jueves, 28 de agosto de 2008

"Get Smart": peor, imposible

Maxwell Smart, el Superagente 86 (Don Adams), es el más particular agente secreto de la importante organización CONTROL, la agencia de contraespionaje más famosa del mundo que lucha denodadamente por desarticular a sus peores enemigos, los malvados agentes de la poderosa KAOS, la multinacional del crímen. Smart es bajito, de incipiente calvicie y de rostro poco agraciado. Por si no fuera suficiente, su metodología de trabajo dista mucho de ser la más adecuada a las situaciones en las que se ve inmerso y, además, acostubra a alejarse bastante de resultar eficaz. Por suerte, 86 cuenta con la inestimable ayuda de la agente 99 (Barbara Feldon), una especial Mata-Hari moderna que suele recurrir a su portentosa capacidad de análisis y a su infalible intuición femenina para solucionar los más enrevesados asuntos. Al mando de CONTROL está un nada simpático personaje, al que solo conocemos como Chief (Edward Platt), y que a su vez se halla supeditado a las órdenes del Almirante Harold Hammon Hargrade (William Schallert), un anciano senil y decrépito que se duerme sistemáticamente en cualquier situación, sin importarle ni el momento ni el lugar.
Con semejantes carácteres al frente, no podía esperarse que"Get Smart" fuera una serie de agentes secretos al uso, al estilo de "El Hombre de CIPOL" o de la serie de películas de James Bond, 007. A diferencia de estas adaptaciones literarias, "El superagente 86" fue una parodia enloquecida en la que el absurdo raya el paroxismo y en la que los personajes de ambos bandos -que mantienen, pese a todo, la eterna lucha entre el bien y el mal- son tan estúpidos que solo puede suponerse que está hecho a propósito. Los productores de la Talent Associates David Susskind y Dan Melnick tuvieron la original idea de convertir en una comedia televisiva las aventuras de agentes secretos tan del gusto del público de la década de los sesenta, llevando la caricatura prácticamente hasta más allá de los límites de la farsa. Confiaron el desarrollo de su idea a dos guionistas, Buck Henry y el -más tarde- popularísimo Mel Brooks, quienes alumbraron a esta suerte de detective privado al que bautizaron Smart (en inglés, espabilado, listo, ingenioso) y al que apodaron "86", número que, en los Estados Unidos, utilizan los barmans para definir a los clientes impresentables. En principio, la idiosincrasia del personaje protagonista no fue creada pensando en un intérprete en concreto, aunque después Don Adams diese la talla exacta -casi diríase que al milímetro- a los requerimientos de 86. Adams, un actor llegado de la radio y de los pequeños night clubs neoyorquinos donde se ofrecían espectáculos cómicos, poseía el bagaje necesario para dar vida a Maxwell Smart, aportando al personaje los matices justos de idiotez, autosuficiencia e inutilidad que son la base de su carácter sin provocar el rechazo de la audiencia. Al contrario, Adams consiguió hacer de Smart uno de los personajes más queridos y recordados de la historia de la televisión. Su voz nasal y sus peculiares expresiones faciales pronto se hicieron famosas en todo el mundo, así como la increíble colección de gadgets que utiliza para sus pesquisas, siendo el más popular el "zapatófono", invento telefónico instalado en su zapato izquierdo que tiene la desgraciada costumbre de sonar en los peores momentos. En buen número de los episodios de la serie, Smart se acompañó de K-13, un perro incompetente y lleno de pulgas que, definitivamente, estaba a la altura de su humano complemento.
En 1965, los ejecutivos de la ABC, la primera cadena interesada en el proyecto de "Get Smart", escucharon horrorizados la propuesta del tándem Henry-Brooks para el episodio piloto de la serie, en el cual KAOS amenazaba con volar en pedazos la Estatua de la Libertad. El argumento, tachado poco menos que de antiamericano, fue a parar al cubo de la basura, y los guionistas buscaron refugio en la rival NBC, que se hizo con las riendas del proyecto y estrenó la serie el 18 de septiembre de 1965. Curiosamente, el episodio que había sido rechazado sin miramientos por la ABC obtuvo un premio Emmy en la gala de 1966. La serie se convirtió desde su primera temporada en un gran éxito, que consiguió situarse immediatamente en el puesto número 12 de las producciones televisivas más populares en los EUA. En los cinco años siguientes, obtendría siete Emmy más, tres de ellos para Don Adams por su irrepetible creación de Smart. Pese a los excelentes índices semanales, la serie es abandonada por la NBC en 1969 y es retomada por la CBS que, deseando insuflar aire nuevo a la producción, "casa" a 86 y 99 el 16 de junio de 1970. El matrimonio dura poco, ya que la serie se clausura definitivamente con la emisión de su último episodio el 11 de septiembre de ese mismo año.

