3- ROGER MOORE:El tercer James Bond ya era un rostro muy popular entre el público internacional cuando tomó el relevo de Sean Connery, quien dejó la serie después de "Diamantes para la eternidad", en 1971. El actor inglés afincado en los Estados Unidos Roger Moore había debutado en Hollywood en 1945, apareciendo como actor secundario en diferentes producciones, destacando especialmente su participación al lado de Elizabeth Taylor en "La última vez que vi París" (1954) y de Lana Turner en "Astucias de mujer" (1956). Dejando aparte su aparición al lado de tan ilustres damas de la pantalla, la carrera cinematográfica de Moore no acabaría de despegar, naufragando tristemente de papel intrascendente a película fallida. Su oportunidad de convertirse en una auténtica estrella llegó a través de la televisión, medio que a finales de la década de los cincuenta y comienzos de la de los sesenta se convertiría en refugio de infinidad de actores y actrices de la gran pantalla que pugnaban por abrirse camino hacia la fama. Así pues, regresó a su Inglaterra natal en 1957 para hacerse cargo del papel protagonista de la serie televisiva "Ivanhoe", que le lanzó al estrellato a ambos lados del Atlántico, y en la que retomaba el personaje que había popularizado Robert Taylor en una colorista producción de la Metro-Goldwyn-Mayer de 1952.
Pero el personaje que le daría verdadera fama universal sería el de Simon Templar en "El Santo", producción de la ITC británica que fue emitida originalmente desde 1962 hasta 1969. Basada en la serie de relatos del escritor Leslie Charteris, "El Santo" narraba las aventuras de un remedo moderno de Robin Hood metido a investigador privado con una especial habilidad para la técnica del disfraz. La serie fue un éxito de clamor, emitiéndose en más de sesenta países y con un total de 120 episodios, resultando la segunda serie televisiva producida en el Reino Unido de mayor duración, tan solo superada por la longeva "Los Vengadores". El personaje de Simon Templar permitió a Moore desplegar todo su encanto masculino y su capacidad para dotar a sus personajes de una fina ironía y un sarcasmo no exento de cierta indiferencia, cualidades que aprovecharía más tarde para componer su particular versión del carácter de James Bond 007. Atenido a un prototipo que funcionaba a las mil maravillas, Moore ofreció una variante del mismo en otra serie para la pequeña pantalla, "Los Persuasores" (1971), junto a Tony Curtis, en la que ambos encarnaron a un par de millonarios metidos a detectives privados con una notable debilidad por socorrer a bellísimas mujeres en apuros, a las que -por descontado- exigían derecho de pernada a cambio de sus servicios profesionales.
La oferta de Harry Saltzman y Albert R. Broccoli para hacerse cargo del personaje del agente secreto 007 llegó en 1973 con la producción de "Vive y deja morir", la primera de las siete entregas Bond protagonizadas por Roger Moore con innegable éxito, avalado -con toda seguridad- por la imagen que el público se había formado del actor, especialmente gracias a "El Santo". La nueva etapa de James Bond con Moore al timón ofreció sensibles cambios en la idiosincrasia del personaje. Los tiempos habían cambiado, y los primeros años setenta habían asumido los históricos movimientos sociales de la década precedente, los cuales pedían a gritos una revisitación de las costumbres del agente 007 al servicio de Su Majestad Británica. Así, el Bond de Roger Moore es más afable y menos estirado que el que compuso Sean Connery, además de gozar de un saludable sentido del humor del que su antecesor carecía completamente. Y, resultando tal vez la novedad más evidente de la nueva era Bond, su relación con las féminas se había suavizado considerablemente, abandonando en gran parte la carga de prepotencia y machismo imperante en las anteriores producciones. De esta manera, las chicas Bond de Roger Moore pasan a ser compañeras de fatigas profesionales o rivales a su misma altura, en lugar de representar a los sumisos objetos sexuales o las mega-harpías de manual del pasado, destacando particularmente Jane Seymour, Britt Ekland, Barbara Bach o Lois Chiles como las representantes de este nuevo estilo de mujer, acorde con las reivindicaciones que en todos los ámbitos sociales venían haciéndose desde el colectivo femenino.
