viernes, 20 de marzo de 2009

La extravagante Phyllis Diller

Se abre el telón y aparece dando convulsivas zancadas un ama de casa con el cabello salvajemente crepado, maquillada como una drag-queen y vistiendo desconjuntadas piezas de ropa con todos los colores del espectro cromático (y puede que, incluso, alguno más). De repente, se saca de la manga una larga boquilla con un cigarrillo -que nunca llegará a encender- para después abrir una enorme bocaza pintarrajeada y comenzar a maldecir como una posesa mientras rebusca sabe-Dios-qué dentro de los armarios y cajones de una cocina que parece no haberse limpiado desde la guerra de Secesión... ¿quién es? no cabe duda: es Phyllis Diller, una de las más idolatradas comediennes de la televisión americana durante más de treinta años y maestra de generaciones de humoristas que han aprendido de su capacidad para meterse en el bolsillo a públicos de todas las edades con su hilarante personificación de la más absurda y surrealista de cuantas féminas personificaron el sueño americano.
Si bien su paso por la pantalla grande dejó una relativa impronta en las enciclopedias de cine, no puede decirse lo mismo de su carrera televisiva, uno de los más brillantes ejemplos de comunión absoluta con un público rendido a su histriónica vis cómica a pesar de las equívocas y explosivas situaciones que era capaz de provocar, como en la memorable ocasión en que le dijo a Dean Martin, en su propio show, que era "sucio como una película italiana". Este humor grueso no logró, sin embargo, amedrentar a la audiencia, que aplaudía rabiosamente las ocurrencias de una mujer que, a duras penas, conseguía ocultar un talento excepcional y una simpatía arrolladora bajo la máscara de clown absurdo y extralimitado que lucía en sus apariciones ante las cámaras. Amante de los abrigos de piel -que era capaz de lucir sobre cualquier cosa- y de las más estrambóticas gafas de sol, Phyllis Diller se avanzó en unos cuantos años a la estética sixties que impusieron Mary Quant, Twiggy y los Beatles, anticipando con su universo pop modas y tendencias que llegarían mucho después y a las que pareció mirar con cierto desprecio mientras seguía, incombustible, combinando chalecos de paillettes con faldas de tweed.
Phyllis Ada Driver nació en Lima, Ohio, en 1917, algo temprano para alguien que comenzaría su carrera en el show-businness en la década de los cincuenta. Fue una niña aplicada, con una especial predisposición para el piano, instrumento que estudió durante su adolescencia, aunque más tarde decidió aparcar la idea de iniciar una carrera profesional como concertista al darse cuenta de que nunca conseguiría tocar mejor que sus profesores. Con más de treinta años apareció en "The Jack Parr Show" y fue una de las concursantes del programa televisivo de Groucho Marx "You bet your life". Por entonces, estaba casada con su primer marido, Sherwood A. Diller, de quien tomaría su apellido. Divorciada de Diller en 1965, su carrera conocería el despegue hacia la fama al trabajar junto a Bob Hope en veintitrés episodios de su programa de televisión y en tres comedias para la gran pantalla: "Eight on the lam", "The private navy of Sgt. O'Farrell" y, especialmente, "Boy, did I get a wrong number!". Como muestra de esta creciente celebridad, Hope se la llevó a Vietnam para actuar ante los soldados estadounidenses destinados en el agotador conflicto bélico que se hallaba, en aquel año de 1966, en su momento álgido. En los sesenta, Phyllis Diller tomaría parte, además, en una docena de producciones de serie B después de su debut con un pequeño papel en la popular "Esplendor en la hierba" del realizador Elia Kazan.
Entre los años 1966-1968 protagonizó dos shows televisivos que llevarían su nombre: "The Phyllis Diller Show" (sitcom de media hora que se llamaría, inicialmente, "The Pruitts of Southampton") para la ABC y, más tarde, "The Beautiful Phyllis Diller Show" para la cadena rival NBC, programas con los que acabaría de cimentar su inclasificable imagen ante el público. Una de sus extravagancias en aquella época, por cierto, fue el posar semidesnuda para la revista Playboy, unas fotografías que jamás llegaron a publicarse. Por entonces, Diller se había casado y divorciado ya dos veces (su segundo marido resultó ser homosexual), había enterrado a uno de sus seis hijos (un bebé prematuro que vivió solamente dos semanas en la incubadora), y había comenzado una nueva relación con un hombre con el que jamás se casó y con el que se mantuvo unida hasta la muerte de éste en 1985. Un intenso currículum, en efecto, que Diller desvelaría al detalle en su aubiografía, publicada en 2005.
Phyllis Diller trabajaría con asiduidad prestando su voz a populares personajes de los dibujos animados a partir de los años setenta, coincidiendo con su decadencia como gran estrella de la televisión, actividad que seguirá realizando en los años noventa para los estudios Disney-Pixar, que la requerirán para dar voz a los personajes digitalizados de diferentes producciones. La última noticia que se conoció de Phyllis Diller fue en julio de 2007, cuando se fracturó la espalda poco antes de aparecer en "The Tonight Show" con motivo de su noventa cumpleaños, programa que tuvo que ser cancelado. A sus actuales noventa y dos primaveras, Phyllis Diller se encuentra ya retirada de toda actividad, aunque sigue apareciendo en algunos eventos y homenajes que se le tributan, especialmente por parte de la comunidad gay de los Estados Unidos, colectivo que la adora por la constante defensa de sus derechos civiles que ha ejercido la actriz, incluso en tiempos en que no era tan sencillo, en Hollywood, adoptar tal postura. Phyllis Diller, luchadora incansable en su vida privada, será también recordada por su particular enfoque de la existencia, con pensamientos como "mi receta para luchar contra la rabia y la frustración: poner el temporizador de la cocina durante veinte minutos, chillar, llorar y derrumbarse hasta lo más hondo y, cuando suene el timbre, seguir immediatamente con tus ocupaciones cotidianas".