5- Pierce Brosnan: Cuando Timothy Dalton terminó su controvertida etapa como el cuarto intérprete que había personificado a James Bond en la gran pantalla, el que sería su sustituto no era del todo ajeno al papel. De hecho, Dalton obtuvo su oportunidad en la saga de los productores Saltzman y Broccoli gracias a que, en 1982, Pierce Brosnan se hallaba en pleno rodaje -y en cotas de absoluta popularidad- de la serie televisiva para consumo familiar "Remington Steele". Brosnan, así pues, se vio obligado por contrato a rechazar la golosa oferta de los productores de la serie Bond para encarnar al agente 007, y no fue hasta su liberación del contrato que le unía a la serie -emitida con gran éxito por la NBC hasta 1987- cuando pudo ponerse al servicio de Su Majestad Británica en cuatro producciones que, una vez más, volvieron a adaptar las características del personaje a los parámetros específicos del nuevo actor que iba a encarnarlo, tanto en el aspecto interpretativo como en el físico.
Un físico, por cierto, objecto de deseo universal desde su primera aparición en una serie que, si bien respondía a las expectativas de entretenimiento de masas propias de la televisión de los años ochenta, no podía decirse que basara su excelente aceptación popular en la calidad extraordinaria de sus guiones o en sus valores técnicos o artísticos, sino que utilizaba -y de manera descarada- el carisma de su protagonista y su impresionante estampa para venderse como el pan caliente en infinidad de canales en todo el mundo. Brosnan, de esta manera, pasó de ser el muchacho irlandés extrovertido y ambicioso que abandonó sus estudios para aprender interpretación en el London Drama Center a convertirse en uno de los rostros más mediáticos de los años ochenta. Junto a la actriz Stephanie Zimbalist cosechó un rotundo éxito durante los 94 episodios de "Remington Steele" rodados y emitidos a lo largo de cinco años y anticipando el triunfo de otra producción de corte similar que se estrenaría poco después, "Luz de Luna", en la que también se mezclaban de manera desenfadada elementos propios de las narraciones clásicas detectivescas con un poco -o mucho- de inconsistencia romántica.
Brosnan consiguió transmitir, ya en su primera película como James Bond, "Goldeneye" (1995), una nueva dimensión del personaje que el público internacional aplaudió con entusiasmo después de la tibia acogida dedicada a Timothy Dalton quien -pese a que sus películas Bond fueron tremendos taquillazos- no consiguió aportar al personaje las trazas canallas ni las dosis suficientes de testosterona que la audiencia reclamaba, posiblemente lastrado por su condición de actor "serio" especializado en dramas shakesperianos y en literatura inglesa del siglo XIX, y pese a ser infinitamente más elegante y cool que su antecesor, Roger Moore.
Así, Brosnan recuperó para la creación de Ian Fleming la tradición de los agentes secretos al uso -fríos, analíticos, sibaritas y sexualmente insaciables- que habían hecho las delicias de las plateas y anfiteatros desde los primeros años de la Guerra Fría. "El mañana nunca muere" (1997), "El mundo nunca es suficiente" (1999), y "Muere otro día" (2002) completaron el currículum del actor como intérprete Bond, pasando desde entonces a ser una figura recurrente en toda clase de producciones que han cosechado mayor o menor fortuna, pero casi siempre dentro de los parámetros del cine para consumo masivo de las majors de Hollywood. Hoy, gordo y feliz, Brosnan vive en Malibu Beach modificando espectacularmente su volumen físico para cada nuevo rodaje, siendo el último su colaboración -todavía no estrenada- con Roman Polanski en "The Ghost", después de su exitosa incursión en el cine musical junto a Meryl Streep en "Mamma Mia".
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