jueves, 21 de agosto de 2008

Weird Toons # 18: "Tweety-Hyde"

Una de las más insólitas aventuras de Silvestre y Piolín tuvo lugar en el laboratorio del Dr. Jeckyll, en el que el pequeño canarito de la Warner se refugia huyendo de su eterno e incombustible perseguidor, un "lindo gatito" inasequible al desaliento. La única escapatoria para la desamparada avecilla se encuentra en el interior de una botella en la que decide esconderse para evitar caer en las garras del hambriento felino. Lo que Piolín no sabe es que el líquido verde que contiene es la fórmula secreta de Jeckyll -al que vemos transformándose en su diabólico alter ego al principio del corto- para convertirse en Mr. Hyde.
Piolín abandonará el recipiente convertido en un terrorifico canario mutante de dos metros de altura y malévolas intenciones que será la pesadilla del -ahora- indefenso gato, que se las verá y se las deseará para escapar ileso de los ataques del monstruoso pajarraco.
Todo ello ocurre en el desenfrenado cartoon "Hyde and Go Tweet" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Fritz Freleng, 1960), basado en la novela de Robert Louis Stevenson "The Strange Case of Dr. Jeckyll and Mr. Hyde", y en la que el estudio de animación retoma, una vez más, el tema de la doble personalidad y el intercambio de roles (perseguidor-perseguido) dando saltos en el orden natural de la cadena alimenticia al presentar a un canario que no le haría ascos a un buen solomillo de felino.
El anecdotario recoge que, antes del estreno del cartoon por la ABC el 14 de mayo de 1960, la escena final con Silvestre saltando al vacío desde una ventana del laboratorio para escapar de su perseguidor diciendo "¿qué otra cosa puedo hacer?" fue censurada por su clara alusión al suicidio, obligando a la Warner Bros. a montar un final alternativo más del gusto de los apocados mandamases de la poderosa cadena de televisión.

