sábado, 27 de septiembre de 2008

Gardner & Sinatra # 3: I love you to die

Durante las Navidades de 1952, Ava Gardner se hallaba en Africa rodando "Mogambo" junto a Clark Gable y Grace Kelly, dirigidos por el maestro John Ford. Sinatra, sin mucho que hacer en los Estados Unidos, se unió al grupo en Kenya para celebrar el cumpleaños de su esposa la noche del 24 de Diciembre, Nochebuena. La fiesta tuvo lugar en plena sabana dentro de las tiendas de campaña en las que se alojaba el equipo de rodaje, y Sinatra se presentó con un anillo en el que se hallaba encastado un magnífico diamante. Una anécdota al respecto es bastante reveladora de cual era la verdadera situación económica del matrimonio en aquellos momentos. Ava se confió a Robert Surtees, el director de fotografía, espetando "ese hijo de puta me ha pasado la factura del anillo". La falta de liquidez llegó a convertirse en una humillación constante para Frank Sinatra quien, por el momento, no veía remontar su aletargada carrera.
Estando en Africa, y después del regreso de su marido a los Estados Unidos, Gardner se sinceró con el realizador John Ford, contándole que se hallaba embarazada. A pesar de los esfuerzos del anciano director para disuadirla, Ava obtuvo su autorización para desplazarse en un viaje relámpago a Londres, donde se hizo practicar un aborto. Es muy posible que esta intervención fuera la causa de la posterior incapacidad de Ava Gardner para la maternidad, una de los grandes decepciones de su existencia. Después de unos días de recuperación durante los cuales la Metro tuvo que esmerarse para ocultar el verdadero motivo de la estancia de la actriz en Inglaterra, Ava volvió a Africa para terminar el rodaje de "Mogambo" y poder regresar a California.
La vida con Sinatra no era nada fácil. Frank se pasaba el día sin apenas hacer nada, deprimido y con violentos accesos de irritabilidad. Todo pareció empezar a ir a mejor cuando le fue ofrecido -en parte, gracias a la influencia de Ava- un papel de relevancia en "De aquí a la Eternidad", la producción Columbia dirigida por Fred Zinnemann basada en la novela de James Jones. La película fue un tremendo éxito de taquilla que obtuvo para Sinatra el Oscar de la Academia de Hollywood al Mejor Actor de Reparto de 1954 por su interpretación del soldado Angelo Maggio. Este galardón representó para él la recuperación de la autoestima perdida, al mismo tiempo en que comenzaban a lloverle ofertas de nuevas películas y contratos para dar conciertos, que relanzarían su carrera como cantante. Frank y Ava, con sus agendas llenas, comenzarían a espaciar sus encuentros, que venían seguidos de atronadoras discusiones en cuanto volvían a verse, convirtiendo su relación matrimonial en algo agotador.
Poco después, Howard Strickling, jefe de publicidad de la Metro Goldwyn Mayer, anunció públicamente la separación de Gardner y Sinatra debido a "diferencias irreconciliables". A partir de ese momento, ambos mantuvieron una curiosa relación en la que varias veces intentaron retomar su vida en común. Los intentos daban rápidamente paso, una vez más, a la constatación de una imposibilidad manifiesta en seguir juntos, que convertía sus esfuerzos en algo absolutamente quimérico. La desesperación por su separación de Ava supuso para Sinatra tres intentos de suicidio, el último de los cuales ocurrió poco antes de dictarse la sentencia de divorcio en 1957.
A partir de entonces, Frank Sinatra llevó constantemente consigo una fotografía emmarcada de Ava Gardner que colocaba en cuantos camerinos y habitaciones de hotel se instalaba, sufriendo fuertes depresiones que le provocaban un insomnio crónico y le obligaban a abusar del alcohol y las drogas tranquilizantes. Por su parte, Ava nunca más volvió a casarse, iniciando un desfile de relaciones más o menos trascendentes en su vida con diferentes hombres, siendo una de las más duraderas y conocidas la que mantuvo con el actor y latin lover italiano Walter Chiari. Sinatra sí volvió a hacerlo en dos ocasiones más, la primera de ellas -en 1966- con una todavía muy joven y prácticamente desconocida Mia Farrow. Ava diría de este enlace "siempre supe que Frank acabaría llevándose a un muchachito a la cama", refiriéndose a la andrógina actriz. Más tarde, en 1967, y después de su divorcio de Farrow tras solamente trece meses de matrimonio, Frank llevaría al altar a Barbara Marx (ex-esposa de Zeppo Marx) quien llegaría a ser legalmente su viuda tras su muerte en 1998.
Ava y Frank continuaron queriéndose el resto de sus vidas. Sinatra enviaba a Gardner puntualmente las primeras copias de sus nuevos discos, y esta tenía llaves de todas las casas que él tenía repartidas por el mundo, encontrándose totalmente a su disposición y perfectamente equipadas siempre que lo necesitara.
Ella, a menudo entre brumas alcohólicas, hablaba telefónicamente con su ex-marido en mitad de la noche durante horas, y él acabó por adquirir la estatua de Ava que aparece en la película "The Barefoot Contessa", plantándola en el jardín de su casa californiana. En los últimos años de la vida de Ava Gardner, y sobre todo después de la apoplejía que sufrió en 1986, Sinatra se ocupaba a distancia de su ex-esposa, manteniéndose al tanto del desarrollo de su enfermedad respiratoria y trasladándola en su avión privado desde Londres a los Estados Unidos cada vez que su dolencia se complicaba. Finalmente, Gardner murió en su casa de Londres el 25 de enero de 1990. En su entierro, celebrado bajo una persistente lluvia en su pueblo natal de Smithfield, Carolina del Norte, un ramo de flores destacaba entre todos los demás con una simple leyenda: "Con todo mi amor, Francis".