Las películas Bond de Roger Moore, especialmente a partir de "Moonraker" en 1979, en la que el agente 007 viaja al espacio exterior, se dotaron con elementos fruto de la pasión por la tecnología unida a la paranoia terrorista que se propagó mundialmente con la llegada de los años ochenta. Si en las películas de Connery habíamos visto gadgets de diseño imposible aplicados al mítico Aston Martin conducido por James Bond, e incluso un helicóptero de bolsillo que cabía dentro de una maleta, ahora íbamos a conocer naves espaciales cargadas con toneladas de gas letal listo para matar a millones de personas o dispositivos preparados para provocar un gigantesco terremoto en California y eliminar la competencia que para la industria soviética significan los microchips fabricados en Silicon Valley.
De entre los personajes secundarios que se prodigaron por los cortos producidos por Walter Lantz en la década de los cuarenta, destaca esta morsa de aspecto humano a la que se conoce con el nombre de Wally Walrus (en el doblaje castellano, "Pablo Morsa"). Apareció por primera vez en "The Beach Nut" (1944), junto a la estrella indiscutible de la casa, Woody Woodpecker, y pronto se constató que el pobre Wally había nacido para ser el blanco de las iras, las bromas, los timos y, en general, toda la picaresca que define al más popular de los pájaros carpinteros.
En seguida, Walrus se convirtió en un elemento más del background de los dibujos animados de Woody, adoptando las características necesarias para permitir a este desplegar su repertorio de gags. Así, Wally Walrus fue el mayordomo que intenta impedir que unos hambrientos Woody Woodpecker y Andy Panda acaben con todos los platos del opíparo banquete de la casa aristocrática en la que sirve en "Banqued Busters" (1948); El anfitrión del diplomático por el que Woody se hace pasar en "The Dippy Diplomat" (1945), o el casero al que Woody impide conciliar el sueño en "Smoked Hams"(1947). En todos estos y otros muchos cartoons, Walrus sirve tanto para un barrido como para un fregado, demostrando tal versatilidad que pronto pasó a ser el saco de golpes de otra de las estrellas animadas de Lantz, Chilly Willy, el pingüino friolero, en algunos de sus cortos. Walrus tuvo el honor de ser el primer y principal antagonista de Woody Woodpecker hasta 1948, cuando fue reemplazado por Buzz Buzzard, un buitre con aspecto y maneras de gangster, aunque continuó apareciendo en los comics que se editaban con las aventuras de los personajes de la casa y, ocasionalmente, como invitado en algunos programas a partir de 1960, como el especial de Halloween "Spook-a-Nanny".
Un curioso rasgo de Wally Walrus son sus colmillos de morsa, asomando a veces bajo su espeso bigote y siendo inexistentes en otras, y pareciendo más largos o más cortos, o enteros o quebrados, dependiendo de la ocasión. Esta condición camaleónica, típica de los carácteres secundarios en la historia de la animación, fue compartida por otros ilustres second banana -incluso bajo el mismo techo de la Walter Lantz Productions- como Smedley, el perro esquimal torturado hasta la saciedad por el ya mencionado Chilly Willy. Es obligado, por cierto, citar a los importantes actores que cedieron su voz a Wally Walrus, en primer lugar Hans Conried, imitando un fuerte acento sueco y, más tarde, William Demarest, que imprimió a la voz de Walrus el típico soniquete de los neoyorquinos.

Tal vez fuera este el motivo por el que los cimientos de Rooney, considerado todo un playboy de las noches hollywoodenses, comenzaran a resquebrajarse. No estaba acostumbrado a recibir negativas de las jóvenes a las que hipnotizaba con su publicitado encanto, y los desplantes de Ava Gardner se habían convertido en todo un reto, en una muralla a derribar. Rooney, que salía con muchachas por docenas, exhibiéndose con todas ellas en los locales nocturnos de la ciudad, abandonó su habitual promiscuidad para centrar sus esfuerzos en la caza y captura de Ava. Le enviaba docenas de ramos de rosas rojas y orquídeas que se acumulaban en el pequeño apartamento alquilado de la avenida Franklyn que compartían las hermanas Gardner, y se presentaba cada mañana en la puerta del edificio para acompañarla a los estudios en su automóvil. Esta circunstancia, por cierto, duró poco, al intentar Rooney propasarse en el asiento trasero.
