sábado, 2 de enero de 2010

"Topo Gigio: Esta es su vida"


Existe un refrán de la sabiduría popular castellana, "todo es el del color del cristal con que se mira", que es una verdad del tamaño de un templo y que nadie puede ignorar. Y es que a los niños de los años sesenta en la España oprimida, oscura y castrante de los últimos coletazos agónicos de la dictadura franquista nunca nos pareció que las cosas fueran así. Por supuesto, crecimos y nos enteramos de que nuestros proletarios padres habían corrido delante de los grises en manifestaciones sindicales duramente reprimidas que acababan bañadas en sangre, que muchos de ellos durmieron en el suelo de los calabozos de las jefaturas de policía junto a un cubo y un periódico viejo, y que el anciano decrépito cuya imagen presidía nuestras aulas escolares firmaba sentencias de muerte para los opositores a su régimen mientras se ventilaba una paella valenciana, parece ser que su plato favorito. Pero a nuestros tiernos seis o siete añitos, la vida en España era maravillosa: los chicles Dunkin venían con figuritas de plástico para jugar (entonces, la palabra "coleccionar" no tenía ningún sentido), los cines echaban dos películas en lugar de una sola, y la televisión reinaba como la fábrica de sueños por antonomasia que nos ofrecía un universo en blanco y negro que nunca pensamos que llegara a tener color, un universo habitado por la perrita Marilyn, los Chiripitifláuticos, la irremplazable María Luisa Seco, la Familia Munster y Huckleberry Hound.
Entre las estrellas infantiles que brillaron intensamente en los oropeles catódicos de la Televisión Española de hace cerca de cincuenta años, destacó un producto de importación que llegó a ser tan conocido como la pasta, la pizza o la mozzarella de su país de orígen, un entrañable elemento de grandes orejas y largos bigotes que respondía al nombre de Topo Gigio, y que se hizo tan inmensamente popular que su fama trascendió las fronteras de su país natal dando la vuelta al mundo en un carrusel de éxito que se prolongó durante varias décadas. Su creadora, la veneciana Maria Perego, dio forma a su personaje en 1961, cuando buscaba una nueva técnica que permitiera dar mayor realismo a los títeres sin necesidad de utilizar los antiestéticos hilos que tantos problemas visuales daban en televisión. Perego desarrolló una variante del sistema empleado por la titiritera austríaca Herta Frankel para sus programas televisivos, mediante la cual un fondo negro permite al marionetista trabajar sin cables ni alambres dotando de gran expresividad a los movimientos de los muñecos que anima. Perego, así, dio vida a un ratoncito sensible y de gráciles y delicados movimientos que hablaba pausadamente -con la voz prestada del actor Peppino Mazzello- y que mostraba unos encantadores, enormes y transparentes ojos azules de larguísimas pestañas que lograron hipnotizar a la audiencia ya desde su primera aparición en el programa-estrella de la RAI "Canzonissima", suerte de varietà televisivo donde actuaban las principales figuras del espectáculo italiano, desde Mina hasta Walter Chiari pasando por Domenico Modugno o Adriano Celentano, y que años más tarde, ya en la década de los setenta, llegaría a presentar mano a mano con la mismísima Raffaella Carrà.
  
Topo Gigio no tardó en tener sus propios programas en televisión, producciones dirigidas principalmente al público infantil pero que gracias al carisma de tan singular personaje sobrepasaron el ámbito de los más pequeños para ser consumidas por toda la familia. De esta manera, sus irresistibles caídas de ojos, sus oraciones a San Peppino (un guiño al actor que le daba voz), su tierna e inocente pasión por Brigitte Bardot y su modo de interactuar con sus contrapuntos humanos encandilaron a toda una Italia fascinada que le encumbró prácticamente al nivel de gloria nacional dando lugar al lanzamiento al mercado de toda clase de productos de merchandising e inundando todos los rincones con su ya archipopular imagen.
Dado este éxito, el salto a las televisiones de otros países era inevitable, recibiendo la primera y sonada oferta desde los Estados Unidos en 1964 para aparecer en el mítico programa The Ed Sullivan Show (con quien aparece junto a estas líneas), viajando después a muchos países de la América Latina como Argentina, Venezuela, Perú, Ecuador o Brasil donde sus programas se emitieron durante más de veinte años. En México disfrutó de un período dorado que le llevó a ser invitado al programa infantil más popular de la historia de la televisión mexicana e ídolo indiscutible de la chiquillería azteca, "El Chapulín Colorado", y en Chile compartió la pantalla con el prestigioso locutor Raúl Matas en su exitosa emisión "Una vez más". Su llegada a España supuso otro triunfo de clamor, debutando junto a la veterana presentadora Ana María Solsona en el programa de TVE "Amigos del Martes" y pasando pronto a tener también su propio espacio en horario infantil, convirtiéndose en la más popular de las estrellas televisivas infantiles de la época.
La decadencia, inherente a todas las grandes personalidades del espectáculo, afectó también a Topo Gigio, que comenzó a verse relegado a finales de los años setenta por nuevas y emergentes estrellas de la televisión que venían pisando muy fuerte en forma de cartoons japoneses como "Mazinger-Z!, "Heidi" o "Marco", coloristas y espectaculares producciones animadas que fueron barriendo a los ingenuos títeres de antaño de las parrillas de programación. Sin embargo, Topo Gigio experimentó un repentino auge mundial a caballo entre las décadas de 1980 y 1990, en parte gracias a los esfuerzos y la tenacidad de su creadora, Maria Perego, quien había tenido el acierto de retener para sí los derechos de su personaje -derechos que aún hoy en día gestiona- y que supo adaptar a los gustos y preferencias del público infantil del momento aprovechando para lanzar una colección de libros educativos y para reverdecer laureles en la televisión. En España, Topo Gigio apareció como invitado en numerosas ediciones del programa "Xuxa Park" presentado por la singular vedette brasileña y con la que el pobrecito ratón tuvo que lidiar añadiendo un componente descaradamente sexual, muy propio, por otro lado, de los programas de la inefable Rainha dos Baixinhos. Su reaparición más exótica, en cualquier caso, se produjo en la televisión japonesa -como Toppo Jijjo- en dos series de dibujos animados emitidas en 1988 y 1989.
En la actualidad, Topo Gigio no es conocido por las nuevas generaciones de infantes consumidores de violentos y poco sentimentales juegos para Play StationNintendo DS o Wii, y para los cuales el candor y la ingenuidad del ratón italiano es algo que queda, desgraciadamente, ya muy fuera de su alcance. El único contacto que pueden tener con él es a través del recuerdo nostálgico de sus padres, un recuerdo que, como todos, alberga cierta tristeza por la irremediable y definitiva pérdida de una manera de hacer televisión infantil a distancias astronómicas de la que se practica hoy en día, y de la cual el pequeño ratón -que no un "topo", por cierto, no hay más que coger el diccionario italiano para comprobarlo- fue uno de sus más reconocibles iconos.