viernes, 19 de septiembre de 2008

Gardner & Sinatra # 2: dangerous liaisons

Sinatra se volvió, literalmente, loco por Ava Gardner. Tanto, que obviando los convencionalismos sociales y su reputación como personalidad pública aireó a los cuatro vientos la relación que mantenían, pidiéndole a Nancy que le concediera el divorcio. La señora Sinatra se negó rotundamente, convencida de que su marido volvería a ella, como siempre, al cabo de un cierto tiempo. La prensa comenzó a explotar la historia a tres bandas del cantante, la actriz y la madre de familia, destacando los detalles más sórdidos y escandalosos en gossip magazines como "Hollywood Reporter" o "Confidential", siendo Ava la que se llevó la peor parte al verse acusada por los medios de comunicación de ser una "destrozahogares" de primera categoría, y cebándose en ella como la responsable del naufragio del matrimonio Sinatra. La Liga para la Decencia exigió la prohibición de la exhibición de sus películas y desde las altas esferas de los estamentos religiosos norteamericanos fue severa y públicamente amonestada.
Mientras Frank y Ava se veían obligados a esconderse del acoso de los periodistas y de la morbosa curiosidad del gran público, Nancy seguía en sus trece, empecinada en no conceder a Sinatra el tan deseado divorcio. Finalmente, en noviembre de 1951, Nancy Barbato -comprendiendo que, aquella vez, la cosa iba muy en serio- accedió a que Frank obtuviese un rápido divorcio en Nevada.
Tan solo 72 horas más tarde, el 7 de noviembre de 1951, Frank Sinatra y Ava Gardner se convertían legalmente en marido y mujer en Philadelphia, en una ceremonia celebrada en casa de Lester Sachs, hermano del director de la discográfica de Sinatra, la Columbia Records. Ava lucía un vestido de cóctel de color malva, un collar de perlas y pendientes de diamantes, un look ciertamente muy diferente al de la celebración de sus dos anteriores matrimonios, en los que llevó el mismo vestuario, un sencillo traje-sastre azul. Immediatamente, los recién casados volaron a su honeymoon en Florida, desde donde se desplazaron a La Habana, Cuba, alojándose en el histórico Hotel Nacional. De vuelta a los Estados Unidos, ambos reanudaron sus respectivas carreras.
La vida matrimonial de los Sinatra no era nada fácil, marcada por constantes trifulcas públicas y privadas. Ambos sufrían las consecuencias de unos explosivos temperamentos que, pese a amarse mutua e intensamente , provocaban peligrosos altercados que habían llegado, en algunas ocasiones, a la violencia física. Para empezar, Sinatra padecía unos celos paranoicos de Artie Shaw, el ex-marido de Ava, de quien no podía ni escuchar el nombre. Una noche de 1950, a poco de comenzar su relación, Frank había encontrado a Ava, entonces solamente su amante, con Artie Shaw. Sinatra sacó, enloquecido, un revólver, aunque acabó disparando... a su propio colchón. Por su parte, Ava Gardner no podía soportar el notorio pasado sentimental de Frank. Una vez, abandonó furiosa un night club simplemente porque recordó que Sinatra había estado una vez allí, tiempo atrás, cantándole a la starlette Marilyn Maxwell. Ava, muchos años después, confidenció -un tanto groseramente- "éramos grandiosos en la cama, los problemas venían camino del bidé".
Los fines de semana los pasaban en la casa de Sinatra en Palm Springs, tradicional oasis de reposo de las estrellas del espectáculo americano a 200 kilómetros de Los Angeles, en pleno desierto cerca de las montañas de Santa Rosa. Aquella lujosa mansión fue testigo de la mayoría de sus antológicas peleas de casados, que la prensa sensacionalista continuaba recogiendo siempre que trascendían, de un modo u otro. Gardner, además, tuvo que acostumbrarse a las amistades de Sinatra, por lo general conocidos personajes de la mafia, boxeadores y colegas camorristas como Peter Lawford (frecuente acompañante de Ava en sus primeros años en Hollywood), Sammy Davis Jr. o Dean Martin. El carácter de Ava -habituado al tabaco, al alcohol y a las conversaciones subidas de tono- no desentonaba del todo en estas reuniones de hombres, formando parte activa de la celebración sin verse relegada, como le sucedió años más tarde a Shirley McLaine, a ser la "mascota" del Rat Pack de Sinatra y sus amigos.
Pese a que saltaban chispas cuando estaban juntos, ambos no podían mantenerse alejados demasiado tiempo uno del otro. Sinatra adaptaba su agenda a las exigencias de los rodajes de Gardner, y la seguía allá donde su trabajo la llevara, incluso cuando ella se desplazaba a Europa o a Africa. Por otro lado, Ava no se perdía ni una sola de las actuaciones o conciertos de Frank sin importarle donde tuvieran lugar. En este período, Sinatra comenzó a experimentar un acusado descenso en su popularidad, viéndose en muchas ocasiones obligado a ejercer de comparsa de su esposa, moviéndose a su sombra rutilante. Ava se encontraba en su mejor momento, siendo considerada una de las diez estrellas más taquilleras de la industria de Hollywood, además de una presencia constante en las portadas de la prensa más importante del mundo entero. En una ocasión, Sinatra ofrecía una serie de conciertos en Europa. En Nápoles, Frank tuvo que interrumpir varias veces su actuación porque el público de la platea reclamaba a gritos la presencia de Ava -que se hallaba sentada en uno de los palcos- en el escenario. El cantante, así pues, comenzó a incubar una baja autoestima y unos celos profesionales inconscientes hacia su esposa, circunstancias que pudieron ser una de las causas del posterior fracaso de su matrimonio. Frank Sinatra, que había sido durante años la primera voz de la nación, veía entonces como sus fans más fieles -aquellas adolescentes de los años cuarenta que abarrotaban los pabellones deportivos para corear su nombre, a lágrima viva, entre canción y canción- habían crecido convirtiéndose en respetables madres de familia a las que su adulterio con Ava Gardner había amedrentado. Además, la Metro-Goldwyn-Mayer estaba considerando seriamente rescindir su contrato si seguía perdiendo puntos en las listas de popularidad.
Sinatra, quien además estaba completamente arruinado a raíz de su carísimo divorcio de Nancy Barbato, tuvo que pasar a depender económicamente de los ingresos de Gardner, la cual se veía obligada a pagar las abultadas facturas de gastos de su marido.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Marjorie Main, la dama del delantal

