencionados elementos históricos con otros procedentes de la cultura popular. Así pues, Porky Pig, en viaje de negocios -a juzgar por su aspecto de viajante de comercio- por la Irlanda rural se ve atrapado en una terrible tormenta nocturna. Buscará refugio en un castillo cercano, y allí es donde sufrirá las consecuencias de haberse topado con sus habitantes, una pareja de Leprechauns que conseguirán que el desventurado cerdillo casi pierda la razón. Las leyendas celtas cuentan que los Leprechauns son duendes que habitan las tierras irlandesas desde el albor de los tiempos y, como casi todas las criaturas de la tradición irlandesa, tienen una existencia dual, medio espiritual y medio terrenal. Estos duendes pasan el tiempo fabricando zapatos, mientras protegen obsesivamente sus incalculables tesoros y riquezas. En realidad, los Leprechauns son capaces de fabricar un solo zapato, nunca el par completo, y la maledicencia popular achaca esta circunstancia al abuso que estos duendecillos hacen de la cerveza. De hecho, el nombre Leprechaun procede del vocablo irlandés Luprachán, que significa "el que hace un zapato".
Extremadamente inteligentes, los Leprechauns siempre consiguen desbaratar los planes de aquellos que pretenden apoderarse de su oro. Los Leprechauns de este cartoon, O' Pat y O'Mike, no desmentirán la casta y, desde el primer momento, suponen que Porky ha llegado al castillo para robar su más preciada posesión: una olla llena de monedas de oro. Para desembarazarse de él, le someten a un absurdo juicio en el que le condenarán a llevar los "Zapatos Verdes", un calzado -esta vez, el par- dotado de vida propia que corre, salta y baila sin que el infortunado que lo lleva puesto pueda hacer nada para evitarlo. Finalmente, Porky consigue -por supuesto- escapar de allí como alma que lleva el Diablo, mientras los duendecillos vestidos de verde se felicitan mutuamente por haber conseguido, una vez más, proteger su patrimonio de la codicia de los humanos.