Ava Gardner y Frank Sinatra ya se conocían desde varios años antes de iniciar su tormentosa y apasionada relación. De hecho, Sinatra se había fijado, al poco tiempo de la llegada de la actriz a Hollywood, en 1942, en aquella irritante y jovencísima belleza morena que no tenía nada mejor que hacer que posar en sugerente ropa de baño para el departamento de publicidad de la Metro Goldwyn Mayer o acompañar a su flamante marido, Mickey Rooney, al rodaje de su serie de películas de Andy Harvey, silenciosa y tímidamente desde una silla dispuesta para ella en la parte de atrás del plató. No fue sino hasta 1949, convertida ya Gardner en una de las principales bazas de la MGM, que esta y Frank Sinatra comenzaron su peligrosa liaison, que puso en jaque al mojigato e hipócrita establishment de la Meca del Cine y que a punto estuvo de acabar con sus respectivas carreras. En aquellos días, Ava Gardner se hallaba ya divorciada de sus dos primeros maridos, el chirriante, obeso e histriónico Rooney y el band leader pseudointelectual Artie Shaw. Por su parte, el crooner por excelencia -con permiso de Bing Crosby- formaba junto a su esposa Nancy Barbato uno de los matrimonios más populares de los Estados Unidos, compartiendo ambos un hogar y tres hijos dentro de los cánones del más heterodoxo american way of life. Sinatra, al fin y al cabo descendiente de italianos y con una fuerte carga moral y religiosa, se había casado con su novia de juventud aguijoneado por su madre, Dolly, quien siempre fue una de las más grandes influencias en la vida del cantante. La férrea educación católica que recibió marcaría su existencia hasta el fin de sus días, produciendo en él profundos conflictos interiores que pugnaban constantemente con su notoria afición al juego, al alcohol, a las drogas y a las mujeres.
Nancy Barbato tenía con Frank Sinatra una vida matrimonial sacudida, a menudo, por los romances que este mantenía con otras féminas, siendo tal vez su aventura extramarital más conocida la que vivió junto a otra de las grandes estrellas de la MGM, Lana Turner. Nancy consentía los desvaríos de Sinatra, ya que había comprobado que, una vez consumida la pasión inicial, Frank volvía al redil con el rabo entre las piernas, completamente arrepentido y buscando refugio en su legal regazo. Sin embargo, Ava Gardner marcaría un antes y un después en la relación de Sinatra con el sexo opuesto, modificando para siempre sus esquemas y demostrándole a él y al mundo entero que era mucha mujer para ser, simplemente, una más. Ambos seguirían dependiendo terriblemente uno del otro, incluso muchos años después de su divorcio en 1957, siendo Ava, probablemente, quien más echaría de menos a Sinatra en el largo período de soledad sentimental que vivió la actriz después de romper el que sería su último matrimonio y que se prolongaría hasta su muerte en Londres en 1990.Fue la mismísima Lana Turner, buena amiga y colega de Gardner en los dorados oropeles de la Metro, quien la puso en antecedentes de las costumbres de Sinatra. Con gran discreción y las mejores intenciones, la belleza rubia de Hollywood le habló de como Frank le había prometido dejar a su mujer y casarse con ella, y de como la había abandonado sin miramientos para regresar, hecho un mar de lágrimas, al lecho marital junto a Nancy. Ava, al principio, se tomaba con calma la relación con Sinatra, pero pronto se dio cuenta de que aquel italiano flacucho y temperamental, ídolo de histéricas quinceañeras -sus famosas bobby-soxers- a las que tenía rendidas con el arrullo de su voz incomparable, iba a ser mucho más en su vida que cualquiera de los hombres que le habían precedido, desde sus dos maridos hasta sus ocasionales acompañantes en las cálidas noches de Beverly Hills.
No hay comentarios:
Publicar un comentario