jueves, 31 de julio de 2008

Norma Varden: empaque de gran señora

Con su immensa dignidad y flema británicas puestas al servicio de multitud de personajes, Norma Varden fue la única posible sucesora de Margaret Dumont. Su aspecto de matrona victoriana y su capacidad innata para caer en la cursilería -eso sí, del modo más elegante- la hicieron ideal para elaborar un prototipo de dama de clase alta que, a diferencia de la gran Dumont (a costillas de la cual se reían los Hermanos Marx), sabía mofarse de sí misma cuando la ocasión lo requería. Varden aportó a Hollywood un barniz de juego de té de porcelana china y de british cookies tomadas con guante blanco de una bandeja de plata imprescindible en muchísimas comedias producidas en los años cincuenta y sesenta, junto a otras importaciones made in Britain de la calidad de Hermione Gingold o Margaret Rutherford. Nacida en Londres en 1898, Norma Varden fue una niña prodigio que a muy corta edad tocaba el piano, por lo que sus progenitores decidieron enviarla a estudiar música a París. Años después, decidiría cambiar la vocación musical por la de la interpretación, viendo en esta última mayores posibilidades de encontrar una salida profesional. Su debut en el West End londinense se produjo en 1920, pasando a formar parte de la compañía del Aldwych Theatre en la cual se establecería desde 1929 hasta 1933. En 1931 había comenzado a trabajar en películas británicas en las que -abocada a lo que sería una constante en su carrera- aparecía, generalmente, en roles de dama de la alta sociedad.Una visita a California buscando el clima cálido de la costa del Pacífico para tratar de restablecer la salud de su madre -ya viuda- a principios de los años cuarenta la decidió a permanecer en Hollywood, donde pronto fue una presencia notable en películas como "Casablanca", "The White Cliffs of Dover" o "Forever Amber". En 1951 se puso a las órdenes de Alfred Hitchcock en "Strangers on a train", y en 1953 fue Lady Beekman, la encopetada esposa de Charles Coburn, en la deliciosa comedia de Howard Hawks "Los Caballeros las prefieren rubias" junto a Marilyn Monroe y Jane Russell. En 1957 sería Emily French, la adinerada víctima de los manejos de Tyrone Power y Marlene Dietrich en "Testigo de Cargo", de Billy Wilder. Su último personaje de relevancia fue en "Sonrisas y lágrimas" (1965) como Frau Schmidt, el ama de llaves de la numerosa familia Trapp en el musical de Robert Wise protagonizado por otra insigne británica, Julie Andrews. En esta película, Varden estuvo a punto de hacerse con el importante papel de la Madre Superiora, aunque este, finalmente, fue a parar a manos de Peggy Wood.
Si bien la actriz inglesa no volvió a reverdecer laureles en la gran pantalla, donde aceptaría interpretar papeles casi inexistentes en unas cuantas producciones de poca trascendencia, Varden se prodigó con garbo en la television a partir de 1952, apareciendo en diferentes programas como "I Love Lucy", "The Loretta Young Show", "The Real McCoys" o "The Betty Hutton Show". En la década de los sesenta, coincidiendo con la era dórada de las series en color, apareció en algunas de las más famosas producciones para la pequeña pantalla. Desde la acción de "Batman" hasta la mágica "Embrujada", de las aventuras detectivescas de "Perry Mason" a la fantasía de "Disneyland", Norma Varden aportó su personalidad y talento a una época irrepetible de la televisión. Asimismo, interpretó con regularidad el papel de Harriet Johnson, la vecina de los Baxter, junto a Shirley Booth en la entrañable "Hazel".
Norma Varden, que se mantuvo siempre soltera, se retiró en 1969 poco después de la muerte de su madre. A partir de ese momento, se volcó en su labor como portavoz del Screen Actor's Guild, donde se esforzó en conseguir mejores beneficios médicos para el colectivo de actores y actrices retirados. Varden falleció el 19 de enero de 1989, un día antes de su 91 cumpleaños.

Carolyn Jones, genuina Morticia

De entre todas las starlettes que pasearon su belleza por la gran pantalla durante la década de los cincuenta, destacó Carolyn Jones, dotada de un talento actoral muy por encima del de la mayoría de sus condiscípulas. En unos años en los que la abundancia anatómica era moneda de cambio frecuente en los grandes estudios de Hollywood, Jones -delgada, con ojos saltones y aspecto de gorrioncillo recién caído del nido- supo hacerse un hueco en la historia del cine, sin duda ayudada por su participación en dos películas que han permanecido como referencias ineludibles del cine de horror y de ciencia ficción de los años cincuenta ("Los Crímenes del Museo de Cera  y "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos") y por una nominación al Oscar de la Academia por su papel en "The Bachelor Party" en 1957, distinción que la situó en una inmejorable posición para esperar la llegada de buenos papeles protagonistas que, sin embargo, nunca acabarían por llegar.
Carolyn Jones nació en Amarillo (Texas) en 1930. Se trasladó a California en 1947, entrando en la Pasadena Playhouse, la escuela de formación de intérpretes fundada a finales de los años veinte y conocida en Hollywood como "la factoría de estrellas". En 1952 firmó contrato con la Paramount Pictures y actuó en su primer film, "The turning point", donde apareció sin acreditación. En 1953 se casó con el que sería -años después- famoso productor, Aaron Spelling, matrimonio para el cual ella tuvo que convertirse al judaísmo. Su breve pero memorable papel en "The Big Heat" sucedió a su aparición en "House of Wax", donde sería la Juana de Arco ideal del demente profesor Jarrod, interpretado por un inspiradísimo Vincent Price, quien no dudará en cubrir el angelical cuerpo de Jones de cera ardiente para exhibirla en su museo del horror. Este remake realizado por André de Toth del clásico de 1933 protagonizado por Fay Wray resultó un éxito, tanto más por sus cualidades intrínsecas que por su proyección en 3-D, sistema ciertamente incómodo que obligaba a los espectadores a utilizar unas gafas especiales para poder disfrutar del efecto tridimensional. Este complicado formato fue publicitado a bombo y platillo en los primeros años cincuenta sin conseguir buenos resultados, siendo pronto abandonado por los estudios dado el poco rendimiento obtenido en taquilla.
En 1956 tomó parte en "Invasion of the Body Snatchers", dirigida por Don Siegel e inspirada en el serial de Jack Finney publicado en la revista Collier's. La película, uno de los mejores entretenimientos de la sci-fi de los cincuenta, no se vio libre de segundas lecturas, y muchos fueron los que vieron en ella una plasmación de la psicosis anticomunista que azotaba el país en aquellos años y de la "Caza de Brujas" del senador McCarthy. En realidad, no es más que un producto cercano a la serie B cuyos méritos se han visto exagerados por la cultura pop y el gusto por cierta estética kistch desarrollado en las últimas décadas. Con todo, la cinta sigue resultando asombrosamente interesante y, por descontado, infinitamente mejor que las posteriores versiones que del tema se han realizado.
Pese a su presencia en estos dos importantes títulos, la carrera de Carolyn Jones siguió adelante de la misma discreta manera en que se había desarrollado hasta entonces, alternando una activa presencia en la televisión con apariciones más o menos estelares en la gran pantalla: actuó para Hitchcock en "El hombre que sabía demasiado" (1956), fue la novia del gangster Mickey Rooney en "Baby Face Nelson" (1957), trabajó junto a Elvis Presley en "King Creole" (1958) y se dejó ver en la lacrimógena "A hole in the head" (1959), dirigida por Frank Capra y en la que aparecería junto a Frank Sinatra.

