domingo, 3 de agosto de 2008

Una O'Connor: el temperamento irlandés

Desconfiados, cascarrabias, resabiados y puñeteros, los personajes que Una O'Connor encarnó en la gran pantalla estaban impregnados de las raíces irlandesas de esta notable actriz, cuya carrera sobre los escenarios llegó a ser tanto o más importante que la que desarrolló en el cine. O'Connor, dueña de una particular e impertinente voz que supo adaptar a las especiales características de los papeles que se le ofrecían, destacó en numerosos roles secundarios como el ama de llaves o señora de compañía eternamente enfadada con el mundo. En este sentido, resultan inolvidables sus creaciones en "Bride of Frankenstein" y "The Invisible Man", ambas bajo la dirección de su buen amigo James Whale, a las órdenes de Billy Wilder en "Testigo de Cargo", de la mano de Michael Curtiz en "The Adventures of Robin Hood", de George Cukor en su versión de "David Copperfield" o bajo la batuta de John Ford en "The Informer". En todas estas y otras muchas producciones, Una O'Connor dejó sentado un arquetipo único e irrepetible dotado de tal anacronismo que lo hacía funcionar con la precisión de un reloj suizo sin tener en cuenta el período histórico en el que se emmarcaba la acción del film. Nacida Agnes Teresa McGlade en Belfast, Irlanda, en 1880, creció en el seno de una familia católica nacionalista, adoptando su nombre artístico al pasar a formar parte de la compañía del Abbey Theatre de Dublín. Trabajó en los escenarios durante muchos años, curtiéndose en teatros de Irlanda e Inglaterra hasta que, en 1930, apareció en la película de Alfred Hitchcock "Murder" y, más tarde, en la producción de Frank Lloyd de la obra de Noel Coward "Cavalcade". Esta última supuso para Una O'Connor el inmediato reconocimiento internacional en un film que se alzó con tres premios de la Academia, uno de ellos a la Mejor Película de 1933, lo que la hizo acreedora de un pasaporte a Hollywood donde se presentó ante el público estadounidense con "Horseplay".
Pese a contener apariciones en films absolutamente intrascendentes, la carrera americana de O'Connor está plagada de grandes éxitos a los que aportó su maestría como comedy relief: en "Bride of Frankenstein" (1935) como la criada metomentodo de un Colin Clive en plena relación de amor-odio con su criatura de laboratorio, Boris Karloff, y en "The Adventures of Robin Hood" (1938) como el aya de una Marian-Olivia de Havilland rendida a los encantos de un Robin de Locksley interpretado por el bellísimo Errol Flynn. Más tarde, sería la madre de un acobardado Charles Laughton en "Esta tierra es mía" (1943), actor al que volvería a acompañar en "The Canterville Ghost" (1944). Como la mayoría de los grandes intérpretes de reparto de la industria del cine, O'Connor comenzó a trabajar para la televisión a finales de la década de los cuarenta. Sus pocas apariciones en la gran pantalla a partir de ese momento son prácticamente irrelevantes, incluyendo una curiosa escapada a Italia en 1952 para participar en una comedia rodada en Cinecittà, "Don Calogero", junto a Barry Fitzgerald. Tendría que llegar 1957 para que le fuese ofrecido un gran personaje de absoluto lucimiento en la que sería su última película, "Witness for the Prosecution", dirigida por Billy Wilder y en la que brillaría especialmente entre unos inmensos Charles Laughton, Tyrone Power, Marlene Dietrich y Elsa Lanchester. Esta adaptación de la obra de Agatha Christie le permitió retomar el rol de Janet McKenzie, la mucama sorda y gruñona de una adinerada viuda londinense víctima de asesinato, que tan buenas críticas le había reportado durante el período 1954-1956 en el escenario del Henry Miller's Theatre de Broadway.
Una O'Connor se retiró después de su participación en el film de Wilder, falleciendo en Nueva York el 4 de febrero de 1959 a los 78 años de edad.