Marjorie Main fue una de las más populares actrices de reparto de la década de 1940, una presencia imprescindible en asuntos ligeros que precisaran de una buena dosis de temperamento y una sensitiva actriz que se atrevió a sacar adelante, muy frecuentemente, personajes que se apartaban del registro cómico en el que se movía como pez en el agua. Main, que comenzó su carrera especializándose en viudas de clase alta (a lo que ayudaba su empaque de matrona y su porte distinguido), pasó después a interpretar mujeres trabajadoras, generalmente camareras, cocineras o campesinas de fuerte carácter, dominantes y de buen corazón, pese a tener los modales de un estibador portuario y la lengua de un lobo de mar. Su peculiar voz resultó ideal para encarnar a estas mujeres duras y simpáticas, con las que los integrantes de un equipo de rugby hubiesen podido establecer una relación de compañerismo en la que nadie se habría atrevido a aventurar quien resultaría más canalla.
Mary Tomlinson nació en Acton, Indiana, en 1890. Adoptó su nombre artístico siendo muy joven para no avergonzar a su padre, ministro de la Iglesia, comenzando a actuar en espectáculos de vaudeville hasta llegar a debutar en Broadway en 1916. Su carrera teatral incluyó grandes éxitos, destacando entre todos ellos su papel en "The Women", la comedia de Clare Boothe Luce que llegó, en el Ethel Barrymore Theatre de Nueva York, a contabilizar más de seiscientas representaciones en 1936. Cuando la Metro Goldwyn Mayer encargó, tres años después, al realizador George Cukor la versión fílmica con guión de Anita Loos y Jane Murfin, Main repitió su personaje de Lucy -la propietaria del rancho de Reno, en Nevada, donde acuden las neoyorquinas ricas que desean divorciarse de sus maridos- con un clamoroso triunfo personal, acompañada por un apabullante reparto estelar encabezado por Norma Shearer, Joan Crawford, Rosalind Russell y Paulette Goddard. El papel de Lucy cimentó la fama de Main como la intérprete ideal de personajes hillbillies, que sería clave en la oferta que recibió para interpretar la serie de películas de Pa and Ma Kettle, a partir de 1947 y de la que llegaron a rodarse diez entregas hasta 1957.
Inicialmente, Pa and Ma Kettle fueron unos personajes que formaban parte de la producción Universal "The Egg and I", protagonizada por Fred McMurray y Claudette Colbert como una pareja de urbanitas recién casados que deciden administrar una granja avícola y vivir bajo el lema let's go live in the country. Marjorie Main y Percy Kilbride interpretaron los papeles secundarios de Franklyn y Phoebe Kettle, los granjeros de toda la vida que asisten asombrados a las interminables chapuzas y meteduras de pata de sus nuevos vecinos. La película resultó un increíble éxito, que se prolongó con la versión radiofónica interpretada por los mismos McMurray y Colbert en el famoso programa Lux Radio Theatre. Main, por su parte, obtuvo una nominación al Premio de la Academia de Hollywood a la Mejor Actriz de Reparto de 1947 por su personificación de Ma Kettle. La serie de films de los granjeros Kettle se hizo tan popular, que hasta tuvo su traslación al dibujo animado con los cartoons que produjo Walter Lantz para la Universal con Paw and Maw, inspirados en los personajes de Main y Kilbride. La carrera cinematográfica de Marjorie Main se vio colmada de excelentes trabajos, entre ellos las seis cintas en las que apareció junto a uno de sus más afamados y habituales partenaires, Wallace Beery; los musicales que rodó para la Metro Goldwyn Mayer junto a Judy Garland, "Meet me in St. Louis" y "Summer Stock", y la comedia de Vincente Minnelli con la pareja cómica Lucille Ball-Desi Arnaz "The Long, Long Trailer". Asimismo, Main obtuvo un importante éxito personal por su interpretación del ama de llaves Emma Kristiandotter en "A Woman's Face" de George Cukor, junto a Joan Crawford, Melvyn Douglas y Conrad Veidt, en un papel dramático de fuerte intensidad emotiva.
Marjorie Main se retiró en 1958, después de concluir la serie de Pa and Ma Kettle con "The Kettles on Old McDonald's Farm" y de colaborar en dos episodios de la serie de television "Wagon Train". Murió en Los Angeles el 10 de Abril de 1975 a los 85 años de edad, dejando a la historia de la comedia americana de los años 40 y 50 un legado imborrable.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Gardner & Sinatra # 1: I got you under my skin