Gardner, por su parte, comenzó a verse presionada por los estudios para aceptar las ofertas de Rooney para salir a bailar o a tomar una copa, ya que consideraban que podía ser positivo para el despegue de su carrera. Tímidamente al principio, Ava consintió en dejarse ver con él, frecuentando los clubs más populares de Hollywood. Lo que comenzó siendo una estrategia publicitaria acabó siendo un auténtico romance cuando Rooney desplegó todo su encanto, adquirido después de muchos años de acoso y derribo de jóvenes starlettes. En ese período, Ava Gardner conoció y se relacionó con todas las grandes estrellas de Hollywood, terreno vedado para las aspirantes a actriz en el elitista mundillo de la Meca del Cine. Al mismo tiempo, comenzó a encontrarle el gusto a la vida nocturna y a los restaurantes caros, mientras que aceptaba -aguijoneada por su ambiciosa hermana Bappie- los lujosos regalos que Rooney le hacía constantemente. Así, en los mentideros de Hollywood, aquella apocada jovencita sureña comenzó a ser considerada seriamente como la más firme candidata para llegar a ser la señora Rooney.



2- GEORGE LAZENBY:
De hecho, Lazenby lo tenía todo a su favor: un rostro anguloso esculpido en piedra, unos modales elegantes y distinguidos, y un impresionante y atlético cuerpo que recordaba enormemente al de su famosísimo antecesor. Su imagen, asimismo, era bien conocida por el gran público a nivel internacional después de haber sido el vaquero protagonista de una de las campañas publicitarias de la marca de cigarrillos Marlboro. Lazenby, que cobraba cifras astronómicas -en libras esterlinas- por su trabajo como modelo, no pudo rechazar la suculenta oferta económica que Saltzman y Broccoli pusieron a su disposición, convirtiéndose en el nuevo James Bond en la que iba a ser la siguiente película de la serie: "007 al servicio secreto de Su Majestad".


De la imaginación del novelista británico Ian Fleming nació, en 1950, uno de los más estimulantes arquetipos literarios del siglo XX, James Bond, el agente 007 del Servicio Secreto de Su Majestad Británica que se convertiría, algunos años más tarde, en uno de los mayores mitos cinematográficos de la historia del Séptimo Arte. Fleming, que publicó doce famosísimas entregas noveladas de las aventuras de su excitante personaje, murió en 1964 sin llegar a conocer la edición de la última de ellas, "El hombre de la pistola de oro", publicada póstumamente en 1965. Las novelas de Fleming dotaron a la literatura "de espías" -género que tuvo su precedente en la novela negra de Mickey Spillane y Dashiell Hammett en los años treinta- de una mayor calidad y entidad narrativas, aportando un grado de sofisticación desconocido hasta entonces al presentar el personaje de James Bond como un refinado sibarita maestro en los menesteres gastronómicos y amatorios. Bond, cuya capacidad para la acción parece ser ilimitada, podría ser considerado hoy en día un auténtico cretino machista, autosuficiente, prepotente y vanidoso, pero cuyas características más intrínsecas fascinaron a una audiencia a la que le faltaban, todavía, varias décadas para conocer y aplicar el concepto de corrección política. James Bond, asimismo, incorporaba a su novedoso y peculiar estilo unas inagotables y generosas dosis de testosterona nunca antes derrochadas con semejante holgura. De esta manera, el agente secreto 007 se convirtió en un mito erótico que mantiene su actualidad y su potente atracción como el primer día gracias a las constantes revisitaciones que el cine viene haciendo de sus avatares desde su inicial incursión fílmica en 1962 con "Agente 007 contra el Dr. No", protagonizada por el primer y, sin duda, más famoso actor que encarnaría a Bond, el escocés Sean Connery, pionero en una lista que alcanza ya la suma de seis distintos intérpretes. Todos, a pesar de que han mantenido los trazos esenciales del personaje, han aportado muy distintos puntos de vista de su carácter, haciéndose, pues, imprescindible la revisitación de cada uno de ellos para llegar a establecer el retrato completo del mito y ofrecer así una panorámica nada sesgada de su auténtica y, en realidad, compleja personalidad:


