viernes, 24 de octubre de 2008

Vincent Price, la voz del terror

Nunca dejaré de proclamar a los cuatro vientos mi eterna admiración por una de las figuras más versátiles, completas y fundamentales de la historia del cine norteamericano, Vincent Price, actor de larguísima carrera que han admirado varias generaciones de espectadores arrobados por su capacidad para cambiar de registro interpretativo, pasando de la comedia más frívola al melodrama más absoluto, y de este al horror más espeluznante con una envidiable soltura. Nacido en 1911 en St. Louis (Missouri), su primera oportunidad en el cine tuvo lugar en 1938 en "Service de Luxe", junto a Constance Bennet, dando entonces comienzo una carrera trufada de grandes papeles que le consagraría como uno de los mejores intérpretes del Hollywood clásico. Si bien a partir de los años sesenta su carrera dio un giro radical que le hizo situarse como uno de los nombres imprescindibles del cine de terror, recogiendo el testigo de manos de Bela Lugosi y Boris Karloff, no debe olvidarse que Price se había trazado, hasta ese momento, una excelente carrera dramática en el teatro así como en la gran pantalla, donde había resultado un eficacísimo actor de reparto -opacando, en la mayor parte de sus trabajos, a los protagonistas de los films en los que intervenía- en asuntos melodramáticos y en varias joyas del film noir, género en el que destacó, especialmente, en su papel de Shelby Carpenter en "Laura" (Otto Preminger, 1944), y de nuevo junto a Gene Tierney en "Que el cielo la juzgue" (John M. Stahl, 1945), donde lograba una gran creación de su personaje del fiscal Russell Quinton. Así, Price se había ganado una merecidísima reputación como excelente actor, avalado, además, por un impresionante aspecto físico y por una voz absolutamente personal que sabía modular como nadie para extraer de ella todos los excepcionales matices que aportaba a sus interpretaciones.
En su primer contacto con el cine de horror, Price apuntó maneras en una visita a "La Torre de Londres" (Rowland V. Lee, 1939) junto a otras glorias del género ya consagradas como el gran Karloff y Basil Rathbone. En este terrorífico melodrama de corte histórico, Vincent Price fue un más que convincente Duque de Clarendon en una historia de maquiavélicas pugnas por apoderarse del trono de Inglaterra en el siglo XV. Más tarde, dirigido por Mankiewicz en "El Castillo de Dragonwyck" en 1946, y otra vez al lado de Gene Tierney, compuso un oscuro personaje, el aristócrata Nicholas Van Ryn, en esta trama tejida alrededor de un antiguo secreto familiar, mientras que en la archipopular y colorista producción Metro "Los Tres Mosqueteros" (George Sidney, 1948) personificó con gran convencimiento a un Cardenal Richelieu de sonrisa cortante como una navaja junto a Lana Turner, nunca más bella que en la piel de la diabólica Milady de Winter soñada por Alejandro Dumas.Los años cincuenta fueron de espectaculares aportaciones técnicas al arte del cinematógrafo. Entre otras publicitadas novedades que están en las enciclopedias de cine únicamente por la mera anécdota de su fugaz paso por las salas de exhibición, destacó el sistema 3-D, incómodo formato que debía contar con la connivencia del público en colocarse unas grandes gafas de acetato con las cuales se podía reproducir una discutible visión tridimensional. La primera de estas producciones fue "Los Crímenes del Museo de Cera", dirigida en 1953 por André de Toth y con un Vincent Price entregado al personaje de Henry Jarrod, el artista escultor de figuras de cera que, presa de la locura, tiene que volver a crear sus esculturas destruídas en un incendio para reabrir su inquietante museo, aunque lo hará utilizando como base cuerpos humanos no todos ellos robados de la morgue municipal. Aparte del bluff que representó el fracaso del 3-D, la película ha quedado como un clásico indiscutible del cine de terror y la piedra angular en la que se asienta la carrera de Vincent Price a partir de ese momento. Apoyado por un excelente maquillaje obra de Gordon Bau, Price ofrece un recital interpretativo acompañado por Carolyn Jones, Phillys Kirk, Frank Lovejoy y un todavía desconocido Charles Bronson (aquí, aún con su verdadero nombre, Charles Buchinsky) en el papel del siniestro ayudante de Jarrod, el mudo Igor.