Ava Gardner y Frank Sinatra ya se conocían desde varios años antes de iniciar su tormentosa y apasionada relación. De hecho, Sinatra se había fijado, al poco tiempo de la llegada de la actriz a Hollywood, en 1942, en aquella irritante y jovencísima belleza morena que no tenía nada mejor que hacer que posar en sugerente ropa de baño para el departamento de publicidad de la Metro Goldwyn Mayer o acompañar a su flamante marido, Mickey Rooney, al rodaje de su serie de películas de Andy Harvey, silenciosa y tímidamente desde una silla dispuesta para ella en la parte de atrás del plató. No fue sino hasta 1949, convertida ya Gardner en una de las principales bazas de la MGM, que esta y Frank Sinatra comenzaron su peligrosa liaison, que puso en jaque al mojigato e hipócrita establishment de la Meca del Cine y que a punto estuvo de acabar con sus respectivas carreras. En aquellos días, Ava Gardner se hallaba ya divorciada de sus dos primeros maridos, el chirriante, obeso e histriónico Rooney y el band leader pseudointelectual Artie Shaw. Por su parte, el crooner por excelencia -con permiso de Bing Crosby- formaba junto a su esposa Nancy Barbato uno de los matrimonios más populares de los Estados Unidos, compartiendo ambos un hogar y tres hijos dentro de los cánones del más heterodoxo american way of life. Sinatra, al fin y al cabo descendiente de italianos y con una fuerte carga moral y religiosa, se había casado con su novia de juventud aguijoneado por su madre, Dolly, quien siempre fue una de las más grandes influencias en la vida del cantante. La férrea educación católica que recibió marcaría su existencia hasta el fin de sus días, produciendo en él profundos conflictos interiores que pugnaban constantemente con su notoria afición al juego, al alcohol, a las drogas y a las mujeres.
Nancy Barbato tenía con Frank Sinatra una vida matrimonial sacudida, a menudo, por los romances que este mantenía con otras féminas, siendo tal vez su aventura extramarital más conocida la que vivió junto a otra de las grandes estrellas de la MGM, Lana Turner. Nancy consentía los desvaríos de Sinatra, ya que había comprobado que, una vez consumida la pasión inicial, Frank volvía al redil con el rabo entre las piernas, completamente arrepentido y buscando refugio en su legal regazo. Sin embargo, Ava Gardner marcaría un antes y un después en la relación de Sinatra con el sexo opuesto, modificando para siempre sus esquemas y demostrándole a él y al mundo entero que era mucha mujer para ser, simplemente, una más. Ambos seguirían dependiendo terriblemente uno del otro, incluso muchos años después de su divorcio en 1957, siendo Ava, probablemente, quien más echaría de menos a Sinatra en el largo período de soledad sentimental que vivió la actriz después de romper el que sería su último matrimonio y que se prolongaría hasta su muerte en Londres en 1990.Fue la mismísima Lana Turner, buena amiga y colega de Gardner en los dorados oropeles de la Metro, quien la puso en antecedentes de las costumbres de Sinatra. Con gran discreción y las mejores intenciones, la belleza rubia de Hollywood le habló de como Frank le había prometido dejar a su mujer y casarse con ella, y de como la había abandonado sin miramientos para regresar, hecho un mar de lágrimas, al lecho marital junto a Nancy. Ava, al principio, se tomaba con calma la relación con Sinatra, pero pronto se dio cuenta de que aquel italiano flacucho y temperamental, ídolo de histéricas quinceañeras -sus famosas bobby-soxers- a las que tenía rendidas con el arrullo de su voz incomparable, iba a ser mucho más en su vida que cualquiera de los hombres que le habían precedido, desde sus dos maridos hasta sus ocasionales acompañantes en las cálidas noches de Beverly Hills.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Weird Toons # 20: "Gerald McBoing Boing"

Gerald McCloy es un niño como otro cualquiera, con la particularidad de que no utiliza palabras para expresarse, sino que lo hace a través de efectos de sonido. Esta especial característica tiene desconcertados a sus progenitores, quienes le llevarán de médico especialista en médico especialista sin obtener ninguna explicación para la curiosa dolencia de su pequeño. Gerald se verá, así pues, marginado por sus compañeros de escuela, quienes ven en él una insólita rareza y a quien apodan Gerald McBoing Boing, the noise-making boy ("el chico que hace ruidos"). Gerald, angustiado y a punto de escaparse de casa, tropezará casualmente con el director de una popular emisora de radio, quien le convertirá en una estrella radiofónica dando pie a un edificante y moralista happy end, rasgo generalizado en la producción del, por otro lado, incomparable y único Dr. Seuss, autor de la narración en la que se basa esta joya de la animación universal.La pequeña-gran obra maestra que es "Gerald McBoing Boing" pertenece a una época en que los dibujos animados eran de una exquisita sencillez, arriesgados, elegantes y minimalistas, surgidos de los más grandes talentos artísticos que ha dado la historia de la animación. Es el caso del genial Robert Cannon, adaptador al cine de este singular cuento del popular escritor de narraciones infantiles norteamericano conocido como Dr. Seuss. Theodore Geisel, autor de grandes clásicos de la tradición americana como "How the Grinch stole Christmas", "Horton hears a Who!" o "The Cat in the Hat", escribió en 1950 esta fantástica historia que fue pronto publicada en un disco para niños editado por Capitol Records, con una excelente partitura musical de Gail Kubik. El corto de Robert Cannon para la UPA, producido en la vanguardista línea de animación experimental del estudio, obtuvo un rotundo éxito que le hizo acreedor al Oscar de la Academia de Hollywood al Mejor Corto de Animación en 1950. La United Productions of America (UPA, productora de la que publiqué un extenso post el pasado 28 de junio) se caracterizaba por otorgar a sus animadores, guionistas y realizadores la más absoluta libertad creativa, en contraposición a la férrea dictadura estética e ideológica que se vivía en los estudios de Walt Disney, lugar de procedencia de la mayoría de los artistas de la UPA que huyeron en busca de nuevos y más libres horizontes profesionales. "Gerald McBoing Boing" se encuentra en la novena posición en la lista de los 50 mejores cartoons de la historia seleccionados por prestigiosos animadores, siendo asimismo seleccionada en 1995 para su preservación en la National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de los EUA. La fama y el prestigio internacionales que cobró la producción motivó que la UPA realizara tres cortos más con el mismo personaje, todos dirigidos por Cannon: "Gerald McBoing Boing's Symphony" (1953), "How Now Boing Boing" (1954), y "Gerald McBoing Boing on Planet Moo" (1956).

