En abril de 2006 visité a Amparo en su casa de Barcelona, un precioso ático en la parte alta con una magnífica vista sobre la ciudad, para realizar una entrevista y una sesión de fotos. La misma Amparo me abrió la puerta, acompañada de su perrita, "Ceporra", animal de curioso santo para su exclusivo pedigrí. Pasamos a una estancia emmoquetada en la que destacaban estampadas alfombras, prácticamente unas encima de las otras, y sobre las que reposaban mullidos divanes: "Esto fue cosa de Alfredo, que era muy afrancesado -me dijo- y, como buen catalán, le encantaba la comodidad". Alfredo Matas falleció en 1996, dejando a su viuda al frente de su productora, Jet Films S.A., y de la fundación que lleva su nombre, dedicada a ayudar a jóvenes creadores en cualquier campo referente a la cinematografía. Amparo, en cuanto nos sentamos, encendió un cigarrillo. No sería remarcable sino fuera porque, casi al instante de apagar este, encendió otro: "Fumo desde los catorce años, y ya no estoy para dejarlo. Ni toso, ni me quedo afónica". Entre risas, me dijo que debe estar ya cubierta de nicotina: "Tengo una edad que vivo para mañana mismo, y las cosas que me gustan no pretendo dejarlas ¿Para qué? me quedan unos pocos años, con suerte, y eso no me amarga para nada. Tiene que llegar, un día u otro". Toda una filosofía de la vida de la que Amparo me ofreció buenas muestras a lo largo de la tarde que compartimos.
Amparo Soler Leal nació en Madrid en 1933. Sus padres fueron Milagros Leal, una de las grandes cómicas características de la escena y el cine españoles, y Salvador Soler Mari, actor de gran popularidad en los años treinta por haber sido el galán de Imperio Argentina en la exitosa "La Hermana San Sulpicio", entre otros recordados papeles. Sus progenitores, buenos conocedores de las miserias que conlleva la dedicación a los escenarios, no querían que su hija fuera actriz: "A mi madre, que era muy religiosa, le dio por llevarme a colegios de monjas, y me insistía en que estudiara una carrera. Creo que esa determinación suya fue la que más influyó en mi decisión de ser actriz, porque ya sabes que, cuando uno es joven, lo que más nos gusta es llevar la contraria". Así, Amparo debutó en el Teatro de la Comedia de Madrid, en temporada de verano, en la compañía de sus padres, donde poco después fue "descubierta" por Luís Escobar, director de la compañía titular del Teatro María Guerrero: "Con Luís en el María Guerrero hice mi meritoriaje ¡Quién nos iba a decir que, muchos años después, interpretaríamos juntos tres películas!". Fue en ese mismo momento cuando Amparo debuta en el cine -gracias a la influencia de su madre- con un pequeño papel en "Puebla de las Mujeres", protagonizada por Rubén Rojo y Marujita Díaz. El papel, apenas existente, no le permitió destacar como ella hubiese deseado, situación que se repitió en su segunda incursión fílmica, "Así es Madrid". Después de estas decepciones, Amparo se vuelca en el teatro, formando compañía en el Windsor de Barcelona con Adolfo Marsillach, con quien se casa en 1954 y con quien no conseguirá tener una relación estable y equilibrada, acabando por separarse en 1959. Ya por entonces, Amparo vive con la que será su pareja definitiva, el productor Alfredo Matas, con quien no podrá casarse hasta diecinueve años después cuando ambos obtienen sus respectivos divorcios.La pareja Matas-Soler Leal conoce a Luís García Berlanga y inician una fructífera relación profesional que dará algunas de las mejores películas de toda la historia del cine de este país. La primera de ellas, "Plácido" (1961), inauguró la recientemente creada productora de Alfredo y Amparo, la ya mencionada Jet Films: "La película significó poder trabajar de la manera en que más nos gustaba hacerlo, escogiendo el guión y los actores, todo bajo la dirección de Luís García Berlanga, que nos parecía un talento excepcional".Al año siguiente, Pedro Masó le ofreció el papel de la esforzada madre de "La Gran Familia", uno de los títulos míticos del cine español en el que compartía la cabecera de cartel con Alberto Closas, José Luís López Vázquez y Pepe Isbert: "No me gustó hacerla, porque aunque al principio me pareció un buen guión, luego vi que el personaje requería una actriz bastante mayor que yo. Y, al ofrecerme repetir personaje en la segunda parte, me negué, porque, en la película, iba a ser abuela. Yo tenía solamente treinta años, aunque aparentaba más gracias al vestuario, el maquillaje y el peinado, pero aquello ya me pareció demasiado". El disgusto de Masó ante la negativa de Soler Leal motivó un enfado que duró, según cuenta Amparo, más de una década: "Tuvo que matarme, matar mi personaje, porque no se atrevió a buscarme una sustituta".
