domingo, 11 de enero de 2009

"Me llamo Bond, James Bond..." (# 3)

3- ROGER MOORE:
El tercer James Bond ya era un rostro muy popular entre el público internacional cuando tomó el relevo de Sean Connery, quien dejó la serie después de "Diamantes para la eternidad", en 1971. El actor inglés afincado en los Estados Unidos Roger Moore había debutado en Hollywood en 1945, apareciendo como actor secundario en diferentes producciones, destacando especialmente su participación al lado de Elizabeth Taylor en "La última vez que vi París" (1954) y de Lana Turner en "Astucias de mujer" (1956). Dejando aparte su aparición al lado de tan ilustres damas de la pantalla, la carrera cinematográfica de Moore no acabaría de despegar, naufragando tristemente de papel intrascendente a película fallida. Su oportunidad de convertirse en una auténtica estrella llegó a través de la televisión, medio que a finales de la década de los cincuenta y comienzos de la de los sesenta se convertiría en refugio de infinidad de actores y actrices de la gran pantalla que pugnaban por abrirse camino hacia la fama. Así pues, regresó a su Inglaterra natal en 1957 para hacerse cargo del papel protagonista de la serie televisiva "Ivanhoe", que le lanzó al estrellato a ambos lados del Atlántico, y en la que retomaba el personaje que había popularizado Robert Taylor en una colorista producción de la Metro-Goldwyn-Mayer de 1952.
Pero el personaje que le daría verdadera fama universal sería el de Simon Templar en "El Santo", producción de la ITC británica que fue emitida originalmente desde 1962 hasta 1969. Basada en la serie de relatos del escritor Leslie Charteris, "El Santo" narraba las aventuras de un remedo moderno de Robin Hood metido a investigador privado con una especial habilidad para la técnica del disfraz. La serie fue un éxito de clamor, emitiéndose en más de sesenta países y con un total de 120 episodios, resultando la segunda serie televisiva producida en el Reino Unido de mayor duración, tan solo superada por la longeva "Los Vengadores". El personaje de Simon Templar permitió a Moore desplegar todo su encanto masculino y su capacidad para dotar a sus personajes de una fina ironía y un sarcasmo no exento de cierta indiferencia, cualidades que aprovecharía más tarde para componer su particular versión del carácter de James Bond 007. Atenido a un prototipo que funcionaba a las mil maravillas, Moore ofreció una variante del mismo en otra serie para la pequeña pantalla, "Los Persuasores" (1971), junto a Tony Curtis, en la que ambos encarnaron a un par de millonarios metidos a detectives privados con una notable debilidad por socorrer a bellísimas mujeres en apuros, a las que -por descontado- exigían derecho de pernada a cambio de sus servicios profesionales.
La oferta de Harry Saltzman y Albert R. Broccoli para hacerse cargo del personaje del agente secreto 007 llegó en 1973 con la producción de "Vive y deja morir", la primera de las siete entregas Bond protagonizadas por Roger Moore con innegable éxito, avalado -con toda seguridad- por la imagen que el público se había formado del actor, especialmente gracias a "El Santo". La nueva etapa de James Bond con Moore al timón ofreció sensibles cambios en la idiosincrasia del personaje. Los tiempos habían cambiado, y los primeros años setenta habían asumido los históricos movimientos sociales de la década precedente, los cuales pedían a gritos una revisitación de las costumbres del agente 007 al servicio de Su Majestad Británica. Así, el Bond de Roger Moore es más afable y menos estirado que el que compuso Sean Connery, además de gozar de un saludable sentido del humor del que su antecesor carecía completamente. Y, resultando tal vez la novedad más evidente de la nueva era Bond, su relación con las féminas se había suavizado considerablemente, abandonando en gran parte la carga de prepotencia y machismo imperante en las anteriores producciones. De esta manera, las chicas Bond de Roger Moore pasan a ser compañeras de fatigas profesionales o rivales a su misma altura, en lugar de representar a los sumisos objetos sexuales o las mega-harpías de manual del pasado, destacando particularmente Jane Seymour, Britt Ekland, Barbara Bach o Lois Chiles como las representantes de este nuevo estilo de mujer, acorde con las reivindicaciones que en todos los ámbitos sociales venían haciéndose desde el colectivo femenino.
Las películas Bond de Roger Moore, especialmente a partir de "Moonraker" en 1979, en la que el agente 007 viaja al espacio exterior, se dotaron con elementos fruto de la pasión por la tecnología unida a la paranoia terrorista que se propagó mundialmente con la llegada de los años ochenta. Si en las películas de Connery habíamos visto gadgets de diseño imposible aplicados al mítico Aston Martin conducido por James Bond, e incluso un helicóptero de bolsillo que cabía dentro de una maleta, ahora íbamos a conocer naves espaciales cargadas con toneladas de gas letal listo para matar a millones de personas o dispositivos preparados para provocar un gigantesco terremoto en California y eliminar la competencia que para la industria soviética significan los microchips fabricados en Silicon Valley.
Después de las siete películas que Roger Moore protagonizó como James Bond con la total complicidad del público -que había reportado a las arcas de Saltzman y Broccoli una immensa fortuna recolectada en taquilla- era evidente que la edad del actor comenzaba a ser un problema. A los 58 años no podía permitirse el lujo de seguir interpretando al dinámico y atractivo agente secreto, lo que obligó a jubilarle con todos los honores y a buscarle un sustituto, que resultó ser el actor Timothy Dalton. Las siete entregas de Moore -"Vive y deja morir" (1973); "El hombre de la pistola de oro" (1974); "La espía que me amó" (1977); "Moonraker" (1979); "Sólo para sus ojos" (1981); "Octopussy" (1983), y "Panorama para matar" (1985)- sumadas a las seis de Sean Connery y a la que protagonizó George Lazenby, arrojaban ya un total de catorce películas, convirtiendo a James Bond en uno de los personajes más prolíficos de la historia del cine, cifra que actualmente se eleva a veintidós producciones para la pantalla grande interpretadas por seis distintos actores.