 
Divorciada de Spelling en 1964, en ese mismo año conseguiría el papel de Morticia Addams en la serie de televisión de la Filmways Inc. "The Addams Family", basada en los personajes creados por el cartoonist Charles Addams en los años treinta y cuyas ilustraciones cómicas se publicaban en el periódico The New Yorker. La serie fue rodada en unos estudios de alquiler (los de la General Service en Santa Monica Boulevard, rentados habitualmente a pequeñas productoras independientes) con frecuentes problemas económicos debido a su poco holgado presupuesto que no impidieron, sin embargo, que la producción se prolongara durante dos temporadas con notable popularidad entre la audiencia, en abierta competencia con su directa rival, "The Munsters".
La Morticia Addams de Jones -sensual, exquisita, inteligente y hermosa- fue uno de los grandes atractivos de una serie que no destacó especialmente por la calidad de los argumentos de sus episodios. El anzuelo para los espectadores se escondía en unos gags visuales de tono sensiblemente chabacano, pero que funcionaban en manos de unos personajes absolutamente bizarre y, en el fondo, terriblemente encantadores. La actriz se identificó completamente con su personaje, enfundada en su vestido negro y cubierto su rubio cabello por una oscura mata de pelo, sentada en su boudoir haciéndose la manicura con una lima del siete o alimentando a su querida planta carnívora Cleopatra. Bien mirado, nada del otro mundo comparado con las costumbres de los restantes miembros de tan insólita y enloquecida familia.
Carolyn Jones continuó trabajando esporádicamente a partir de la clausura de "The Addams Family" en 1966, aunque únicamente en el medio televisivo. Diagnosticada de cáncer de colon en 1981 mientras trabajaba en la serie "Capitol", tuvo que rodar muchas de las escenas de la misma en silla de ruedas. Murió el 3 de agosto de 1983, a los 53 años de edad, en su casa de West Hollywood.

miércoles, 30 de julio de 2008

Weird Toons # 14: "Do-do Bird"

El Dodo (raphus cucullatus) fue un ave autóctona de la isla Mauricio, en las Indias Occidentales. Medía alrededor de un metro de altura, y sus aproximadamente 20 kilogramos de peso no le permitían volar. Este pájaro no tenía nada más que hacer aparte de comer, engordar y reproducirse, circunstancia dada por la ausencia de depredadores en su hábitat. El Dodo fue descubierto en 1581 con la llegada de los holandeses y, más tarde, los portugueses a la isla. La actividad humana, conjuntamente con la presencia de otras especies europeas que traían consigo (cerdos, ratas, perros y gatos) diezmaron la población de estas aves, que acabaron extinguiéndose hacia la mitad del siglo XVII.
El pájaro Do-do de Warner Bros. debutó en un cartoon de Porky Pig, "Porky in Wackyland" (A Warner Bros. Looney Tunes, Robert Clampett, 1938). Su aspecto delataba a mil leguas su naturaleza freakie, y habitaba en un país del Africa más negra y profunda, Wackyland (algo así como "país de chiflados"), a donde llega el aguerrido explorador Porky para tratar de atraparlo y cobrar la magnífica recompensa que se ofrece por él. El confiado cerdito no tarda mucho en darse cuenta de que ha ido a parar a un lugar lleno de personajes estrambóticos y enloquecidos, donde todo es posible y nada es lo que parece. El pájaro Do-do, además, pondrá todos los medios a su alcance para escapar de su perseguidor, en un decorado absolutamente surrealista y más que remotamente inspirado en los paisajes de Salvador Dalí. Este cartoon ostenta el número ocho entre los 50 Greatest Cartoon of All Time elegidos por importantes miembros del mundo de la animación, y fue considerado "culturalmente significante" por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.Años después, fue producido un remake en color de este corto, "Rough for the Do-do" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Fritz Freleng, 1949), que recuperaba los mismos personajes en un argumento prácticamente calcado del anterior, y que reproducía algunos planos exactamente iguales que su antecedente. Los dalinianos fondos fueron obra, esta vez, del gran Paul Julian, más tarde uno de los nombres clave en la UPA.

