viernes, 19 de septiembre de 2008

Gardner & Sinatra # 2: dangerous liaisons

Sinatra se volvió, literalmente, loco por Ava Gardner. Tanto, que obviando los convencionalismos sociales y su reputación como personalidad pública aireó a los cuatro vientos la relación que mantenían, pidiéndole a Nancy que le concediera el divorcio. La señora Sinatra se negó rotundamente, convencida de que su marido volvería a ella, como siempre, al cabo de un cierto tiempo. La prensa comenzó a explotar la historia a tres bandas del cantante, la actriz y la madre de familia, destacando los detalles más sórdidos y escandalosos en gossip magazines como "Hollywood Reporter" o "Confidential", siendo Ava la que se llevó la peor parte al verse acusada por los medios de comunicación de ser una "destrozahogares" de primera categoría, y cebándose en ella como la responsable del naufragio del matrimonio Sinatra. La Liga para la Decencia exigió la prohibición de la exhibición de sus películas y desde las altas esferas de los estamentos religiosos norteamericanos fue severa y públicamente amonestada.
Mientras Frank y Ava se veían obligados a esconderse del acoso de los periodistas y de la morbosa curiosidad del gran público, Nancy seguía en sus trece, empecinada en no conceder a Sinatra el tan deseado divorcio. Finalmente, en noviembre de 1951, Nancy Barbato -comprendiendo que, aquella vez, la cosa iba muy en serio- accedió a que Frank obtuviese un rápido divorcio en Nevada.
Tan solo 72 horas más tarde, el 7 de noviembre de 1951, Frank Sinatra y Ava Gardner se convertían legalmente en marido y mujer en Philadelphia, en una ceremonia celebrada en casa de Lester Sachs, hermano del director de la discográfica de Sinatra, la Columbia Records. Ava lucía un vestido de cóctel de color malva, un collar de perlas y pendientes de diamantes, un look ciertamente muy diferente al de la celebración de sus dos anteriores matrimonios, en los que llevó el mismo vestuario, un sencillo traje-sastre azul. Immediatamente, los recién casados volaron a su honeymoon en Florida, desde donde se desplazaron a La Habana, Cuba, alojándose en el histórico Hotel Nacional. De vuelta a los Estados Unidos, ambos reanudaron sus respectivas carreras.
La vida matrimonial de los Sinatra no era nada fácil, marcada por constantes trifulcas públicas y privadas. Ambos sufrían las consecuencias de unos explosivos temperamentos que, pese a amarse mutua e intensamente , provocaban peligrosos altercados que habían llegado, en algunas ocasiones, a la violencia física. Para empezar, Sinatra padecía unos celos paranoicos de Artie Shaw, el ex-marido de Ava, de quien no podía ni escuchar el nombre. Una noche de 1950, a poco de comenzar su relación, Frank había encontrado a Ava, entonces solamente su amante, con Artie Shaw. Sinatra sacó, enloquecido, un revólver, aunque acabó disparando... a su propio colchón. Por su parte, Ava Gardner no podía soportar el notorio pasado sentimental de Frank. Una vez, abandonó furiosa un night club simplemente porque recordó que Sinatra había estado una vez allí, tiempo atrás, cantándole a la starlette Marilyn Maxwell. Ava, muchos años después, confidenció -un tanto groseramente- "éramos grandiosos en la cama, los problemas venían camino del bidé".
Los fines de semana los pasaban en la casa de Sinatra en Palm Springs, tradicional oasis de reposo de las estrellas del espectáculo americano a 200 kilómetros de Los Angeles, en pleno desierto cerca de las montañas de Santa Rosa. Aquella lujosa mansión fue testigo de la mayoría de sus antológicas peleas de casados, que la prensa sensacionalista continuaba recogiendo siempre que trascendían, de un modo u otro. Gardner, además, tuvo que acostumbrarse a las amistades de Sinatra, por lo general conocidos personajes de la mafia, boxeadores y colegas camorristas como Peter Lawford (frecuente acompañante de Ava en sus primeros años en Hollywood), Sammy Davis Jr. o Dean Martin. El carácter de Ava -habituado al tabaco, al alcohol y a las conversaciones subidas de tono- no desentonaba del todo en estas reuniones de hombres, formando parte activa de la celebración sin verse relegada, como le sucedió años más tarde a Shirley McLaine, a ser la "mascota" del Rat Pack de Sinatra y sus amigos.
Pese a que saltaban chispas cuando estaban juntos, ambos no podían mantenerse alejados demasiado tiempo uno del otro. Sinatra adaptaba su agenda a las exigencias de los rodajes de Gardner, y la seguía allá donde su trabajo la llevara, incluso cuando ella se desplazaba a Europa o a Africa. Por otro lado, Ava no se perdía ni una sola de las actuaciones o conciertos de Frank sin importarle donde tuvieran lugar. En este período, Sinatra comenzó a experimentar un acusado descenso en su popularidad, viéndose en muchas ocasiones obligado a ejercer de comparsa de su esposa, moviéndose a su sombra rutilante. Ava se encontraba en su mejor momento, siendo considerada una de las diez estrellas más taquilleras de la industria de Hollywood, además de una presencia constante en las portadas de la prensa más importante del mundo entero. En una ocasión, Sinatra ofrecía una serie de conciertos en Europa. En Nápoles, Frank tuvo que interrumpir varias veces su actuación porque el público de la platea reclamaba a gritos la presencia de Ava -que se hallaba sentada en uno de los palcos- en el escenario. El cantante, así pues, comenzó a incubar una baja autoestima y unos celos profesionales inconscientes hacia su esposa, circunstancias que pudieron ser una de las causas del posterior fracaso de su matrimonio. Frank Sinatra, que había sido durante años la primera voz de la nación, veía entonces como sus fans más fieles -aquellas adolescentes de los años cuarenta que abarrotaban los pabellones deportivos para corear su nombre, a lágrima viva, entre canción y canción- habían crecido convirtiéndose en respetables madres de familia a las que su adulterio con Ava Gardner había amedrentado. Además, la Metro-Goldwyn-Mayer estaba considerando seriamente rescindir su contrato si seguía perdiendo puntos en las listas de popularidad.
Sinatra, quien además estaba completamente arruinado a raíz de su carísimo divorcio de Nancy Barbato, tuvo que pasar a depender económicamente de los ingresos de Gardner, la cual se veía obligada a pagar las abultadas facturas de gastos de su marido.