viernes, 9 de enero de 2009

Gardner & Rooney: juegos de niños

Ava Gardner conoció a Mickey Rooney el mismo día de su llegada a la Metro-Goldwyn-Mayer, el 23 de Agosto de 1941, mientras Milton Weiss, empleado del departamento de publicidad de los estudios, les ofrecía a la joven aspirante a estrella y a su hermana mayor, Bappie -que la acompañó a Hollywood a requerimiento de su madre, dada la juventud de Ava- el habitual tour por los platós y las dependencias de la casa. Rooney se hallaba en pleno rodaje de "Babes on Broadway", y estaba interpretando un número cómico de la película en el que aparecía disfrazado de Carmen Miranda. En cuanto vio a la bellísima sureña agazapada en el fondo del set, se adelantó para saludarla, abriendo una enorme bocaza pintada de rojo carmín. Ava no pareció quedar muy impresionada por el bajito -apenas 1,60 de altura- Mickey Rooney, a la sazón una de las más importantes luminarias de Hollywood, cuyas películas musicales junto a Judy Garland venían siendo enormes triunfos en el box-office. Rooney, por su parte, quedó fascinado por la belleza y el encanto de la nueva starlette, y comenzó a asediarla en todo momento, mientras aseguraba a boca llena que conseguiría hacerla suya. El acoso era implacable: desde el comedor de los estudios hasta los platós fotográficos donde Ava no hacía más que posar en traje de baño en interminables sesiones, organizaba representaciones improvisadas -su espíritu de clown era notable- haciendo gala de sus más aclamados recursos cómicos para impresionarla. Pero mientras todo el mundo se reía a mandíbula batiente con las gracias de Rooney, la testaruda Gardner seguía sin prestar atención al circo desplegado en su honor.Tal vez fuera este el motivo por el que los cimientos de Rooney, considerado todo un playboy de las noches hollywoodenses, comenzaran a resquebrajarse. No estaba acostumbrado a recibir negativas de las jóvenes a las que hipnotizaba con su publicitado encanto, y los desplantes de Ava Gardner se habían convertido en todo un reto, en una muralla a derribar. Rooney, que salía con muchachas por docenas, exhibiéndose con todas ellas en los locales nocturnos de la ciudad, abandonó su habitual promiscuidad para centrar sus esfuerzos en la caza y captura de Ava. Le enviaba docenas de ramos de rosas rojas y orquídeas que se acumulaban en el pequeño apartamento alquilado de la avenida Franklyn que compartían las hermanas Gardner, y se presentaba cada mañana en la puerta del edificio para acompañarla a los estudios en su automóvil. Esta circunstancia, por cierto, duró poco, al intentar Rooney propasarse en el asiento trasero.Gardner, por su parte, comenzó a verse presionada por los estudios para aceptar las ofertas de Rooney para salir a bailar o a tomar una copa, ya que consideraban que podía ser positivo para el despegue de su carrera. Tímidamente al principio, Ava consintió en dejarse ver con él, frecuentando los clubs más populares de Hollywood. Lo que comenzó siendo una estrategia publicitaria acabó siendo un auténtico romance cuando Rooney desplegó todo su encanto, adquirido después de muchos años de acoso y derribo de jóvenes starlettes. En ese período, Ava Gardner conoció y se relacionó con todas las grandes estrellas de Hollywood, terreno vedado para las aspirantes a actriz en el elitista mundillo de la Meca del Cine. Al mismo tiempo, comenzó a encontrarle el gusto a la vida nocturna y a los restaurantes caros, mientras que aceptaba -aguijoneada por su ambiciosa hermana Bappie- los lujosos regalos que Rooney le hacía constantemente. Así, en los mentideros de Hollywood, aquella apocada jovencita sureña comenzó a ser considerada seriamente como la más firme candidata para llegar a ser la señora Rooney.