viernes, 12 de septiembre de 2008

Smithfield, Carolina del Norte

En Agosto de 1997 viajé a Carolina del Norte. Me hallaba en pleno proceso de creación de mi trabajo acerca de Ava Gardner y, después de haber visitado otras ciudades del mundo que forman parte del periplo vital de la estrella, decidí que había llegado el momento de conocer sus raíces en Smithfield, la pequeña ciudad donde nació en 1922. Contacté, meses antes de mi viaje, con el Ava Gardner Museum, una institución dedicada a mantener viva la memoria del más famoso personaje nacido en el estado y que se hallaba, entonces, dirigido por un board of directors en el que se encontraban familiares, amigos y admiradores de Miss Gardner y cuyo presidente honorífico era uno de sus más queridos compañeros de la época dorada de Hollywood, el actor Gregory Peck. El Ava Gardner Museum surgió de la iniciativa del Dr. Thomas Banks, natural de Smithfield aunque residente en Florida, gran admirador de la actriz y con cuya colección de memorabilia gardneriana -recopilada durante toda una vida- comenzó a formarse el fondo del museo. Banks y su esposa Lorraine, actualmente fallecidos, tuvieron la fortuna de conocer personalmente a Ava Gardner, a la que visitaron en Londres en varias ocasiones.
El museo se hallaba instalado en un gran almacén rehabilitado con mucho esfuerzo por aportaciones económicas particulares y tímidas ayudas del Ayuntamiento de la ciudad y de la Administración del estado. Algunas de las personas a las que entrevisté durante la semana que pasé en Smithfield fueron Mary Edna Grimes Grantham, sobrina de la actriz e hija de su hermana Inez, y Dewey Sheffield, uno de sus grandes amigos y senador por Carolina del Norte. Ambos hicieron excelentes aportaciones a mi trabajo de investigación, sumándose a las entrevistas que había realizado anteriormente en Madrid, lugar de residencia de Ava Gardner desde 1955 hasta 1968. Lo cierto es que, en Smithfield, me sentí arropado por unas gentes amables y hospitalarias que me colmaron de atenciones, implicándose en mi trabajo. Desde Mrs. Lee, la anciana bibliotecaria de la Smithfield Public Library que se zambulló conmigo en la hemeroteca local, hasta Busby Sugg, empleado jubilado del servicio de Correos y que fue uno de los primeros pretendientes de la adolescencia de Ava Gardner, todo el mundo deseaba conocer y colaborar con aquel peculiar recién llegado del otro lado del mundo que demostraba tener evidentes problemas para entender un inglés marcado por un fuerte y campesino acento del Old South. Smithfield es un lugar que parece sacado de una ilustración de Norman Rockwell. Y lo es gracias a que la región se halla alejada de las rutas turísticas, lo que perpetúa en sus gentes el estilo de vida sureño sin apenas intromisiones del mundo exterior. Las casas, situadas a ambos lados de estrechas carreteras vecinales, mantienen aún el sabor de los años cuarenta y cincuenta, con sus porches pintados de blanco y sus backyards en donde la ropa se seca al sol y se enfrían las tartas de manzana. La casa natal de Ava Gardner (en la fotografía superior) se encuentra en un apartado camino, rodeada todavía de los mismos tabacales por los que ella correteaba descalza en su niñez, restaurados actualmente su tejado gris y su hermosa chimenea de ladrillo rojo. Al atardecer, el cielo sureño ofrece bellas estampas en rojo y naranja que tiñen los tabacales y los campos de algodón de maravilloso Metrocolor. Recuerdo que me sentaba todas las tardes, después de una jornada de duro trabajo en el museo, en una vieja mecedora en el porche de Waverley's, mi alojamiento y el mejor bed&breakfast del condado de Johnston, para relajarme antes de cenar un sabroso pollo frito al estilo sureño acompañado de mazorcas asadas. Dios bendiga al matrimonio Kelley, que ofrecen cariño, simpatía, comodísimas habitaciones y la más deliciosa cocina de la zona.
Una visita obligada -aunque apetecida- fue a la tumba de Ava Gardner. Situada en el Sunset Memorial Park, a la entrada de la población, es una gran lápida de piedra en la que únicamente podemos leer el apellido familiar y ante la que se encuentran los lugares de reposo de la mayoría de los integrantes ya fallecidos del clan, sus padres y sus hermanos. No me avergüenza reconocer mi emoción en el momento de depositar allí un ramo de flores. El lugar era tan hermoso, tan tranquilo y rodeado de tal verdor que paseé durante largo tiempo por aquel sitio que más parecía un jardín que un camposanto.
Hoy en día, el Ava Gardner Museum ha cambiado de ubicación y se halla instalado en un edificio de nueva construcción con todas las características de un moderno espacio museizado. Las aportaciones que, constantemente, llegan al museo desde todas las partes del mundo hacen de él un santuario que recoge, además del legado personal de la actriz, material gráfico diverso e internacional que el museo documenta y exhibe. Podemos, así, admirar desde el vestuario que lució en sus películas hasta cartas manuscritas, objetos decorativos y antigüedades de su hogar londinense, joyas, fotografías personales y los trofeos y menciones a los que se hizo acreedora a lo largo de su vida profesional. Por supuesto, la institución dispone de una página web que os permitirá ampliar considerablemente la información al respecto: http://www.avagardner.org/