martes, 19 de agosto de 2008

Judith Anderson, el alter ego de Mrs. Danvers

Un papel, solo uno, le hubiera bastado a Dame Judith Anderson para entrar en la historia del cine como una de las grandes intérpretes del siglo XX: la enigmática Mrs. Danvers del primer film americano de Alfred Hitchcock, un personaje oscuro y frío como un témpano de hielo y de quien se podía suponer que había naufragado en un profundo mar de odio y resentimiento, igual que ese mismo mar se había tragado a su adorada Rebecca, la primera señora De Winter. Pero en la carrera de Anderson son muchos más los hitos a tener en cuenta, desarrollados durante más de cincuenta años en la gran pantalla sin contar su importantísima trayectoria teatral, que comenzó en 1915 y en la que siempre buscó refugio entre película y película. Sus personajes cinematográficos respiran grandeza por todos sus poros, por muy extensas o reducidas que fueran sus líneas de diálogo: Judith Anderson tuvo, como tantos otros insignes actores y actrices, que luchar contra un star-system implacable que relegaba al rol de "intérpretes de reparto" a todos aquellos enormes talentos que no se ajustaban al ideal impuesto por los grandes estudios de glamour y belleza a partes iguales. Sin embargo, las importantes películas en las que intervino nos resultarían inimaginables sin su imponente presencia, desde épicos dramas bíblicos como "Los Diez Mandamientos" o "Salomé", hasta los retorcidos análisis psicológicos que resultaron ser "La Gata sobre el tejado de zinc" o "Laura", en los que Anderson brilló con luz propia.
Frances Margaret Anderson-Anderson nació en 1897 en Adelaida, Australia. Antes de emigrar a los Estados Unidos en 1918, ya había hecho su debut profesional en el teatro -con el nombre de Francee Anderson- en Sidney a la edad de diecisiete años. Sus primeros tiempos en el teatro americano no resultaron muy afortunados, saltando de California a Nueva York y trabajando en stock companies por todo el país hasta que, a comienzos de los años treinta, su suerte cambió y comenzó a ser uno de los más populares nombres en los escenarios del Broadway neoyorquino, actuando con gran éxito en obras de autores como Luigi Pirandello o Eugene O'Neill. Durante las siguientes décadas sería una de las grandes intérpretes dramáticas en la escena mundial, trabajando junto a Laurence Olivier, Maurice Evans o John Gielgud en obras tales como "Macbeth", "La Gaviota" o "Hamlet" en prestigiosas compañías como la del Old Vic Company londinense.
Anderson llamó, por supuesto, la atención de Hollywood y del recién llegado a los Estados Unidos Alfred Hitchcock, quien le ofreció el jugoso papel del ama de llaves que aterroriza y casi aniquila la voluntad de una pobre e ingenua Joan Fontaine y que vive para martirizar el alma de un desgraciado Laurence Olivier en "Rebecca". El éxito de la película fue arrollador en todo el mundo y la excepcional interpretación de Anderson de la sexualmente ambigua Mrs. Danvers la llevó a las puertas del Oscar a la Mejor Actriz de Reparto de 1939, trofeo que finalmente fue a parar a manos de otra ilustre secundaria, Jane Darwell, por su memorable interpretación en "Las Uvas de la Ira".
La década de los cuarenta vio a Judith Anderson en multitud de personajes que se nutrían de su capacidad para ponerlos a la altura de las expectativas que el público tenía hacia ella después del clamoroso triunfo obtenido en la cinta de Hitchcock. Así, directores como Otto Preminger, Jean Renoir, Ben Hecht o Lewis Milestone confiaron en ella a la hora de repartir papeles en películas como "Laura", "The Diary of a Chambermaid", "Specter of the Rose" o "The Strange Love of Martha Ivers". Mientras, la actriz seguía acumulando éxitos en su carrera sobre los escenarios, como el Tony que consiguió en 1947 por su creación en la tragedia clásica "Medea" de Eurípides.
1950 comenzó para Judith Anderson con ofertas de la televisión, como no podía ser de otra manera. Trabajó incansable en tres medios distintos durante toda la década, alternando grandes producciones de renombre con intrascendentes melodramas en la pequeña pantalla. Dos películas merecen ser mencionadas en este período: "Los Diez Mandamientos" (1956) y "La Gata sobre el tejado de zinc" (1958). En la primera, fue Memnet, la esclava que esconde el orígen hebreo de Moisés-Charlton Heston a una despiadada Nefertari-Anne Baxter y por lo que morirá a manos de esta en la mastodóntica producción de Cecil B. de Mille. La tragedia de su personaje destacará especialmente entre el oropel bíblico de la particular versión del Viejo Testamento del desmesurado realizador, que dirigió con aliento lírico a sus actores sobre un background de miles y miles de extras. En la segunda, será uno más de los torturados personajes sureños que Richard Brooks adaptó para el cine de la célebre obra teatral de Tennessee Williams. Como esposa de un agonizante y espléndido Burl Ives, Anderson pasará de la risa histérica al llanto incontrolado en un difícil y delicado personaje que podría haber resultado no solamente patético, sino incluso ridículo, en manos de una actriz menos experimentada.Los sesenta y los setenta apenas verán a la intérprete en el cine o la televisión, reservando sus energías para los escenarios. Sí alcanzó, sin embargo, una de las más altas distinciones reservadas a los nacidos en el ámbito de la Commonwealth cuando la reina Elizabeth II de Inglaterra la nombró Dame Commander of the British Empire, pasando desde ese momento a ser habitualmente nombrada como Dame Judith Anderson, incluso en los créditos fílmicos y en las marquesinas de los teatros. En cualquier caso, y a pesar de su escasa presencia durante esos años en el negocio del cine, no se puede pasar por alto su personaje de Buffalo Cow Head, la madre adoptiva india de Richard Harris en la doliente "A man called Horse", uno de los grandes éxitos del formato Cinerama de 1970. Más tarde, en 1984, sorprenderá a sus incondicionales como la Suma Sacerdotisa del planeta Vulcano en la tercera entrega de la serie de películas para la gran pantalla basadas en la popular saga televisiva "Star Trek", y apareciendo en cincuenta episodios de la serie "Santa Barbara" en el período 1984-1987.
Este último sería su postrer trabajo, retirándose, precisamente, a esta ciudad californiana hasta su muerte en 1992, a los 94 años de edad.