martes, 29 de julio de 2008

Alice "Gladys Kravitz" Pearce

Actriz de indudable talento cómico y dotada de una particular voz nasal que explotó en infinidad de personajes, Alice Pearce no consiguió en la industria del cine los laureles que, obviamente, merecía. El de Pearce es uno más de los casos en los que el trabajo de los actores de reparto eleva considerablemente la calidad de las producciones en las que aparecen, poniendo su profesionalidad y savoir faire al servicio de asuntos que no les llegan ni a la suela de los zapatos. Gladys Pearce, menuda y considerablemente fea -lamento ser tan cruel, pero quiero ser totalmente objetivo- se convirtió en el contrapunto jocoso de múltiples películas para la Metro Goldwyn Mayer, estudio proverbialmente patoso con el material de primera que tenía entre las manos, y para el que repitió su papel de amiga poco agraciada de la guapa protagonista tantas veces como le fue requerido. Por fortuna, su absoluta falta de complejos fue su mejor aliada, sirviéndole incluso para aparecer en la publicidad de una marca de productos de belleza junto a la hermosa Joey Heatherton, una imagen que explotaba hasta el límite de la mascarada su lado más freak. El teatro, en cambio, fue más considerado con esta actriz, siendo durante los años cuarenta y cincuenta una de las más populares personalidades de Broadway donde triunfó en diferentes comedias y espectáculos musicales. La televisión, finalmente, fue quien le otorgaría la gloria imperecedera con su personaje de Gladys Kravitz en la serie "Embrujada", en la cual se mantendría durante dos temporadas hasta su muerte en 1966 y para la que creó un arquetipo de vecina chismosa y entrometida que el público de medio mundo, todavía hoy, no ha podido olvidar.
Nacida en Nueva York en 1917, Pearce, de familia acomodada, estudió en diferentes colegios europeos y regresó a los Estados Unidos siendo ya adulta. Descubierta por Gene Kelly mientras trabajaba en un night club de la ciudad, Pearce entró en el reparto del musical "On the Town" que el famoso coreógrafo estaba a punto de estrenar en Broadway. Su personaje de Lucy Shmeeler fue uno de los más aplaudidos por el público que abarrotaba cada noche la sala, hasta el punto que Pearce fue el único integrante del cast teatral que Kelly se llevó consigo para la adaptación cinematográfica que del musical de Jerome Robbins iba a producir la Metro Goldwyn Mayer. Este papel fue seguido por otros muchos de similares características en los que se aprovechaba su peculiar aspecto físico y su extraordinaria comicidad, como en "The Belle of New York", junto a Fred Astaire y Vera Ellen, "The Opposite Sex", "How to be very, very popular" o "The Thrill of it All", al lado de Rock Hudson y Doris Day. Mientras trabajaba para el cine, Pearce nunca abandonó los escenarios, donde encontró a los que serían sus dos maridos, el compositor John Rox (de quien enviudó en 1957) y el director teatral Paul Davis, al que conoció en 1964 durante los ensayos para la producción de "Bells are Ringing". Asimismo, se prodigó asiduamente en la televisión a partir de 1951, llegando a tener su propio programa: "The Alice Pearce Show".
Gladys Kravitz, la vecina next door de Darrin y Samantha Stephens en "Bewitched", fue un personaje que Alice Pearce bordó de manera magistral, convirtiéndolo en un icono clásico de la television americana. Desde el segundo episodio de la primera temporada de la serie, en el que la pareja protagonista, recién casados, adquieren el que será su hogar en el 1164 de Morning Glory Circle en Westport, Connecticut (en realidad, unos terrenos en Burbank, California, cerca de los estudios Disney), Gladys Kravitz se convertiría en uno de los pesos pesados de la producción junto a su sufrido marido, Abner Kravitz (el actor George Tobias). Su obsesión por saber la verdad acerca de su insólita vecina Samantha Stephens -a la que ha visto en múltiples ocasiones haciendo uso de sus mágicos poderes- la hará ponerse en las más descabelladas situaciones, siempre al borde del colapso nervioso. Su marido, Abner, nunca creerá una palabra de los cuentos de brujas que le refiere su mujer, a la que considera víctima de terribles alucinaciones. Los gags con Pearce y Tobias eran, frecuentemente, los más hilarantes de la serie, presentando al matrimonio Kravitz siempre discutiendo acerca de sus nuevos vecinos. Abner, tremendamente flemático, nunca perderá los nervios delante de las acaloradas escenas organizadas por su histérica esposa, a la que en muchas ocasiones acabará administrando un jarabe para calmar su ansiedad. Alice Pearce, diagnosticada de cáncer de ovarios desde mucho antes de comenzar el rodaje de "Bewitched", ocultó su enfermedad durante varios años, hasta que su mal se evidenció en demasía al terminar la segunda temporada de la serie. Sandra Gould, notable y entregada interpréte, se hizo cargo del personaje de Gladys Kravitz, pero no consiguió que la audiencia olvidase la irrepetible caracterización de Pearce. La actriz murió el 3 de marzo de 1966 a los 48 años, siéndole concedido un premio Emmy a título póstumo por su personaje en "Embrujada", del que llegó a decir que era su favorito entre todos los que interpretó en su corta existencia.

lunes, 28 de julio de 2008

"Garbancito de la Mancha", una joya de la animación española

En España, los dibujos animados nunca han sido un género cinematográfico con una destacable historia, siendo escasos los proyectos que han llegado a ver la luz y siempre contando con enormes dificultades y casi ningún apoyo por parte de las administraciones públicas o, incluso, de la iniciativa privada. La animación en este país ha sido, tradicionalmente, un riesgo que muy pocos han tenido la valentía de asumir y que, a consecuencia de ello, ha dado escasos frutos y no ha permitido el desarrollo de una industria potente capaz de competir con cinematografías de otros países que sí entendieron las enormes posibilidades creativas y -por descontado- económicas de contar con una producción nacional de dibujos animados.
Anteriormente a la Guerra Civil, y después de los experimentos del precursor Segundo de Chomón introduciendo rudimentarias imágenes animadas en sus films de acción real a principios del siglo XX, aparece la primera película íntegramente animada española, "El Toro Fenómeno", de escasos diez minutos de duración y realizada en 1919 por Fernando Marco, cinta que podría haber sido la primera de una prometedora serie que nunca se produjo dadas las dificultades de explotación con las que tuvo que enfrentarse su autor. La película, de conseguidos efectos técnicos, se publicitó como "sensacional producción de arte, con monos de Marco y aleluyas de Luis Tapia". Otros intentos encomiables de producir animación fueron los del caricaturista Ricardo García López, conocido como K-Hito, entre los cuales destaca "Francisca, la mujer fatal" de 1933, y los de Joaquín Xauradó, autor de dos interesantes películas: "Un drama en la costa" y "El Rata primero". Muchos más nombres formaron parte de este ramillete de atrevidos del período de preguerra, como Bartolozzi (creador de los célebres "Pipo y Pipa"), Feliciano Pérez, Arturo Beringoli, Mora, Romano o Menda. Después de la forzosa inactividad provocada por la guerra de 1936-1939, Cifesa lanzó una serie de dibujos animados con su personaje "Quinito", aunque los resultados no fueron los que se esperaban. Esta falta de recompensa hacia el gran esfuerzo que era preciso realizar para trabajar en el campo de la animación desanimó a la mayoría de los artistas, que no dudaron en dar el salto a la ilustración, al comic o a la publicidad, actividades todas ellas infinitamente más rentables.
En 1945 -y después de un período de producción de dos largos años- se estrenará el que puede ser considerado el primer largometraje español de animación, que fue el resultado de un trabajo titánico, denso y trufado de dificultades. "Garbancito de la mancha", dirigida por Arturo Moreno y producida en los estudios barceloneses de Balet y Blay, se vio gratificado con una excelente respuesta del público, que acudió en masa a las salas de cine para ver esta preciosa película, prácticamente hecha a mano de manera artesanal y en la que es muy manifiesta la influencia de los cartoons americanos de los Fleischer o de Ub Iwerks y de los estudios Disney en las escenas domésticas con los animales de la casa y del corral. La película es, hoy en día, casi una joya arqueológica dentro de la historia del cine español, que sigue viéndose con agrado si se adopta una actitud benevolente hacia la abundancia de elementos kistch y al exceso de edulcorante añadido a la historia, así como a la idiosincrasia de los personajes, prototipos de la maldad o de la bondad extremas con total ausencia de matices. "Garbancito de la Mancha", personaje de raigambre popular y de evidente trasfondo quijotesco, luchará contra las fuerzas del mal encarnadas en la Tía Pelocha, una bruja que se convertirá en su peor enemiga. Gracias a la ayuda de su Hada Madrina, la cual le concederá el don de poderse convertir en un ser tan pequeño como un garbanzo, salvará, junto a su fiel cabrita Peregrina, a sus amigos Quiriqui y Chirili de las garras del gigante Caramanca y de los ardides de los malvados Manazas, Pelanas y Pajarón. La productora Balet y Blay dio continuidad a las aventuras de este personaje en 1948 con "Alegres Vacaciones", realizada por Arturo Moreno y dirigida por José María Blay, en la que -en clave contemporánea- se repasaba la geografía española desde un punto de vista eminentemente turístico. "Garbancito de la Mancha" esconde, bajo su apariencia de infantil historia de buenos y malos, una segunda intención propagandística promovida desde el régimen franquista y a la que dio forma y contenido el guión del reconocido falangista Julián Pemartín. Las arengas del protagonista, siempre "en el nombre de Dios", a los vecinos del pueblo para linchar a la malvada Tía Pelocha y su lucha denodada contra el gigante Caramanca no ofrecen dudas acerca de su catadura fascista, y ejemplifican la cruzada de Franco contra los que él consideraba "los enemigos de España". El anecdotario recoge que, en la noche del estreno en Madrid el 23 de noviembre de 1945, fue Arturo Moreno quien acabó saliendo al escenario a glosar las virtudes de la película en lugar del previsto Pemartín, ya que Hitler había perdido la guerra y el gobierno franquista necesitaba urgentemente comenzar a acercar posiciones con los ganadores del conflicto bélico. El habitual discurso antiamericano de Pemartín y su afiliación proalemana no hubieran sido pertinentes en aquellos delicados momentos.

sábado, 26 de julio de 2008

Hans Conried o el histrionismo contenido

Una de las más interesantes y menos conocidas personalidades del show business americano fue Hans Conried, actor de una calidad muy superior a la de la mayoría de los papeles que le tocó interpretar en su dilatada vida profesional. Dueño de una sensacional comicidad basada, muy a menudo, en la gestualidad y la mueca, fue calificado por la mordaz Hedda Hopper desde su columna como un actor "plagado por múltiples talentos". Con una espectacular carrera configurada por cerca de 10.000 programas de radio, centenares de shows televisivos y obras de teatro y más de 80 películas, Conried se apoyó en una excelente voz perfectamente modulada y de ilimitada versatilidad que acabó por convertirse en su marca de fábrica.
Hans Georg Conried Jr., nacido en Baltimore en 1917 de ascendencia judía, creció en Nueva York y estudió interpretación en la Universidad de Columbia, tomando parte en representaciones teatrales de obras clásicas. Se fogueó en la radio antes de su salto al cine, siendo uno de los integrantes del Mercury Theatre Company de Orson Welles.
Conried se convirtió en una voz familiar en multitud de programas radiofónicos, adquiriendo una notable popularidad a partir de su participación en el George Burns and Gracie Allen Show. Debutó en el cine en 1938, trabajando -casi siempre sin acreditación- en películas como "Passage to Marseille" o "The Barkleys of Broadway" hasta comienzos de los cincuenta. 1953 fue su gran año, protagonizando "The 5.000 fingers of Dr. T" como el siniestro profesor Terwilliker (tal vez, su personaje más conocido por el gran público) y debutando en Broadway con el musical de Cole Porter "Can-Can". Un año antes, había aparecido en dos episodios de "I Love Lucy" junto a Lucille Ball y Desi Arnaz, primero como Mr. Jenkins, el comprador de muebles usados -con un evidente componente homosexual- de "Redecorating", y más tarde como el profesor de inglés Percy Livermore de "Lucy hires an English Tutor". Muchas fueron las cualidades actorales de Hans Conried, destacando entre todas ellas una impecable dicción, un gran dominio de los recursos de la comedia y una innata capacidad para histrionizar sus personajes hasta extremos imposibles, sabiendo siempre detenerse antes de caer en el abismo del ridículo. Estas características fueron sabiamente aprovechadas por la industria de Hollywood, cuyos estudios de animación encontraron en el actor un filón para dar voz a muchísimos personajes tanto en cine como en televisión, generalmente el villano de turno, como su magnífica creación del Capitán Garfio en "Peter Pan", la producción Disney de 1953. En la pequeña pantalla, destacó su trabajo para Jay Ward Productions dando voz al malvado Snidely Whiplash en la serie "Dudley Do-Right of the Mounties", un segmento del popular show "Rocky & Bullwinkle and Friends", y a Wally Walrus en los cartoons de Woody Woodpecker de los estudios Walter Lantz para la Universal.Conried continuó trabajando activamente durante los años sesenta y setenta, aunque su labor se circunscribió prácticamente a seguir prestando su voz para incontables producciones, mientras aceptaba interpretar personajes característicos en algunas películas para la gran pantalla y presentar el programa "Fractured Flickers" para la televisión, además de aparecer como actor invitado en algunas de las más populares series de la época. Hans Conried falleció en 1982 a los 64 años víctima de un problema cardiovascular, dejando viuda a su esposa Margaret Grant después de 40 años de matrimonio y cuatro hijos.

viernes, 25 de julio de 2008

Weird Toons # 13: "The Grinch"

La Navidad es, en los Estados Unidos, el momento estelar del calendario junto con las celebraciones del 4 de Julio y del Thanksgiving Day. Todo parece detenerse en un instante de irritante e injustificada euforia, y los hogares se llenan de adminículos de diferentes tamaños y variadas formas que se baten en abierta pugna por el título al objeto más aberrante del Universo. Los ornamentos de Hallmarks se mezclan caóticamente con enormes bolas de cristal, lucecitas de colores, inacabables tiras de espumillón y trineos de Santa Claus de tamaño natural -con todos sus renos- encima de los tejados, cubiertos para la ocasión con piezas de blanco algodón para simular la nieve en los lugares en los cuales su presencia es poco probable. Los colores de la Navidad norteamericana -rojo, blanco, y el verde del brezo y de los abetos- manchan insolentemente fachadas, aceras y jardines, convirtiendo el ambiente de la vida cotidiana en algo irrespirable por espacio de, más o menos, un mes al año. Una absurda Navidad, eso sí, sin absolutamente ninguna referencia a su ascendente eminentemente religioso y con pocas connotaciones de realidad social más allá del omnipresente pase por todas las televisiones de la empalagosa "It's a wonderful life" de Frank Capra. That's America: nada hay como el sinsentido de no saber qué es exactamente lo que se está celebrando, ni porqué, pero así es desde el día en que los peregrinos del Mayflower se toparon con la roca de Plymouth en 1620.
A mí, al niño que siempre odió la Navidad, tuvo necesariamente que fascinarme este personaje extraño, el Grinch, de especie inclasificable, cuyo corazón era pequeño y reseco como una habichuela y cuya visceral inquina hacia las fiestas navideñas y todo lo que representan le lleva a tramar un siniestro plan para acabar, de una vez por todas, con la intragable celebración. Su maldad es de tan exquisita perversidad, que llega a robar en una noche todos los símbolos de la Navidad de la ciudad de Whoville, vecina a la caverna fría y desangelada que le sirve de morada. Adornos, manjares, abetos y regalos, desaparecen de un plumazo, ofreciendo un desolador panorama a los habitantes de la pequeña comunidad cuando se despiertan la mañana del Christmas Day. Pero, a pesar de ello, unen sus manos y elevan sus corazones para invocar entre todos al espíritu navideño, que se aparece en la forma de una rutilante estrella cuya cálida luz reblandece el corazón del Grinch y le hace, de repente, amar la Navidad al darse cuenta de que su verdadero sentido no está en absoluto en lo material, una evidentísima y poco entendida ironía hacia la sociedad americana disfrazada de edulcorado y moralista final. Por supuesto, este decepcionante desenlace me amargó el resto de las fiestas cuando el cortometraje se estrenó en Televisión Española hacia finales de los años sesenta, y solo de mayor he podido perdonar al destino por tan fatal agravio a uno de los personajes más sugestivos de las narraciones infantiles.
Basándose en el cuento del mismo título de Dr. Seuss, "How the Grinch stole Christmas" (emitida por TVE con la curiosa traducción "Como pudo Odeón robarse la Navidad") fue dirigida por Chuck Jones en 1966. Esta película para la televisión se ha convertido, desde entonces, en uno de los TV Christmas Special predilectos en los EUA, no solo por tratarse de un relato de uno de los autores nacionales de referencia, sino por el magnífico tratamiento que dieron a la historia Charles M. Jones y su habitual equipo de colaboradores, con Ben Washam y Maurice Noble a la cabeza. Naturalmente, en la versión al castellano se nos escamoteó la voz original del narrador, ni más ni menos que el mismísimo Boris Karloff. El Grinch aparecería todavía en otro especial producido en 1977 por Depatie-Freleng, "Halloween is Grinch's Night", ganador de un premio Emmy.

miércoles, 23 de julio de 2008

¿Qué esconde "La Cabina"?

Un hombre sale de su casa una mañana, posiblemente para dirigirse a su trabajo. Es un hombre bajito, calvo, también posiblemente lleno de manías y complejos, como todo el mundo. Cruzando la soleada plaza, llena de niños que juegan al fútbol, señoras que se dirigen al mercado a hacer la compra diaria y empleados municipales que riegan el césped, se apercibe de la presencia de una cabina teléfonica nueva, impoluta, con recién abrillantados cristales, en un rincón donde ayer no había nada. Entra en ella, saca unas monedas de su bolsillo, y se dispone a marcar un número de teléfono. La puerta de la cabina se cierra, aparentemente sola, dejándole preso entre las cuatro paredes de cristal y acero.
A partir de aquí, dará comienzo una pesadilla que marcará un punto de inflexión en el ámbito de los espacios dramáticos en Televisión Española, un rotundo triunfo del realizador Antonio Mercero que, aún hoy en día, plantea las mismas dudas y se nos aparece tan terrorífica e inquietante como cuando fue estrenada en 1972. El guión de "La Cabina", un trabajo conjunto del propio Mercero y de José Luis Garci basado en un relato corto de Juan José Plans, contiene muy pocas expresiones verbales, dejando para el rostro del protagonista, un immenso José Luis López Vázquez, la tarea de transmitir el tormento físico y psicológico, la terrible ansiedad y el inabarcable miedo padecido por esta encarnación del hombre de a pie, del ciudadano medio, del rostro mediocre y repetido de la calle. López Vázquez, quien acababa de dar el do de pecho en la película de Jaime de Armiñán "Mi querida Señorita", echó el resto en esta interpretación considerada una de las mejores de toda su carrera, una extenuante prueba de habilidad gestual en la cual convierte en creíble la situación absurdamente macabra en la que se ve fatalmente envuelto su personaje. Muchos fueron los intentos por desvelar el verdadero sentido de la espantosa fábula que propone "La Cabina", algunos de ellos puestos en práctica por plumas de la mayor categoría filosófica o literaria. Ciertos autores afirman que se trata de una metáfora acerca de la situación política y social en una España próxima a la muerte de Franco. Otros proponen -desde un evidente punto de vista fellinesco- una lectura religiosa partiendo de que el helicóptero que acompaña al protagonista hasta el siniestro almacén final de las cabinas podría representar el Espíritu Santo (¿?). De todo se ha dicho y se ha especulado sobre las verdaderas intenciones de este mediometraje de 35 minutos que, en boca de su autor, no pretendía ejemplarizar ni proponer ninguna moraleja sino que, en realidad, no se hallaba tan lejos del terror y la ciencia ficción en su estado más puro, al estilo de las narraciones cortas de las que se nutrían programas de televisión como "Night Gallery", "The Outer Limits", "The Twilight Zone" o las producciones españolas "Historias para no dormir", "El Quinto Jinete" o "Ficciones".
Así, cabe deducir que gran parte de la frescura y actualidad que sigue conservando "La Cabina" tiene su razón de ser en esa capacidad para admitir múltiples interpretaciones y lecturas distintas, las cuales pueden ir en un sentido u otro en función del espectador, de su capacidad para asimilar lo absurdo o de su necesidad en encontrar una explicación razonada para todas las cuestiones de la vida.
Nota: "La Cabina" está editada en DVD dentro del pack "Antonio Mercero" (actualmente descatalogado) de TVE-Vale Films, y que incorpora otros imprescindibles trabajos del realizador como "Los Pajaritos", "La Gioconda está triste" o "La habitación blanca".