Mientras comienza una fructífera colaboración con el medio televisivo alternando con sus papeles en la gran pantalla apariciones en programas como "Alfred Hitchcock Presents" o "General Electric Theater", la década de los cincuenta aún ofrecerá a Vincent Price un papel de relevancia en el más estruendoso circo histórico del señor De Mille, "Los Diez Mandamientos" (1956) donde será Baka, el arquitecto del Faraón que se prenda de los encantos de una bellísima Lilia-Debra Paget que ya ha decidido entregar su corazón a un no menos bello Josué-John Derek, todo ello sobre un fondo de gigantescos decorados a la medida de la megalomanía de su realizador. Antes de concluír la década protagonizará "House on Haunted Hill" (1959), otro pequeño clásico del horror dirigido por el sorprendente William Castle. El año 1960 marcará el inicio de su colaboración con el productor y director Roger Corman, un nombre clave en el cine fantástico cuyas adaptaciones de las más famosas obras del genio literario del terror, Edgar Allan Poe, sentarían las bases del futuro del género en unos parámetros que, en muchos casos, han llegado prácticamente intactos hasta la actualidad. Los filmes de Corman, artesanos y, a menudo, de bajo presupuesto, han ofrecido en sus trabajos con Price como protagonista absoluto algunos hitos del cine de horror colorista y casi psicodélico de los sesenta, contando generalmente para las tareas de guionista con el prestigioso autor Richard Matheson y, ocasionalmente, con el mismísimo H. P. Lovecraft. "La Caída de la Casa Usher", "El Cuervo", "Historias de Terror", "La Máscara de la Muerte Roja" o "El Pozo y el Péndulo" son magníficos ejemplos del estilo de hacer cine del peculiar Corman, siempre con el sello de su productora American International Pictures y con la presencia, en papeles de mayor o menor envergadura, de viejas glorias del género como Boris Karloff, Basil Rathbone o Peter Lorre.
Vincent Price se verá, después de concluída su larga colaboración con Roger Corman, definitivamente encasillado en el fantástico, situación que, lejos de incomodarle, él mismo fomentará participando en cuantas producciones se le ofrecen, algunas de ellas, todo hay que decirlo, de mediocre factura. Sigue trabajando regularmente para la televisión, y aceptará el papel de Egghead, uno de los super-villanos de la serie "Batman" en siete episodios durante el período 1966-1967. En cine, fue en dos ocasiones "El abominable Dr. Phibes" (1971) y en su secuela "Dr. Phibes rises again" (1972), y apareció en un festival pop que se llamó "Dr. Goldfoot and the Bikini Machine" (1965), suerte de delirio pseudoerótico-musical dirigido por Norman Taurog y coprotagonizado por el cantante Frankie Avalon y que, inexplicablemente, tuvo su segunda parte en ese mismo año, "The Wild Weird World of Dr. Goldfoot".
Price trabajó incansable en cine y televisión durante los años ochenta, incluso cuando su avanzada edad aconsejaba tomarse con más calma su carrera profesional. Puso voces en producciones animadas (fue el fantasma Vincent Van Ghoul en 13 episodios de la serie "The Thirteen Ghosts of Scooby-Doo", en 1985) y acompañó a otras dos ilustres figuras de Hollywood, Bette Davis y Lillian Gish, en la más que otoñal "The Whales of August" (Lindsay Anderson, 1987). Su último papel fue el del científico que creó a "Eduardo Manostijeras" (1990), una delicada y muy personal despedida del cine a través de la sugerente y poética visión del genial Tim Burton. Price había ya prestado su voz, en 1982, al protagonista de uno de los cortometrajes animados de Burton, precisamente llamado "Vincent" en homenaje al actor.
Vincent Price, que era, además, un excelente gourmet y un apasionado jardinero, contrajo tres veces matrimonio a lo largo de su vida -el último de ellos con la actriz Coral Browne- y tuvo dos hijos, Vincent y Victoria. Murió en Los Angeles el 25 de octubre de 1993 de cáncer de pulmón, al parecer provocado por su adicción al tabaco.