sábado, 14 de junio de 2008

J. Evil y familia: los personajes más oscuros de Hanna-Barbera

Muchos años antes de que la televisión de los EUA comenzase una guerra abierta entre dos series que llegaron a hacerse muy populares, "The Munsters" y "The Addams Family", Hanna-Barbera creó unos personajes de dibujos animados cortados por el mismo patrón. Aparecieron por primera vez en un corto de Snooper and Blabber ("Big diaper caper", 1959), serie que se ofrecía como parte del "Quick Draw McGraw Show". Se limitaban a servir de marco para el típico vodevil de puertas que se abren y se cierran en una casa encantada, y la única referencia a su nombre se podía leer en su buzón de correos. Los protagonistas de la serie eran encargados de cuidar de un bebé monstruoso mientras sus padres (que no le andaban a la zaga en aspecto) iban al cine.
Estos personajes volvieron a aparecer en otro episodio de la misma serie durante la siguiente temporada ("Surprised party", 1961) con un argumento prácticamente calcado del anterior. En ese mismo año aparecerían en un corto de Snagglepuss ("Fraidy cat lion") dentro del mismo show televisivo. Su última aparición fue otra vez con el gato y el ratón detectives en su última temporada, otra vez -increíble reiteración- contratando a éstos como baby-sitters del pequeño monstruo verdoso ("Chilly chiller", 1962).
Pese a que William Hanna y Joe Barbera eran conscientes del potencial de los personajes que componían la extraña familia y de las posibilidades argumentales que tenían (pese a haberse repetido hasta la saciedad en sus contadas apariciones en televisión), el estudio de animación nunca llegó a atreverse a poner en marcha su propio show. Más tarde, ocurriría lo mismo con su remedo prehistórico, "The Gruesomes", que aparecerían en dos episodios de la serie "The Flintstones" ("The Gruesomes", 1964, y "The Hatrocks and the Gruesomes", 1965).
Su salvación del olvido llegó en formato comic, cuando la editorial Gold Key los recuperó -por fin- como protagonistas absolutos en una serie de publicaciones que se lanzaban, generalmente, como especiales de Halloween, bautizados como "The Weird World of Mr. and Mrs. J. Evil Scientist". Estas tiras cómicas se tradujeron a múltiples idiomas. En España, aparecieron en la colección "Tele-Historieta" como "Los Señores de Malvado", siendo muy popular también su versión mejicana ("El Señor y la Señora Malo") editada por la mítica Novaro.
El interés que suscitan últimamente los personajes clásicos de Hanna-Barbera (sustentado en parte por las ediciones en DVD de sus series completas) ha hecho aparecer líneas de merchandising que se nos antojaban imposibles hace pocos años. Funko LLC encabeza la carrera por este sector del mercado, y ya ha comercializado las figuras de "The Gruesomes". Tal vez se animen y recuperen también del ostracismo a "Mr. and Mrs. J. Evil Scientist", dignificando a estos personajes que se vieron relegados al más injusto de los cameos.

Ava Gardner no tiene una calle en Madrid

Hace pocos días leí un interesante comentario acerca de los políticos (nacionales e internacionales) que tienen adscrita a su nombre una vía pública. En concreto, se hacía hincapié en la avenida del General Perón, en Madrid, cerca del paseo de la Castellana. Casualmente, en un exclusivo bloque de apartamentos cerca de la plaza de la República Argentina (avenida del Doctor Arce, 11) coincidieron como vecinos durante algún tiempo el propio Perón -afincado en España y gozando de la protección de Franco- y la actriz Ava Gardner, huída de Hollywood y residente en Madrid desde mediados los años cincuenta.
Sonadas fueron las broncas habidas entre tan inusuales vecinos. Miss Gardner -a menudo, ayudada por el valor que dan unos cuantos cócteles- se asomaba a su balcón gritando improperios de generoso calado al argentino que habitaba en el piso de abajo, el cual, usando su línea directa con El Pardo, enviaba a casa de la norteamericana a la Guardia Civil para impedir que esta siguiera con su retahíla de exclamaciones.

Esta anécdota me sirve para situar a estos dos personajes exactamente donde quiero tenerlos. Por un lado, un ex-mandatario sudamericano repleto de luces y sombras viudo de una señora que vestía abrigos de visón en pleno mes de agosto (¡en España!) y, por el otro, una actriz de la industria cinematográfica estadounidense con tendencia a ingerir demasiado alcohol y con poco interés por su carrera profesional. A primera vista, ni el uno ni la otra merecerían que el municipio de Madrid les honrara con una vía pública que les mantuviera perennemente en la memoria colectiva. ¿Qué puede, entonces, inclinar la balanza a favor de la más famosa nativa de Carolina del Norte?
Cuando Ava Gardner llegó a España, se encontró con un país de pandereta cuyos habitantes intentaban calentar los duros inviernos con copazos de Anís del Mono, que se alimentaban de tortilla de patata y que se encontraban sufriendo una cruel dictadura caracterizada por la represión más absoluta en todo lo tocante al sexo y al erotismo. De repente, la aparición de esta mujer cambió las normas establecidas. Una divorciada no católica que vivía sola, salía de noche, bebía, fumaba y "hablaba a los hombres de tú" levantó ampollas entre la mojigata y reaccionaria sociedad madrileña que servía de colchón para la corte de Franco y su esposa, Carmen Polo. Sin embargo, el españolito de a pie convirtió en motivo de morboso comentario en los mentideros de la Villa y Corte todo lo que la actriz hacía o decía. Sus juergas nocturnas, sus tientas toreras, sus constantes descaros con el Régimen, y su -generalmente, exagerada por la prensa- afición al tabaco, al alcohol y a los hombres, dejaban boquiabierta a la España cañí de la época. Incluso el NODO, órgano oficial de propaganda gubernamental, recogía asiduamente las idas y venidas diurnas y nocturnas de tan singular personaje.
El Madrid de hoy no sería el mismo sin Ava Gardner. En su anecdotario sentimental, aparecen constantemente referencias hacia esta mujer, e incluso podemos recorrer la ruta de sus locales y lugares favoritos, un peregrinaje no recogido en las guías turísticas de la ciudad pero pregonado por plumas literarias y periodísticas de la mayor brillantez. Una mujer cuyo mayor mérito (como apuntó certeramente Antonio Gasset con motivo de la muerte de la actriz) fue el de escoger libremente en la vida. Atreverse a vivir así, en una tierra sin libertades, tuvo, indiscutiblemente, mucho mérito.
Señor Gallardón, señores concejales: para el próximo pleno del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, incluyan una propuesta para honrar la memoria de esta madrileña de adopción con una calle, aunque sea pequeñita, una de esas callejas estrechas llenas de tascas a las que ella ayudó a promocionar universalmente. Ténganlo en cuenta, por favor.