martes, 22 de julio de 2008

Bela Lugosi, el vampiro elegante

Hace pocas semanas publiqué un post acerca de la vida y obra de Boris Karloff. Supongo que, desde entonces, Bela Lugosi ha estado removiéndose inquieto en su tumba en la umbría del Holy Cross Cemetery en Culver City, LA, California. Hoy pretendo desagraviarle, no sea que busque venganza inmiscuyéndose en mis habituales pesadillas, bastante alejadas, por cierto, del encantador ambiente de las películas de terror clásicas de la Universal Pictures, estudios de los cuales Lugosi fue una de sus más importantes estrellas durante la década de 1930, trasladando al cine su personificación del vampiro aristócrata, culto, refinado y gentleman, a infinita distancia de su más directo antecedente, el no-muerto primitivo y de reacciones casi animales plasmado en la obra maestra de F. W. Murnau "Nosferatu", en la Alemania expresionista de 1922. El vampiro de Lugosi, capaz de desenvolverse en los más selectos ambientes de la high class londinense con la misma soltura que demuestra entre los oscuros muros de su castillo en Transilvania, viste eternamente sus chaqués de satinadas solapas, blancas corbatas de lazo y negras capas confeccionadas por el mejor sastre de Bond Street. Su Conde Drácula, de tan elegantes maneras que nunca se mancha sus guantes de hilo de la sangre de sus víctimas, se codea con la alta sociedad de Kensington y Maida Vale en el Royal Albert Hall y el Covent Garden, mientras decide si su próxima víctima será una humilde vendedora de flores o una exquisita demi mondaine de moral distraída. Esta encarnación del personaje de Bram Stoker dio a Lugosi la fama universal, quedando como el arquetipo del vampiro en la memoria colectiva de públicos de todo el mundo.
Béla Ferenc Deszö Blaskó nació en Lugos (en el antiguo imperio austro-húngaro) en 1882. Muy jóven, comenzó su actividad como actor bajo el seudónimo de Arisztid Olt representando toda clase de dramas shakesperianos en los escenarios y en películas mudas producidas en su país, hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial le obligó a servir en el ejército austro-húngaro, alcanzando el grado de teniente de infantería. Acabado el conflicto bélico, marchó a Alemania, donde trabajó en diferentes producciones cinematográficas. En 1920 emigró a los Estados Unidos, donde entró ilegalmente por Nueva Orleans, aunque en 1921 se reconoció legalmente su situación, pudiendo comenzar a trabajar en el cine. En 1929 ya era un personaje conocido en la sociedad de Hollywood, a la que escandalizó casándose con la millonaria viuda Beatrice Weeks y divorciándose de ella solamente tres días después. Malas lenguas citaron a la actriz Clara Bow como la tercera en discordia en este conflicto matrimonial.
Pese a haber obtenido un clamoroso éxito en Broadway con su personaje del vampiro en la producción teatral "Drácula", Lugosi no fue la primera elección de la Universal para interpretar la que iba a ser la gran producción de los estudios para 1931. Después de la muerte de Lon Chaney poco antes de iniciarse el rodaje de la película, y de quien la Universal deseaba la cesión por la Metro Goldwyn Mayer para protagonizar el film, se pensó en Conrad Veidt para el personaje principal después de su triunfo personal en 1928 con la cinta de horror "The Man who laughs", aunque fue Lugosi quien finalmente se llevó el gato al agua, al tiempo que le era concedida la ciudadanía estadounidense. El apoteósico éxito de "Drácula" consiguió para el actor un contrato con la Universal, pero la mala suerte no permitió que su carrera volviese a conocer las mieles de un logro semejante. El relevo en la dirección de los estudios en 1936 le apeó de los planes de los nuevos gestores de la Universal, quienes le asignaron a la división de serie B, muchas veces tan solo para colocar en los créditos su nombre como reclamo para películas de bajo presupuesto y nula vocación artística. La carrera de Bela Lugosi, así, naufragó tristemente en un sinfín de producciones totalmente olvidables.
A principios de los años cuarenta, Lugosi se resintió de viejas heridas de guerra desarrollando una dolorosa ciática. Los médicos le recetaron un tratamiento a base de opiáceos para mitigar el terrible sufrimiento que su mal le inflingía, a consecuencia de lo cual el actor se convirtió en un adicto a la morfina. Los siguientes años hasta su muerte en 1956 fueron un constante entrar y salir de toda clase de clínicas de desintoxicación, ofreciendo a la prensa amarilla de Hollywood un suculento y recurrente tema cargado de morbosidad. Mientras, el actor repite incansable los mismos papeles película tras película, generalmente producciones de horror junto a otras ilustres glorias de la casa como Boris Karloff o Lon Chaney Jr., e incluso tiene que verse parodiándose a sí mismo en comedias de los chirriantes Bud Abbott y Lou Costello o en el programa de televisión en directo de Red Skelton, en el cual sufre una pérdida de memoria al recitar su papel, consecuencia directa de un empeoramiento de su salud por la continua administración de dosis de morfina. Este hecho le defenestró, prácticamente, de los castings de Hollywood, ya que nadie quería correr riesgos con una estrella morfinómana en decadencia.
En 1953, ya retirado en su casa de Los Angeles, Lugosi conocerá al realizador Edward D. Wood Jr., quien le admira profundamente y le ofrece protagonizar varias de sus películas de absoluta serie B, delirantes engendros como "Glen or Glenda" o "Bride of the Monster". Lugosi acepta, creyendo que aquello significará su retorno al estrellato, pero pronto se da cuenta de que Ed Wood nunca será nadie en la industria del espectáculo. Sin sospechar que algún día llegará a ser el "Peor director de la Historia del Cine" por aclamación universal, Lugosi fallece de un ataque al corazón el 16 de agosto de 1956. Acompañado por su quinta esposa, su único hijo y unos pocos y fieles amigos, el actor es enterrado con su capa de vampiro. Aún aparecerá, después de muerto, en otra producción de Ed Wood, "Plan 9 from Outer Space", aprovechando footage sin utilizar que Lugosi dejó rodado para el realizador.

lunes, 21 de julio de 2008

Weird Toons # 12: "Count Bloodcount"