domingo, 17 de agosto de 2008

Weird Toons # 17: "The Three Bears"

Tan solo de la inabarcable imaginación de Charles M. Jones podía salir esta radiografía cruel, dolorosa y despiadada de la familia media americana a través de la observación casi voyeurista de la cotidianeidad de un trío de osos hillbillies formado por padre, madre e hijo residentes en una cabaña en lo más profundo de un frondoso bosque. El análisis de sus comportamientos individuales y de su interacción con los demás en clave de disección psicológica resulta de una exquisita perversidad, convirtiendo los cinco cartoons realizados de estos personajes en el precedente de las posteriores series de televisión que retratarían la vida diaria del agrupamiento familiar americano -aunque perfectamente extrapolable al resto del planeta- y su asfixiante realidad en un contexto de amor-odio, dos sentimientos separados por una línea tan fina que a veces resulta absolutamente terrorífica.Su primera aparición fue al lado de Bugs Bunny en "Bugs Bunny and The Three Bears" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Chuck Jones, 1944). En este primer corto ya se perfilaban los carácteres de los personajes: Papá Oso es gruñón, prepotente y con un exacerbado componente histérico, además de resultar -aunque nunca nadie se atreve a decírselo- un fracasado y un inútil bueno-para-nada. Mamá Osa es todo lo contrario: silenciosa, trabajadora y competente, es el verdadero puntal de la familia, una caja de sorpresas que igual te hace un remiendo que te baila claqué sin abandonar nunca su sempiterna expresión facial de absoluto desencanto. Finalmente, Junior es un enorme bebé de dos metros de altura que usa pañales y del que podemos sospechar que padece algún tipo de retraso en su desarrollo mental. Es el saco de golpes de las frustraciones de Papá Oso y el ojito derecho de Mamá Osa, con quien tiene establecida una curiosa simbiosis para protegerse mutuamente de las apabullantes iras del cabeza de familia. En este corto, Bugs Bunny se convertirá en el objeto de deseo de Mamá Osa, de quien intentará escapar tanto como de Papá y de Junior, quienes pretenden convertirle en su almuerzo atrayéndole con una sopa de zanahorias. En su siguiente aparición, "What's Brewin', Bruin?" (A Warner Bros. Looney Tunes, Chuck Jones, 1948), los osos no necesitarán de la presencia de ninguna de las estrellas consagradas del estudio de animación de Jack Warner y sacarán adelante -brillantemente- un hilarante cartoon que muestra las desventuras de Papá Oso intentando preparar a la familia, sin éxito, para el largo sueño invernal que tiene que preceder a la llegada de la primavera. Los meses pasarán en el arduo intento y la nueva estación llegará sin que haya sido capaz de pegar un ojo. "The Bee-Deviled Bruin" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Chuck Jones, 1949) mostraba a la familia de plantígrados intentando rellenar el tarro de miel de Mamá, el cual ha sido vaciado por Junior con su habitual glotonería. Más tarde, "Bear Feat" (A Warner Bros. Looney Tunes, Chuck Jones, 1949), narraba los intentos de Papá de convertir a la familia en un número circense para poder trabajar en el mundo del espectáculo. Sus titánicos esfuerzos chocarán frontalmente con la poca disposición del resto de los miembros del clan, que le sacarán de sus casillas al extremo de intentar suicidarse despeñándose por un precipicio para perderlos de vista, aunque tampoco lo conseguirá por la intervención de Junior, quien se llevará -como es costumbre- un buen tortazo propinado por su padre. El último corto de los tres osos fue "A Bear for Punishment" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Chuck Jones, 1951), una jocosa glorificación del Father's Day que concluye con la espectacular imagen de la familia osuna convertidos en la Estatua de la Libertad, Abraham Lincoln y George Washington.
Chuck Jones aparcó definitivamente a estos geniales personajes después de este cartoon, probablemente influído por el auge de otras creaciones suyas como Pepe Le Pew o el Coyote y el Correcaminos, que se convertirían en las nuevas estrellas de la Warner en la década de los cincuenta. Otros populares personajes de Jones fueron también jubilados ese mismo año, como los ratones Hubie y Bertie y Charlie Dog.

martes, 12 de agosto de 2008

Weird Toons # 16: "Alvin Brickrock"