La proposición de matrimonio no tardaría en llegar. La familia Gardner, en su humilde hogar en Carolina del Norte, no pudo creerlo cuando supo de la noticia, mientras que los Rooney estaban convencidos de que su retoño era demasiado joven para casarse. Por si fuera poco, Louis B. Mayer, el magnate propietario de la Metro-Goldwyn-Mayer, puso el grito en el cielo, mostrándose abiertamente en contra de lo que consideraba un immenso desatino, aunque tuvo que pensárselo dos veces al imaginar lo que podría ocurrir ante un desplante de su estrella más cotizada, cuyas películas de la serie de "Andy Hardy" estaban llenando de dinero las arcas de la productora. Finalmente, Ava y Mickey se casaron el 10 de Enero de 1942 en Ballard, cerca de Santa Bárbara. Los únicos presentes en el evento fueron Bappie, Les Petersen (responsable de la publicidad de Rooney en la MGM), y el reverendo oficiante y su esposa. Ava llevaba un sencillo traje sastre azul y un ramillete de orquídeas entre sus nerviosas manos.
La primera decepción de su vida de mujer casada llegó la mañana siguiente de su noche de bodas, cuando Ava se despertó y se dio cuenta de que su flamante marido había cogido los palos de golf abandonando el lecho conyugal. El campo de golf fue el lugar donde los Rooney pasaron el resto de su luna de miel, y Ava tuvo que pasar más tiempo con Les Petersen -con el encargo personal de Louis B. Mayer de no perderles de vista- que con su esposo. Poco después, el joven matrimonio visitó Smithfield para que Mickey pudiera conocer a su nueva familia política, regresando rápidamente a Hollywood para enrolarse en una gira de las estrellas de la pantalla para recaudar bonos de guerra (la Segunda Guerra Mundial estaba, entonces, en su máximo apogeo). Más tarde, y como demostración de la creciente celebridad de la pareja, Ava y Mickey serían algunos de los distinguidos invitados del mundillo cinematográfico presentes en Washington para celebrar el cumpleaños del presidente de los Estados Unidos, Franklyn D. Roosevelt. La vida con Mickey Rooney era, pues, un constante ajetreo, tanto que Ava Gardner decidió que no iba a quedarse atrás. Tomó lecciones de golf, y también de natación con la mismísima Esther Williams. Todo ello, unido al agobiante ritmo de trabajo del estudio -sesiones fotográficas, clases de dicción para erradicar su fuerte acento sureño, pruebas de cámara, presentaciones públicas- acabó por agotar a la voluntariosa joven, que comenzó a desarrollar frecuentes dolores de estómago que tenían su raíz en su desafortunada vida de casada. Rooney, lamentablemente, prefería la práctica del golf, las carreras de caballos o las citas con otras mujeres a llevar una auténtica vida de casado, aquella con la que su esposa soñaba. Ava, educada severamente por su madre en férreas virtudes morales, deseaba un hogar tranquilo, lleno de niños, con veladas al calor de la chimenea durante el invierno y un porche fresco en el que descansar en las tardes de verano. Un año y cinco días después de los esponsales, Ava Gardner y Mickey Rooney se separaban oficialmente, dictándose la sentencia de divorcio el 21 de Mayo de 1943. Un día doblemente triste para Ava, ya que recibió la noticia de la muerte de su madre, enferma de cáncer, hecho que la sumió en un profundo complejo de culpabilidad. Aceptó recibir 25.000 dólares de Rooney y rechazó apoderarse de la mitad de sus bienes, alegando que ambos eran demasiado jóvenes y que el ambiente de Hollywood no les había dado ni la más mínima oportunidad.
Ava Gardner y Mickey Rooney siempre sintieron, a pesar del fracaso absoluto que había representado su corto matrimonio juvenil, un gran cariño y respeto el uno por el otro, e incluso se recordaron con especial afecto en sus respectivas autobiografías. Ava Gardner, dentro de la más absoluta discrección y sin hacer ningún alarde de ello ni siquiera en su círculo íntimo, ayudó económicamente a Rooney durante los años en los que el actor estuvo de capa caída, y este reconoció públicamente los méritos de la que fue su primera esposa con estas palabras: "Ella nunca me necesitó para nada. Consiguió llegar a ser lo que fue, en primer lugar, gracias a su increíble belleza, después a las clases de arte dramático, y más tarde a las lecciones de la vida misma, que se encargó de convertirla en una buena actriz... ¿Quién diablos recuerda hoy a Ava Rooney?".