La estrella toon de la Warner, Bugs Bunny, llega -en uno de sus frecuentes errores direccionales subterráneos- a una desolada región de Transilvania donde, buscando un teléfono, se introducirá en el castillo de cierto noble de aspecto cadavérico e inquietante que se presentará bajo el inequívoco nombre de Count Bloodcount (en el doblaje español, "Conde Sangrón"). Bugs pasará una terrorífica noche en el destartalado hogar del vampiro, aunque no lo será tanto para él como para el mismo aristócrata, que se llevará -como es previsible- la peor parte en su encuentro con el suertudo conejo.
"Transylvania 6-5000" (A Warner Bros. Merrie Melodies, Chuck Jones, 1963) fue uno de los más peculiares coqueteos de Bugs Bunny con el outré. Su título -un juego de palabras con el nombre del famoso tema musical de Glenn Miller- no deja lugar a dudas acerca de su naturaleza creepy. Los guiños al cine fantástico son constantes en este corto, que cuenta con hilarantes gags alrededor de un libro de magia negra que Bugs encuentra en los estantes de la habitación-trampa que el conde ha dispuesto para él. A destacar la magnífica escenografía del castillo del conde a cargo del gran Philip Deguard, uno de los mejores diseñadores de backgrounds de la historia de la animación. Deguard creó, asimismo, los fondos para la delirante casa de la bruja Hazel en otro corto protagonizado por Bugs Bunny, "Bewitched Bunny", en 1954.

sábado, 19 de julio de 2008

"Mi Marciano Favorito" o como vivir del cuento en la Tierra sin pegar golpe

Todos sabemos que Marte es un planeta árido y desprovisto de vida, con una gravedad treinta veces inferior a la de nuestro planeta. Y eso no lo sabemos ahora sino que, hace cuarenta años, los guionistas de televisión eran perfectamente conocedores de ello. Por suerte, Hollywood siempre se ha caracterizado por tomarse a la ligera el frío dato científico (¿qué hubiera sido sino de la ciencia ficción?) y ha optado por imaginar criaturas com0 el marciano de mediana edad que llegó a la Tierra en su nave espacial en 1963 y se quedó entre nosotros al descubrir que nuestro planeta sería para él un maravilloso oasis en el que pasar una feliz y plácida jubilación. Que la agradable temperatura de California le parecería un infierno, que el exceso de oxígeno del aire le ahogaría o que la gravedad le impediría moverse no fueron en absoluto elementos a tener en cuenta a la hora de diseñar este personaje, a medio camino entre Klaatu y el quiosquero de la esquina.
"My Favorite Martian", producida por Jack Chertok y emitida por la CBS desde 1963 a 1966, contabilizó 107 episodios, 75 de ellos en blanco y negro y 32 en color. La serie fue protagonizada por Ray Walston y Bill Bixby como, respectivamente, el antropólogo marciano de visita a la Tierra y Tim O'Hara, el periodista del The Los Angeles Sun que verá estrellarse el platillo volante procedente de Marte en las colinas cercanas a la ciudad. Tras el pasmo de rigor, O'Hara llevará al marciano -por cierto, sin un rasguño- a su casa, donde le hará pasar ante amigos, vecinos y ante su novia Lorelei Brown (Pamela Britton) como su "tío Martin". El recién llegado pronto se revelará como un ser bondadoso en extremo, con una naturaleza noble y un carácter tolerante, justo y leal. Poseedor de maravillosos dones que, al parecer, son muy corrientes en Marte, puede hablar con los animales, desaparecer a su conveniencia, leer la mente de la gente, levitar y hacer aparecer sobre su cabeza un buen par de cósmicas antenas cuando le es necesario. Este personaje fue uno de los grandes triunfos profesionales de Ray Walston, un actor increíblemente versátil cuya carrera se desarrolló en ámbitos tan dispares como el drama shakesperiano y el musical de Broadway, participando en éxitos de la gran pantalla tan sonados como "The apartment", "South Pacific" o "Kiss them for me".
Bill Bixby, por otra parte, fue uno de los más conocidos rostros de la televisión en todo el mundo, medio al que se dedicó exclusivamente. Su papel del reportero Tim O'Hara en "Mi Marciano Favorito" le catapultó a la fama, permitiéndole más tarde tomar parte en algunas famosas producciones seriadas para la pequeña pantalla como "The Magician" o "El Increíble Hulk", siendo esta última una de los grandes éxitos de los años ochenta y en la cual, anecdóticamente, Bixby y Walston volverían a trabajar juntos en un episodio llamado nostálgicamente "Mi Mago Favorito".
"My Favorite Martian" se rodó en los estudios Desilu contando con muy poco presupuesto. Lo novedoso del argumento y el gancho del personaje de Walston situaron a la serie en un buen lugar en los ratings de audiencia durante la primera y segunda temporadas, pero las cosas cambiaron radicalmente al inicio de la tercera. Jack Chertok, tristemente, estaba interesado única y exclusivamente en ganar dinero, y esta circunstancia hizo que el rodaje de la serie no fuese todo lo profesional que el equipo hubiese apetecido. Los guionistas se veían presionados para que hilvasanen sin descanso historias y gags, cuantos más mejor y sin importar demasiado la calidad del material terminado.
Esta manera de trabajar no pudo más que acabar por pasar factura al personal que trabajaba en el rodaje de los episodios, que se resintió notablemente del mal ambiente que, en ocasiones y debido a esta situación, se producía en el plató. Los actores apenas tenían tiempo para aprenderse los diálogos, y si el rodaje de un episodio terminaba por la tarde, después de haber estado trabajando desde la salida del sol, se les ordenaba que comenzasen el del siguiente sin descanso previo. Esto llegó a extenuar las fuerzas de técnicos e intérpretes, siendo Walston -que había puesto mucho esfuerzo y cariño en la serie- el más afectado, convirtiéndose en la última temporada en un autómata que trabajaba sin el menor convencimiento. La puesta en escena también se vio descuidada en beneficio de la supuesta comercialidad de unos guiones infantiles y poco desarrollados que cansaron a una audiencia desencantada con un producto del que ya habían visto todo lo que podía ofrecer.
Así, el público norteamericano  llegó a aburrirse del exceso de escenas mostrando al marciano manteniendo conversaciones con todo un rosario de animalillos que suministraba una empresa de trainers de Hollywood. Ni los intentos de Ray Walston de colar algunos guiones que había escrito -y que fueron rechazados taxativamente por Chertok- ni la inclusión de un nuevo personaje interpretado por Alan Hewitt como un detective que intenta desentrañar el misterio de la insólita personalidad del tío Martin consiguieron que la producción reflotara. Finalmente, "Mi Marciano Favorito" dejó de producirse, siendo el tema más tarde retomado en una serie de dibujos animados de la Filmation que se emitió por la CBS de 1973 a 1975 y que reproducía los gags más populares del producto original. El tema durmió el sueño de los justos hasta 1999, cuando la Disney produjo un largometraje para la gran pantalla dirigido por Donald Petrie y protagonizado por Jeff Daniels y Daryl Hannah, y con Christopher Lloyd en el papel del encantador alienígena.