En 1960, Alfred Hitchcock ya era objeto de estudio y concienzudo análisis por parte de sesudos historiadores del Séptimo Arte -entre ellos, el director francés François Truffaut- quienes pusieron la primera piedra de la construcción del mito hitchcocktiano y de su ascensión a la cima más alta de la fama y la gloria fílmica, nunca antes disfrutada con semejante y absoluta universalidad por ningún otro realizador cinematográfico. No es, pues, de extrañar su inclusión en uno de los episodios de "The Flintstones", una de las más populares producciones televisivas de la época y la primera sitcom animada de la historia.
Camuflado bajo el nombre de Alvin Brickrock, el Maestro del Suspense apareció en el episodio número 40 de "Los Picapiedra", perteneciente a la segunda temporada y emitido el 6 de octubre de 1961. Este remedo animado se mueve y habla al familiar estilo del propio Hitchcock, incluyendo una evidente dificultad para pronunciar la frase good evening. El argumento, cortado con el mismo patrón de las obras maestras del cineasta británico, nos lo presenta como el nuevo vecino de los Picapiedra y los Mármol, quienes sospechan que Brickrock pueda haber asesinado a su esposa y depositado su cadáver en un misterioso baúl. Una noche, Pedro y Pablo se infiltran en la casa de al lado para descubrir, horrorizados, el esqueleto de un mastodonte y el sarcófago de una momia egipcia, aunque no encuentran el cuerpo de la Señora Brickcock quien, finalmente, ha tenido que marcharse precipitadamente para cuidar de su madre enferma. El episodio se cierra con un epílogo a cargo de Brickrock, un homenaje a su serie de televisión "Alfred Hitchcock Presents" y en el que se incluye un guiño a una de sus más famosas películas, "Los Pájaros".

martes, 5 de agosto de 2008

Vivian Vance, la casera del 623 East 68th Street

Poseer un edificio de apartamentos en pleno corazón de Manhattan no ha sido nunca tarea fácil. Si no, que se lo digan a Vivian Vance, que durante 176 de los 181 episodios producidos de la mítica "I Love Lucy" fue la casera del matrimonio formado por Ricky y Lucy Ricardo en el 623 East 68th Street. Si a las obligaciones cotidianas de una propietaria residente en el edificio -cuidar de la caldera de calefacción, el mantenimiento de las escaleras y el hall o llevar la contabilidad y el cobro de los alquileres- le añadimos tener que lidiar en los peligrosos ruedos en los que acostumbra a meterla su arrendataria del apartamento 4-A, la situación puede convertirse en una auténtica bomba de relojería constantemente a punto de estallar. Así, Vivian Vance interpretó desde 1951 hasta 1957 el entrañable personaje de Ethel Mertz, la amiga, confidente y cómplice -incluso en algunas actividades cercanas a la ilegalidad- de la protagonista Lucille Ball. En definitiva, la sidekick ideal. Vance compartió la immensa popularidad alcanzada durante sus años en "I Love Lucy" con el actor William Frawley, quien interpretaría el personaje de su marido, Fred Mertz. Frawley, un actor entrado en la sesentena con una larguísima carrera a sus espaldas como actor de reparto desde los tiempos del cine mudo, formó con Vivian Vance una de las parejas artísticas más queridas por el público americano, a corta distancia de los mismísimos Lucille Ball y Desi Arnaz. Fred y Ethel Mertz son un maduro matrimonio cargado de todo el desengaño, la desidia y la ironía propias de las parejas que llevan treinta años de convivencia y quienes, en sus años mozos, se habían dedicado al show bussiness. Ello permitió a Vance y Frawley lucirse, muy a menudo, en improvisados números de vaudeville que resultaban extraordinariamente bien recibidos por la audiencia, que veía en los Mertz un apunte extraído de la realidad cotidiana ante los disparates y desaguisados organizados por sus vecinos del piso de arriba. Vivian Roberta Jones nació en Cherryvale, Kansas, en 1909. Pese a la oposición de su familia, consiguió trabajo como actriz en Tulsa y, más tarde y ya casada con el que sería el primero de sus tres maridos, en Albuquerque. El gran éxito que obtuvo actuando en la compañía del Albuquerque Little Theatre le proporcionó los medios económicos que necesitaba para desplazarse a Nueva York y poder estudiar como pupila de la prestigiosa actriz Eva Le Gallienne. En Nueva York comenzó a trabajar en diferentes musicales de Broadway en papeles de reparto -"Anything Goes", "Music in the Air" o "Hooray for What!", entre otros- durante la década de los treinta. El escenario continuó siendo su salida profesional durante los años cuarenta, hasta que en 1950 c0menzó una larga y provechosa relación con el medio televisivo que alternó con escasas y no muy relevantes incursiones en la gran pantalla. En 1951, Lucille Ball y Desi Arnaz estaban buscando a la pareja que tendría que acompañarles en la nueva serie de televisión que preparaban bajo la batuta de la CBS. Vance no fue la primera elección para el personaje de Ethel Mertz, dado que Lucille Ball deseaba ofrecer el papel a su buena amiga Bea Benaderet -más tarde, la voz original de Betty Rubble en "Los Picapiedra"- pero otros compromisos profesionales la obligaron a declinar la oferta. El papel sí fue entonces para Vivian Vance, sugerida al propio Desi Arnaz por el productor de la serie, Jess Oppenheimer, quien había visto a la actriz en el teatro en la obra "The Voice of the Turtle". La serie se estrenó con un éxito arrollador en octubre de ese mismo año, obteniendo los mejores lugares en los ratings de audiencia semanales y colocando a sus protagonistas en la cresta de la popularidad. Vance obtuvo un premio Emmy a la Mejor Actriz de Reparto por su papel de Ethel Mertz en 1953, siendo nominada hasta tres veces más antes de que la producción fuese cancelada en 1957.
Vivian Vance continuó trabajando junto a Lucille Ball y Desi Arnaz después de "I Love Lucy" en los especiales que se realizaron repitiendo sus mismos personajes y, a partir de 1962, en la nueva serie "The Lucy Show", donde asumió el rol de Vivian Bagley -el primer personaje divorciado de la historia de la televisión- y ya sin Desi Arnaz (divorciado de Lucille Ball desde 1960). A pesar de la tentadora oferta que se le hizo -junto a William Frawley- de disponer de su propio show como Fred y Ethel Mertz, el spin-off no llegó a realizarse ante la negativa de la actriz, a quien ni siquiera logró convencer el entusiasmo demostrado por Frawley. Vance siguió trabajando con Ball en su nuevo programa hasta 1965, y todavía una vez más en "Here's Lucy", en antena desde 1968 hasta 1974, sin acobardarse por el cáncer de pecho que le fue diagnosticado en 1969. A partir de 1975, trabajó muy poco a consecuencia de su mala salud, empeorada por una embolia que la dejó parcialmente paralizada en 1977. Vivian Vance murió en Belvedere, California, el 17 de agosto de 1979 a los 70 años de edad.

lunes, 4 de agosto de 2008

La Tierra contra "Los Invasores"

Un automóvil transita, en una oscura noche, por una desértica carretera en algún lugar del medio oeste de los Estados Unidos. Su conductor, David Vincent, un joven arquitecto agotado por el cansancio y vencido por el sueño. Circulando por lo que cree que será un atajo a su destino, se da de bruces con la increíble visión de un enorme platillo volante posándose sobre la tierra yerma que se extiende ante él. Se trata de seres inteligentes, procedentes de un mundo lejano que está desapareciendo. Su única posibilidad de sobrevivir está en conquistar nuestro planeta y colonizarlo a partir de una invasión solapada, lenta pero segura, emmascarados en su apariencia perfectamente humana. David Vincent tiene que prevenir al mundo de lo que ha visto y de lo que sabe, pero... ¿quién va a creerle?
Este es el prometedor arranque del primer episodio de "The Invaders", emitido el 10 de enero de 1967 y que immediatamente contó con el beneplácito de la crítica y el público. La posibilidad planteada por la serie de que nuestro planeta podría ser objeto de codicia por parte de una inteligencia alienígena superior a la nuestra atrapó a una audiencia ya familiarizada con el tema gracias a las producciones de ciencia ficción que se habían apoderado de las salas de exhibición cinematográfica desde los primeros años cincuenta. "The Invaders", con su sencillo planteamiento que evitaba caer en la trampa de un exceso de efectos especiales y de argumentos totalmente increíbles, aportó a un público altamente motivado considerables dosis de intranquilidad, pues la situación que proponía la serie podía estar ocurriendo en aquellos mismos momentos sin que nadie pudiese estar percatándose de ello. En la primavera de 1965, el productor Quinn Martin andaba a la búsqueda del que sería el protagonista de su nueva producción para la televisión. Tenía que ser un actor alto, apuesto y de masculino atractivo sobre el que recaería el peso interpretativo de la serie, acompañado en cada episodio por diferentes estrellas invitadas (finalmente, una larga lista de grandes nombres como Michael Rennie -un guiño a su personaje en "Ultimátum a la Tierra"- Diane Baker, Suzanne Pleshette o Burgess Meredith). De modo casual, entró en contacto con Roy Thinnes, un actor que respondía a las exigencias del personaje y que se hallaba entonces interpretando la serie "The Long Hot Summer", producción que tuvo que ponerse a buscar, a toda prisa, otro actor para sustituirle en la adaptación de la obra de Tennessee Williams. Thinnes se unió al equipo de Quinn Martin Productions, que trabajaba en los estudios Samuel Goldwyn en la construcción de los costosos decorados para las escenas de interiores, especialmente los de las naves extraterrestres. Para conseguir el mayor realismo posible en las escenas con los platillos volantes, se hicieron tres modelos de distintos tamaños, utilizados en función de las necesidades de cada secuencia en la que iban a aparecer. Los guiones de los episodios fueron encargados a diferentes autores partiendo de la idea original de Larry Cohen, quien se había puesto en contacto con el Instituto de Estadística de los EUA para aseverar el dato de que uno de cada cuatro ciudadanos americanos aseguraba haber visto un OVNI en algún momento de su vida. Uno de los más inquietantes elementos de "The Invaders" radicaba en las especiales características de los invasores alienígenas, a simple vista tan humanos como cualquiera de nosotros. David Vincent, el protagonista interpretado por Roy Thinnes, acaba por establecer algunos ítems básicos para diferenciarles de los terrícolas: no tienen pulso ni ritmo cardíaco, dado que carecen de corazón, su dedo meñique está inseparablemente unido a su anular y, cuando mueren, se desintegran en una brillante luz roja. "The Invaders" fue un considerable fenómeno que comportó el lanzamiento de distintos productos de merchandising, siendo tal vez los más populares la maqueta del platillo volante alienígena -fabricada por Hobby y Aurora, entre otras marcas- y la serie de comics editada entre 1967-1968 por la Gold Key. La serie se prolongó en la ABC durante dos temporadas, hasta la emisión del último capítulo el 26 de marzo de 1968. Con el paso del tiempo, "Los Invasores" se ha convertido en una clásico de la pequeña pantalla, en el que se han inspirado muchas producciones posteriores, tanto para el cine como para la televisión.