lunes, 8 de septiembre de 2008

"El Prisionero": un futuro fatídico

La historia narrada por "The Prisoner" es, posiblemente, una de las más extrañas y originales que nunca se haya presentado en la televisión mundial (por lo menos, hasta la llegada de la insólita y aclamada "Perdidos", cuarenta años después), resultando una mordaz y nada complaciente crítica de la sociedad occidental posterior a la Segunda Guerra Mundial y del sistema de los dos bloques establecido al final de la misma y representado en la obsesiva y neurótica realidad de la Guerra Fría. A pesar del paso de los años, la serie no ha perdido ni un ápice de su frescura original, y actualmente es un producto que -gracias, en gran parte, a su edición en DVD- las nuevas generaciones pueden descubrir y disfrutar, del mismo modo en que la audiencia de la década de los sesenta aupó al éxito más absoluto a esta producción británica que gozó de una increíble popularidad en Europa y los Estados Unidos durante su período original de emisión. La surrealista puesta en escena, la angustiante recreación que del personaje principal realiza Patrick McGoohan y la novedad que suponía un argumento completamente rompedor que se apartaba de los estandards establecidos por la industria televisiva en sus producciones de ciencia ficción atrapó -y sigue atrapando- a un público fascinado por el desarrollo de esta claustrofóbica e intranquilizadora historia que tiene lugar en un futuro muy próximo al momento de su realización.
El primer episodio de "The Prisoner" pone, sin dilación, al espectador en antecedentes de la situación: Un automóvil avanza por las calles de Londres conducido por un hombre -del cual podemos sospechar que se trata de una suerte de agente secreto del gobierno británico- que detiene el vehículo frente a un edificio en el que penetra. Un intercambio de documentos tiene lugar entre éste y otro hombre. Después, vuelve a sentarse al volante de su coche y prosigue su camino, sin apercibirse de que otro automóvil le ha seguido hasta su destino. Le vemos depositar su pasaporte y un billete de avión en un maletín mientras que un gas somnífero penetra por el ojo de la cerradura de la habitación en la que se encuentra y le hace caer profundamente dormido.
Al despertar, nada ha cambiado en la estancia, pero al mirar por la ventana descubre un paisaje extraño, desconocido, un cúmulo de curiosas construcciones rodeadas de un espeso bosque. Más tarde, descubre horrorizado que su nueva identidad es la de Número 6, y que se halla prisionero de alguien desconocido que le exige la transmisión de cierta información que él no está dispuesto a dar. Pronto descubrirá que el lugar está habitado por muchos otros prisioneros, personas a las que no se obliga a trabajar, y que no tienen más que disfrutar de todas las comodidades y diversiones que se les ofrecen en el misterioso lugar al que han sido llevadas. A medida que avanza la serie, vamos conociendo más y más a Número 6, del que descubriremos que es un hombre profundamente anticonformista y que no se deja ofuscar, en ningún momento, por el falso ambiente de lujo y hedonismo que le rodea. Multitud de preguntas se agolpan, así, en la mente del protagonista: ¿Dónde está? ¿Porqué ha sido secuestrado? ¿Quién se esconde tras el alias de Número 1 y que desea obtener realmente de él?...
En 1966, Patrick McGoohan contaba treinta y ocho años y era, gracias a su participación en la serie "Destination: Danger" -en emisión desde 1960- una popularísima estrella de la televisión británica. McGoohan, saturado de un personaje al que llevaba tanto tiempo encarnando, decidió abandonar la producción y dedicarse de lleno a un proyecto que venía ocupando su mente, un argumento que deseaba desarrollar y cuya inspiración había sido la visita a un lugar al norte de Gales llamado Hotel Portmeirion, una singular obra arquitectónica de Sir Clough William-Ellis que sirvió, finalmente, para localizar buena parte de los exteriores de la serie. McGoohan se presentó ante el productor Lew Grade, al cual sedució con la idea y del que arrancó el compromiso de producir lo que sería una miniserie con siete episodios previstos. Grade, temiendo que lo exiguo del producto impidiese su acceso al competitivo mercado americano, exigió entonces la realización de un total de veintiseis. Finalmente, el pacto entre McGoohan y Grade se rubricó con la realización de diecisiete episodios, que fueron estrenados en Gran Bretaña por la cadena ATV en octubre de 1967. Con "The Prisoner", Patrick McGoohan quiso establecer un paralelismo con las sociedades modernas, con las que el espectador va encontrando cada vez más puntos de contacto cuanto más profundiza en el conocimiento de los personajes y las situaciones. Una de las frases publicitarias de la misma, No man is just a number ("ningún hombre es simplemente un número"), nos sitúa en la tesitura del ser humano immerso en la fagocitante existencia consumista que controla nuestras vidas, en las que se nos permite tener prácticamente todo lo que podamos desear, incluso lo más superfluo e innecesario, siempre y cuando ciñamos nuestro comportamiento a las férreas normas preestablecidas. Es en ese momento, el del individuo cuestionándose su alienante situación y pretendiendo cambiarla por otra de auténtica libertad en cuerpo y alma, cuando la máquina se dispondrá a destruirle con todos los medios que tenga a su alcance en su empecinamiento en mantener una sociedad en la que los valores humanos no son más que otro artículo de consumo con copyright y código de barras. La uniformización, la conversión del ser humano en una pieza más del siniestro engranaje de esta maquinaria político-económica que gobierna nuestros destinos y que no desea más que la aniquilación absoluta de todo sentimiento de individualidad, se ve reflejada en la metáfora sutil que representa "The Prisoner".

jueves, 4 de septiembre de 2008

"You can't fight against the fate, honey"