viernes, 18 de julio de 2008

Yvonne de Carlo: el lado cómico de la vampiresa

De entre las vamps que los estudios de Hollywood trataron de imponer en la pantalla durante la década de los cuarenta, destacaron especialmente algunos bellísimos ejemplares que tendrían, más tarde, una trayectoria cinematográfica con mayor o menor fortuna. Mientras que la habitual miopía de la Metro Goldwyn Mayer le hacía ceder a otras productoras a su recién descubierta Ava Gardner, la Universal puso mucho empeño en promocionar su más fresco material para la temporada de 1945, una joven Yvonne de Carlo que iba a afrontar su primer papel protagonista en "Salome, where she danced" después de cinco años de papelitos intrascendentes en los que, sin embargo, se hacía ya muy evidente su calidad de estrella en ciernes.
Yvonne de Carlo se convirtió, a partir de esta película, en una suerte de sucesora de María Montez, hasta entonces diva incontestada del estudio y a la que la prensa y las gacetillas del departamento de publicidad de la Universal apodaban "Reina del Technicolor".
Una vez recogido el cetro de manos de la incendiaria dominicana -la cual se hallaba ya al comienzo de un período de franca decadencia- la hermosa Yvonne de Carlo reinó en los oropeles de la Universal Pictures, ya como exótica bailarina árabe, ya como letal presencia en un cinema noir que daba sus últimos coletazos con el cambio de década. Los personajes que interpretó forman parte de los sueños de celuloide de toda una generación alimentada con historias de piratas, contrabandistas, gangsters, aventureros de fortuna y toda clase de clichés de la masculinidad más estereotipada, a los que sirvió de hermoso y colorista contrapunto.
Nacida Margaret Yvonne -familiarmente llamada "Peggy"- Middleton en Vancouver (Canadá) en 1922, desde muy corta edad demostró un especial talento para la danza, estudiando y practicando ballet durante toda su infancia. Siendo la futura estrella todavía una adolescente, su madre -que había sido abandonada por el padre de Yvonne cuando la niña tenía tan solo tres años de edad- decidió mudarse a Hollywood para intentar conseguir para su hija un lugar en el mundo del espectáculo. En 1940, ganó el concurso de belleza Miss Venice Beach, lo que le valió comenzar a trabajar como corista en diferentes night clubs y salas de espectáculo de la ciudad, hasta que consiguió entrar en la plantilla de starlettes de la Paramount Pictures, donde no fue más allá de lucir palmito en películas de Veronica Lake o Dorothy Lamour. Su pase a la Universal le permitió mayores posibilidades de lucimiento y la oportunidad de saltar al estrellato después de "Salome, where she danced", habiendo ya adoptado como nombre artístico el apellido de soltera de su madre.
Los films de exóticas aventuras se turnaron, a partir de 1945, con westerns de bajo presupuesto, alternando estas producciones con películas que llegarían a alcanzar la categoría de clásicos del Cine Negro, como "Brute Force" o "Criss Cross", ambas junto a Burt Lancaster y en donde Yvonne brilló con luz propia en sendos papeles que parecían haber sido escritos para ella. En 1956, y a las órdenes de Cecil B. de Mille, interpretó a Sephora, la esposa de un alucinado Moisés-Charlton Heston en la versión en color de "Los Diez Mandamientos", y en donde obtuvo las mejores críticas que le ayudaron a levantar una carrera aquejada de frecuentes altibajos. De Carlo encarnó el que sería su último gran papel en la pantalla grande en "Band of Angels", junto a Clark Gable en 1957 y dirigidos por Raoul Walsh. Este remedo de películas de la Guerra de Secesión, a medio camino entre "Jezabel" y "Lo que el viento se llevó", no obtuvo, pese al holgado presupuesto con el que fue realizada, el éxito que se le suponía, en parte debido a un ya muy envejecido Gable que no podía -por mucho que lo intentara- seguir con su arquetipo de galán-canalla por excelencia. En ese mismo año de 1957, editaría un LP con standards llamado "Yvonne de Carlo sings", que aprovechaba su bien timbrada voz desarrollada en sus años juveniles en el coro de su iglesia anglicana en Vancouver.
Si bien los primeros años sesenta fueron, profesionalmente, muy decepcionantes para Yvonne de Carlo, 1964 marcaría un hito en su carrera al conseguir el papel de Lily Munster en la serie de televisión -basada en los monstruos clásicos de la era dorada de la Universal Pictures- "The Munsters". Producida por Kayro-Vue durante dos temporadas (1964-1966), la serie es una de las más famosas sitcoms televisivas de todos los tiempos, con unos adorables personajes que hoy pueden parecer encantadoramente kistch. De Carlo mostró a una sorprendida audiencia una magnífica faceta de actriz de comedia que le permitía manejarse magistralmente como la vampira devota de su familia y con vocación de perfecta ama de casa, cabeza de un no confesado matriarcado en la mansión familiar situada en el 1313 de Mockingbird Heights. La serie trasladaba situaciones cotidianas de cualquier familia americana de clase media a la peculiar circunstancia de esta saga emigrada de Transilvania a los Estados Unidos, en donde vivían siguendo los postulados del más estricto american way of life. Cuando la serie se cerró en 1966, Yvonne de Carlo frecuentó los escenarios con producciones musicales como "Pal Joey" o "Catch me if you can". En este sentido, su mayor éxito fue su papel de Carlotta Campion en la producción de Broadway del aclamado musical de Stephen Sondheim "Follies" en 1971, y en donde cantaba con gran entrega el clásico "I'm still here". En lo referente a su carrera cinematográfica, frecuentará producciones ciertamente menores, muchas de ellas de los géneros de terror y fantástico exprimiendo el recuerdo de su personaje de Lily Munster. A partir de la década de los ochenta, su actividad profesional fue espaciándose progresivamente. En 1997, tras la muerte de su hijo Michael -fruto de su matrimonio con el stuntman Robert Morgan (1955-1974)- Yvonne se retiró a la comunidad de reposo de Black Lake, hasta que su delicada salud aconsejó su ingreso en el Motion Picture & Television Hospital, en Woodland Hills, California. De Carlo falleció el ocho de enero de 2007, a los 84 años de edad, cerca de las colinas de aquel Hollywood al que había dedicado los mejores años de su vida.