El museo se hallaba instalado en un gran almacén rehabilitado con mucho esfuerzo por aportaciones económicas particulares y tímidas ayudas del Ayuntamiento de la ciudad y de la Administración del estado. Algunas de las personas a las que entrevisté durante la semana que pasé en Smithfield fueron Mary Edna Grimes Grantham, sobrina de la actriz e hija de su hermana Inez, y Dewey Sheffield, uno de sus grandes amigos y senador por Carolina del Norte. Ambos hicieron excelentes aportaciones a mi trabajo de investigación, sumándose a las entrevistas que había realizado anteriormente en Madrid, lugar de residencia de Ava Gardner desde 1955 hasta 1968. Lo cierto es que, en Smithfield, me sentí arropado por unas gentes amables y hospitalarias que me colmaron de atenciones, implicándose en mi trabajo. Desde Mrs. Lee, la anciana bibliotecaria de la Smithfield Public Library que se zambulló conmigo en la hemeroteca local, hasta Busby Sugg, empleado jubilado del servicio de Correos y que fue uno de los primeros pretendientes de la adolescencia de Ava Gardner, todo el mundo deseaba conocer y colaborar con aquel peculiar recién llegado del otro lado del mundo que demostraba tener evidentes problemas para entender un inglés marcado por un fuerte y campesino acento del Old South. Smithfield es un lugar que parece sacado de una ilustración de Norman Rockwell. Y lo es gracias a que la región se halla alejada de las rutas turísticas, lo que perpetúa en sus gentes el estilo de vida sureño sin apenas intromisiones del mundo exterior. Las casas, situadas a ambos lados de estrechas carreteras vecinales, mantienen aún el sabor de los años cuarenta y cincuenta, con sus porches pintados de blanco y sus backyards en donde la ropa se seca al sol y se enfrían las tartas de manzana. La casa natal de Ava Gardner (en la fotografía superior) se encuentra en un apartado camino, rodeada todavía de los mismos tabacales por los que ella correteaba descalza en su niñez, restaurados actualmente su tejado gris y su hermosa chimenea de ladrillo rojo. Al atardecer, el cielo sureño ofrece bellas estampas en rojo y naranja que tiñen los tabacales y los campos de algodón de maravilloso Metrocolor. Recuerdo que me sentaba todas las tardes, después de una jornada de duro trabajo en el museo, en una vieja mecedora en el porche de Waverley's, mi alojamiento y el mejor bed&breakfast del condado de Johnston, para relajarme antes de cenar un sabroso pollo frito al estilo sureño acompañado de mazorcas asadas. Dios bendiga al matrimonio Kelley, que ofrecen cariño, simpatía, comodísimas habitaciones y la más deliciosa cocina de la zona.
Una visita obligada -aunque apetecida- fue a la tumba de Ava Gardner. Situada en el Sunset Memorial Park, a la entrada de la población, es una gran lápida de piedra en la que únicamente podemos leer el apellido familiar y ante la que se encuentran los lugares de reposo de la mayoría de los integrantes ya fallecidos del clan, sus padres y sus hermanos. No me avergüenza reconocer mi emoción en el momento de depositar allí un ramo de flores. El lugar era tan hermoso, tan tranquilo y rodeado de tal verdor que paseé durante largo tiempo por aquel sitio que más parecía un jardín que un camposanto.
Hoy en día, el Ava Gardner Museum ha cambiado de ubicación y se halla instalado en un edificio de nueva construcción con todas las características de un moderno espacio museizado. Las aportaciones que, constantemente, llegan al museo desde todas las partes del mundo hacen de él un santuario que recoge, además del legado personal de la actriz, material gráfico diverso e internacional que el museo documenta y exhibe. Podemos, así, admirar desde el vestuario que lució en sus películas hasta cartas manuscritas, objetos decorativos y antigüedades de su hogar londinense, joyas, fotografías personales y los trofeos y menciones a los que se hizo acreedora a lo largo de su vida profesional. Por supuesto, la institución dispone de una página web que os permitirá ampliar considerablemente la información al respecto: http://www.avagardner.org/
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