domingo, 3 de agosto de 2008

Una O'Connor: el temperamento irlandés

Desconfiados, cascarrabias, resabiados y puñeteros, los personajes que Una O'Connor encarnó en la gran pantalla estaban impregnados de las raíces irlandesas de esta notable actriz, cuya carrera sobre los escenarios llegó a ser tanto o más importante que la que desarrolló en el cine. O'Connor, dueña de una particular e impertinente voz que supo adaptar a las especiales características de los papeles que se le ofrecían, destacó en numerosos roles secundarios como el ama de llaves o señora de compañía eternamente enfadada con el mundo. En este sentido, resultan inolvidables sus creaciones en "Bride of Frankenstein" y "The Invisible Man", ambas bajo la dirección de su buen amigo James Whale, a las órdenes de Billy Wilder en "Testigo de Cargo", de la mano de Michael Curtiz en "The Adventures of Robin Hood", de George Cukor en su versión de "David Copperfield" o bajo la batuta de John Ford en "The Informer". En todas estas y otras muchas producciones, Una O'Connor dejó sentado un arquetipo único e irrepetible dotado de tal anacronismo que lo hacía funcionar con la precisión de un reloj suizo sin tener en cuenta el período histórico en el que se emmarcaba la acción del film. Nacida Agnes Teresa McGlade en Belfast, Irlanda, en 1880, creció en el seno de una familia católica nacionalista, adoptando su nombre artístico al pasar a formar parte de la compañía del Abbey Theatre de Dublín. Trabajó en los escenarios durante muchos años, curtiéndose en teatros de Irlanda e Inglaterra hasta que, en 1930, apareció en la película de Alfred Hitchcock "Murder" y, más tarde, en la producción de Frank Lloyd de la obra de Noel Coward "Cavalcade". Esta última supuso para Una O'Connor el inmediato reconocimiento internacional en un film que se alzó con tres premios de la Academia, uno de ellos a la Mejor Película de 1933, lo que la hizo acreedora de un pasaporte a Hollywood donde se presentó ante el público estadounidense con "Horseplay".
Pese a contener apariciones en films absolutamente intrascendentes, la carrera americana de O'Connor está plagada de grandes éxitos a los que aportó su maestría como comedy relief: en "Bride of Frankenstein" (1935) como la criada metomentodo de un Colin Clive en plena relación de amor-odio con su criatura de laboratorio, Boris Karloff, y en "The Adventures of Robin Hood" (1938) como el aya de una Marian-Olivia de Havilland rendida a los encantos de un Robin de Locksley interpretado por el bellísimo Errol Flynn. Más tarde, sería la madre de un acobardado Charles Laughton en "Esta tierra es mía" (1943), actor al que volvería a acompañar en "The Canterville Ghost" (1944). Como la mayoría de los grandes intérpretes de reparto de la industria del cine, O'Connor comenzó a trabajar para la televisión a finales de la década de los cuarenta. Sus pocas apariciones en la gran pantalla a partir de ese momento son prácticamente irrelevantes, incluyendo una curiosa escapada a Italia en 1952 para participar en una comedia rodada en Cinecittà, "Don Calogero", junto a Barry Fitzgerald. Tendría que llegar 1957 para que le fuese ofrecido un gran personaje de absoluto lucimiento en la que sería su última película, "Witness for the Prosecution", dirigida por Billy Wilder y en la que brillaría especialmente entre unos inmensos Charles Laughton, Tyrone Power, Marlene Dietrich y Elsa Lanchester. Esta adaptación de la obra de Agatha Christie le permitió retomar el rol de Janet McKenzie, la mucama sorda y gruñona de una adinerada viuda londinense víctima de asesinato, que tan buenas críticas le había reportado durante el período 1954-1956 en el escenario del Henry Miller's Theatre de Broadway.
Una O'Connor se retiró después de su participación en el film de Wilder, falleciendo en Nueva York el 4 de febrero de 1959 a los 78 años de edad.

sábado, 2 de agosto de 2008

Weird Toons # 15: "Boris Badenov & Natasha Fatale"

A finales de la década de los cincuenta y comienzos de la de los sesenta, el auge de las películas de agentes secretos llegó a su plenitud, sin duda auspiciado por la escalada de la Guerra Fría y, más tarde, el éxito de la serie de James Bond 007 protagonizada por Sean Connery. Muchos fueron los cartoons que se apuntaron a la moda del espionaje internacional, destacando entre todos ellos las producciones de Jay Ward "Rocky and his Friends" (1959-1961) y "The Bullwinkle Show" (1961-1964). En estas series de animación, la ardilla voladora y el alce protagonistas se enfrentaban sin tregua a esta pareja de malvadísimos espías de apelativos y reminiscencias indudablemente soviéticas y que trabajaban a las órdenes del oscuro gobierno del imaginario país de Pottsylvania. Para conseguir ejecutar sus planes, no dudarán en utilizar las más retorcidas y despiadadas artimañas, generalmente echando mano de los más ridículos y previsibles disfraces.Natasha -alta, delgada, misteriosa y atractiva- está inspirada en la actriz Tallulah Bankhead. Incluso su costumbre de llamar a todo el mundo darling es un guiño a la atrevida y mundana estrella cinematográfica de los años treinta. Natasha parece ser sensiblemente más lista y prudente que su compañero Boris -con quien nunca llegaremos a saber, a ciencia cierta, qué clase de relación mantiene exactamente- aunque comparte con él su pasión por planear y ejecutar los más delictivos actos criminales. Boris, en cambio, es menos reflexivo que su adlátere femenino, lo que le lleva a cometer frecuentes e irreparables meteduras de pata. Su carácter explosivo y su particular acento son un homenaje al actor de orígenes armenios Akim Tamiroff. Estos personajes fueron doblados por June Foray y Paul Frees. Los programas de Rocky y Bullwinkle fueron los más famosos jamás producidos por la factoría de Jay Ward, de la que salieron otras series animadas como la disparatada "Super Chicken", la popular "George of the Jungle", "Crusader Rabbit" o "Tom Slick", y en la que también nacieron personajes para la publicidad de marcas comerciales como el Cap'n Crunch de los famosos cereales de la Quaker Oats Company.