miércoles, 9 de julio de 2008

Karloff, "the uncanny"

La definición que el diccionario nos da de la palabra uncanny es misterioso, extraño o extraordinario. Freud definió como uncanny aquello que no nos es nuevo o raro, que incluso puede sernos familiar, pero que crea en nuestra mente un poso de terror, de inquietud, que tiene su raíz en alguna clase de represión. No fue, pues, un hecho gratuito y casual que Boris Karloff fuese conocido, cuando rodó sus grandes films de horror, simplemente como Karloff, the uncanny. Y así es como aparecía en los créditos de muchas de esas películas, una vez consolidado su liderazgo como maestro del terror y heredero del gran Lon Chaney. Boris Karloff alcanzó las más altas cumbres del género fantástico en el cine, creando personajes absolutamente inseparables de su personalidad cinematográfica y entrando, por derecho propio, en la categoría de mito de la pantalla, con una larguísima carrera que se prolongó desde 1919 hasta 1969, cuando solamente el hecho irremediable de su propia muerte le impidió seguir trabajando.
Karloff, grande entre los grandes, pasó -como la mayoría de los nombres más populares de la pantalla en aquella época- a la televisión en 1949, manteniendo, sin embargo, su posición como gran estrella de cine y alternando ambos medios con irregular fortuna, pero siempre imponiendo su impresionante personalidad en cualquier producto para el que se le requería. Una vez pasados sus años de esplendor, cuando rodó para la Universal Pictures sus antológicas personificaciones del monstruo de Frankenstein en la década de los treinta, Karloff accedió a una cómoda posición de icono del terror que le permitió trabajar en las más diversas producciones, desde grandes clásicos del género hasta confeso material de serie B -producciones mejicanas incluídas- el cual su sola presencia conseguía sublimar hasta límites inverosímiles y dotar de una categoría y una excepcionalidad que las ha salvado del más oscuro de los olvidos.
Nacido William Henry Pratt (o Charles Edward Pratt, según otras fuentes) en Londres en 1887, emigró al Canadá en 1910. Allí alternaría diferentes trabajos que le permitían sobrevivir mientras comenzaba a ejercer el oficio de actor, actuando en pequeños papeles en compañías teatrales. En esta época cambiaría su nombre auténtico por el de Boris Karloff. Este seudónimo podría proceder de un personaje de la novela "The Drums of Jeopardy" llamado Boris Karlov, aunque también se cita como influencia el personaje de Boris, príncipe de Karlova, que aparecía en la historia fantástica de Edgar Rice Burroughs "H.R.H. The Rider". Saliendo al paso de los rumores, el mismo Karloff insistió siempre en que había elegido el nombre de Boris porque le parecía exótico y misterioso, y el apellido Karloff porque se encontraba entre los de su familia lejana. Cualquiera que fuese la verdad en esta cuestión, cambió su nombre para no avergonzar a sus hermanos -importantes miembros del cuerpo diplomático- con su bohemia profesión de cómico.
Marchó a Hollywood, donde trabajó en docenas de películas del período mudo. Aún tendría, pero, que seguir trabajando en otras labores para mantenerse, hasta que con la llegada del cine sonoro la Universal Pictures encontró un gigantesco filón en el cine de horror. El aspecto impresionante de Karloff -alto, delgado y de anguloso rostro de ojos oscuros- le convirtió en el candidato ideal para interpretar el papel del monstruo hecho con pedazos de cadáveres humanos que la Universal iba a lanzar como la más importante novedad de su catálogo para 1931. La suerte se puso de su parte, dado que Bela Lugosi -entonces, ya una estrella consagrada después de protagonizar "Drácula"- fue rechazado por el director James Whale, quien consideraba que el actor húngaro no daría el aspecto que deseaba para el personaje. Karloff se hizo, así, con el papel que le daría fama universal y le situaría entre la pléyade de estrellas más populares del cine de la década de los treinta.