Lo he intentado. Puedo jurar sobre la primera edición del Rubaiyat que lo he intentado con todas mis fuerzas. Pero, como el mismo texto de Omar Khayyam sentencia, "seducirlo no podrás con tu piedad o tu ingenio para lo escrito tachar, o con tus lágrimas borrar, ni una coma ni un acento". Pandora Reynolds acabó aprendiendo, dramática e irreversiblemente, la lección, y María Vargas no llegó a ver, como epitafio grabado en la piedra de la lápida de su tumba en un solitario cementerio italiano, el viejo lema de la familia Torlato-Favrini: Que sara', sara' (algo así como "lo que tenga que ser, será"). En definitiva, no se puede luchar contra el destino, ni contra lo que está escrito, aún no sé si en las páginas de algún manuscrito olvidado por el mismo tiempo o en las inertes partículas de polvo cósmico que flotan, infinitas y eternas, en el vasto, oscuro y vacío Universo.
Ya está hecho. Ya es tarde. Creí que podría evitar abrir esta sección, que sería capaz de mantener a Miss G. en el ámbito del cementerio de los elefantes en el que reposan los restantes cadáveres exquisitos que amo, adoro e idolatro con mística, religiosa y silente devoción. Pero no, porque sus pasos de divino ectoplasma resuenan cada noche, sin descanso, en mi mente antes de dormirme, avivando el fuego del remordimiento como el fantasma del antiguo rey de Dinamarca lo hace con su parricida e incestuoso hermano... Quienes me conocen bien, saben de lo que estoy hablando.
El primer post que publiqué en esta "Caja de Pandora" que un día creé y que se alimenta de mis menguadas y escasas fuerzas se llamaba "Ava Gardner no tiene una calle en Madrid", la presentación de una vieja reivindicación mía y de muchos otros torturados y fieles admiradores de la Beauté sur Terre. Ahora, será el primero de esta nueva sección que dedico a aquella a quien descubrí a mis tiernos catorce añitos y que me ha acompañado desde entonces, fiel y esquiva en tenaz dualidad; de la que escribí un libro, y a la que vi, una vez y fugazmente, una tarde de abril en Londres, hace ya demasiado tiempo.
Posiblemente acabe siendo, una vez más, un retrato sesgado de la realidad, otra colcha de patchwork en la que ir cosiendo fragmentos del mito, del mismo modo en que el arqueólogo intenta recomponer los grisáceos trozos de piedra que, un dia, fueron una bella escultura policromada. O, quizás, no sea así esta vez.
Para ella, para mí, para todos los que os habéis sentido heridos por un exceso de perfección en un rostro y una figura que no habría sido creada para el siglo XX, sino que pertenecería, por derecho propio, a civilizaciones clásicas ya desaparecidas, va este homenaje.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Weird Toons # 19: "The Minah Bird"

Uno de los más surrealistas personajes nacidos de la imaginación de mi eternamente admirado Charles M. Jones es esta especie de ave de negro plumaje, pico enorme y ojos de párpados perennemente semicerrados. Su pequeño tamaño y sus lentos y peculiares andares, al son de unos movimientos musicales extraídos de la obertura "Hébridas" de Félix Mendelsshon -en la parte que el compositor escribió acerca de la cueva de Fingal, durante su viaje por tierras escocesas- contrastan chocantemente con el Africa salvaje, violenta y hostil en la que le ha tocado vivir, plagada de terroríficos animales de visceral agresividad y, como no, también por un pequeño elemento humano al que se conoce con el nombre de Inki, un solitario cazador que responde al más encorsetado arquetipo del africano puesto de moda, en nuestra infancia, por la baraja del juego de las Familias del Mundo (¿quién no lo tuvo alguna vez?): piel negra, muy negra; labios carnosos y rojos, muy rojos; enormes anillos por pendientes, y un ligero taparrabos -eso sí, con púdicos calzones incorporados- por toda vestimenta.
El Pájaro Mina sí existe realmente. Podemos encontrarlo en cualquier tratado de ornitología, el cual nos dirá que es un ave de la familia de los estorninos, y que se trata de una especie invasora que, pese a ser originaria del sur del continente asiático, puede encontrarse hoy en día en zonas como Norteamérica, Australia o Nueva Zelanda. Se ha demostrado que pueden ser omnívoros, aunque la base de su alimentación acostumbra a ser insectos y frutas. Naturalmente, el Minah Bird de Chuck Jones no tiene mucho que ver con sus colegas de carne y hueso: nada sabemos de él ni de sus costumbres, pese a haber aparecido en cinco de los más extraños, surrealistas, raros y preciosos cartoons de la Warner Bros.: "The Little Lion Hunter" (A Warner Bros. Merrie Melodies, 1939), "Inki and the Lion" (A Warner Bros. Merrie Melodies, 1941), "Inki and the Minah Bird" (A Warner Bros. Merrie Melodies, 1943), "Inki at the Circus" (A Warner Bros. Merrie Melodies, 1947) y "Caveman Inki" (A Warner Bros. Looney Tunes, 1950), todos ellos dirigidos por Chuck Jones.Los cortos con los personajes de Inki y el Minah Bird no son emitidos en muchas cadenas de televisión norteamericanas al entender que se desprende de ellos una visión negativa y estereotipada de los africanos. Nunca he podido comprender el porqué de esta radical censura ya que, a diferencia de los típicos caníbales salvajes -pintarrajeados y chillones- de la mayoría de la producción animada de las décadas de los cuarenta y los cincuenta, Inki es amable, correcto, prudente y de gráciles movimientos. Tal vez pueda entenderse, únicamente, en "Inki at the Circus", en el cual el pequeño cazador es exhibido en la jaula de un circo con un cartel que reza African Wild Man. En cualquier caso, todo lo salvaje del personaje se reduce a una estoica expresión de aburrimiento mientras juega, sin ganas, con un yo-yo. Tal vez algún día os exprese mis opiniones acerca de esta censura tonta, sin sentido y absurda, que los paranoicos parámetros de la actual dictadura de la "corrección política" imponen, incluso, a lo que ya es historia y corresponde a otros tiempos, ideas y filosofías. Una censura que, estoy seguro, no nos va a conducir a ninguna parte más allá de establecer nuevos sistemas de alienación social.