Uno de los aspectos más fascinantes de la producción de "Frankenstein" se encuentra en el magnífico trabajo de maquillaje ejecutado por el gran maestro Jack Pierce, a partir de bocetos conceptuales del monstruo dibujados por James Whale. El complicado trabajo de convertir a Karloff en el monstruo surgido de la imaginación de Mary W. Shelley fue el auténtico talk of the town de la época, llegando al extremo de que la prensa hablaba de "secuestro" del actor en los platós de los estudios Universal por la gran cantidad de horas -diurnas y nocturnas- que debía soportar sometido a tan duro suplicio. El resultado final fue, a todas luces, espectacular, lo que unido a la entregada dirección de Whale y al diseño de la producción, con expresionistas decorados y una contrastada fotografía en blanco y negro, hicieron de "Frankenstein" uno de los mayores éxitos de la historia de los estudios Universal. El New York Herald llegó a publicar que "ver a Karloff es ver la más horrible visión dantesca", mientras el público acudía en masa a las salas de cine.
Al año siguiente llegó otro personaje para su galería del horror: Imhotep, el sacerdote egicio, en "The Mummy", dirigida por Karl Freund. De nuevo, un maquillaje de Jack Pierce sería lo mejor de esta producción, que Karloff protagonizó después de la interesante "The Old Dark House" y la folletinesca "The Mask of Fu-Manchú", donde dio vida al asiático genio del mal junto a una exótica Myrna Loy. Karloff encadenó uno tras otro los papeles de corte terrorífico durante los años treinta, destacando sus apariciones junto a la otra gran estrella de los estudios, Bela Lugosi, en diferentes producciones que aprovechaban el tirón que tenía en taquilla la combinación de ambos actores. Lugosi y Karloff, por cierto, nunca gozaron de una buena relación, animadversión que se basaba en celos profesionales. En 1935, Karloff volvió a interpretar al monstruo de Frankenstein en "Bride of Frankenstein", junto a Elsa Lanchester, quien resultó otra imágen icónica del horror clásico. De nuevo, la dirección de James Whale y un argumento ciertamente original que arrancaba en el punto exacto donde terminaba la acción de "Frankenstein" conseguirían un nuevo éxito para los estudios Universal. Karloff terminó la década interpretando cinco películas con el personaje del detective chino Mr. Wong, producciones menores al estilo de los films por entregas que se popularizaron durante los años veinte y que se inspiraban en las de otro ilustre investigador asiático del celuloide, Charlie Chan (Warner Oland, cobijado por la 20th Century Fox).
Los años cuarenta verían a Karloff en toda clase de personajes, ampliado ya su registro y apareciendo en películas de otros géneros, aunque con frecuentes retornos al horror y al fantástico, ambientes en los que el actor se movía como pez en el agua. En este período interpretaría al protagonista de "The Body Snatcher" (dirigida por Robert Wise en 1945 y, una vez más, junto a Lugosi en un papel ciertamente secundario), que ha sido siempre considerada como su mejor actuación. Una película que marcaría el principio de su decadencia como estrella del horror sería "Abbott and Costello meet the Killer", junto a la popular pareja de cómicos y en la que se parodiaría a sí mismo, cerrando una década y empezando otra que señalaría su salto a la pequeña pantalla. Los años cincuenta, que estarían marcados por el imparable auge de la ciencia ficción, no tuvieron cabida para los adorables monstruos de siempre, que nada podían hacer frente a la invasión de criaturas alienígenas llegadas en sus platillos volantes para conquistar la Tierra. Karloff, como tantas otras estrellas del género, buscó refugio en la televisión, que le ofreció buenas posibilidades de lucimiento en programas como "Suspense", "Lux Video Theater" o "Tales of Tomorrow".
Al comenzar la década de los sesenta, la emisión de los episodios de la serie de relatos cortos de misterio y terror "Thriller", en la que hacía las veces de anfitrión, introduciendo cada una de las historias presentadas, fue todo un éxito que le mantuvo entre los grandes de la televisión durante los 64 capítulos emitidos entre 1960 y 1962. Su última actuación de relevancia fue en "Targets" (Peter Bogdanovich, 1968) donde encarnó a la estrella retirada del cine de terror Byron Orlock, en un papel hecho a su medida. Karloff se nos mostró impresionante en esta película, en la que podría decirse que, prácticamente, se interpretó a sí mismo. En una escena con Bogdanovich -quien se reservó uno de los papeles del reparto- Karloff diserta sobre el oficio de actor, en un monólogo que podría considerarse como su testamento cinematográfico. Poco después, el 2 de febrero de 1969, el hombre dulce, cálido y entrañable que fue Boris Karloff dejaba de existir en su Inglaterra natal.