Después de su participación en la excelente "Amador", de Francisco Regueiro y junto a Maurice Ronet, Amparo Soler Leal protagonizó una de las más deliciosas comedias cinematográficas de la década de los sesenta, "Las que tienen que servir", recreación de la exitosa obra de Alfonso Paso dirigida por José María Forqué. El cartel se completaba con nombres como Concha Velasco, Alfredo Landa, Manolo Gómez Bur, Laura Valenzuela, José Sazatornil y Margot Cottens, y narraba en clave absolutamente humorística la vida de los americanos que vivían en la base militar que los EUA ocupaban en Torrejón de Ardoz y de los españoles que trabajaban para ellos. Para no desmerecer de la tónica habitual, la película es considerada, hoy en día, una muestra más del vilipendiado landismo, cuando en realidad se trata de una cuidada producción de José Luís Dibildos magníficamente interpretada por el excelente reparto antes mencionado, y que plasma de manera excepcional los muy diferentes puntos de vista que marcaban las relaciones España-EUA en aquellos años en los que el régimen franquista había comenzado una importante apertura internacional: "José María Forqué era un gran director de comedia -opina Amparo- pero cuando quería meterse en profundidades dramáticas, ya no me gustaba tanto. Aquí estuvo en su ambiente y lo demostró con una realización acertadísima. Creo que es una película que hay que saber situar en el momento en el que se hizo".Soler Leal trabaja mucho en televisión al principio de los sesenta, en series como "Tres eran tres" de Jaime de Armiñán o "Las doce caras de Eva", y también en "Estudio 1" y "Los Libros" en la adaptación de diferentes obras teatrales: "Antes, cuando era joven, me gustaba hacer televisión, porque creo que le llegaba a la gente de otra manera. Hoy no me gusta, prefiero el teatro o el cine, lo siento, pero es así". Amparo trabajó con Luís Buñuel, en 1972, haciendo un pequeño papel en "El discreto encanto de la burguesía", protagonizada por Fernando Rey: "Gracias a Fernando conocí a Buñuel. Supongo que le caí muy bien, porque enseguida me ofreció el papel que, finalmente y por exigencia del productor francés, acabó haciendo Bulle Ogier. Luís, entonces, me ofreció hacer aquel fantasmita que aparece por ahí, a lo que yo, por supuesto, dije que sí. Pasé una semana con Alfredo en París rodando con Buñuel, alojándonos en su mismo hotel en Montmartre y haciendo una buena amistad". Soler Leal recuerda a Buñuel como un hombre brillantísimo, dueño de un humor "absolutamente trágico y sutil, diferente al de Berlanga, que era más barroco, más valenciano". La actriz destaca que Buñuel fue uno de los primeros directores que utilizaba monitores para seguir el rodaje desde la habitación de al lado, avanzándose a técnicas que llegarían más tarde y que se han impuesto hoy en día.
"Mi hija Hildegart" es otro de los puntales en la carrera fílmica de la actriz: "Fue un personaje muy difícil de hacer, esa madre que es capaz de matar a su propia hija argumentando esas razones tan obsesivas. Sí, es seguramente el papel más duro que he hecho". La película esperó muchos años a poder hacerse, dada la negativa de la censura de aprobar el guión tal como estaba: "Yo tenía previsto poder hacer la hija, pero como no la hicimos hasta 1977, terminé haciendo la madre". La película fue dirigida por Fernando Fernán Gómez, quien imprimió en ella una pátina oscura, de fealdad, muy adecuada a los tintes macabros de la historia, basada en un famoso caso real.
Amparo vuelve a trabajar con su amigo Luís García Berlanga en "Tamaño Natural" (1974), donde ofrecerá una excelente interpretación de una lesbiana que regenta una boutique de moda y en la que mostrará, cubierto por el tul de una atrevida blusa de Courrèges, su pecho desnudo en unos años en los que cualquier actriz que no quisiera verse con la etiqueta de retrógrada y mojigata se veía obligada a pagar su contribución a los nuevos tiempos que se avecinaban. La trilogía de "La Escopeta Nacional" arrancó en 1978. Amparo recuerda la producción de la película que inició la saga con mucha nostalgia: "Se quiso exponer el momento político que se había vivido en España, y eso se reflejó muy bien en el guión que escribieron Rafael Azcona y Luís García Berlanga. A mi personaje, Chus, la nuera del marqués, le tengo mucho cariño a pesar de que intenté convertirlo en algo muy desagradable. Pero como, en el fondo, era una desgraciada tuerta cuyo marido la despreciaba y se iba con otras, pues te acababa entrando". El retrato tipológico realizado por Berlanga de la alta sociedad que rodeaba al dictador Franco, casi como las antiguas cortes de los monarcas absolutistas, marcó un antes y un después en el cine español. El argumento, ambientado en una cacería en la finca del imaginario marqués de Leguineche (interpretado por Luís Escobar), arremetía sin piedad contra la clase dirigente de los últimos años del franquismo, una casta tocada de muerte que intuía que su final estaba próximo. El humor brillante y corrosivo del guión de Azcona no consigue esconder la crítica acérrima que destila la cinta, que obtuvo un éxito tal que motivó la producción de dos secuelas ("Patrimonio Nacional", en 1981, y "Nacional III", en 1982), películas que, si bien no alcanzaron el clamoroso triunfo de "La Escopeta Nacional", están a su altura en cuanto a preciosista disección de un determinado sector de la sociedad española, ya entonces viviendo los primeros años del post-franquismo.La década de los ochenta llega con excelentes papeles para Amparo Soler Leal: "El crímen de Cuenca", "Los fieles sirvientes", "Bearn", "Las bicicletas son para el verano", "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" o "La vaquilla" seguirán ofreciendo buenas oportunidades a la actriz madrileña de bordar magníficas interpretaciones, algunas veces como protagonista, y en otras, con trabajos de reparto que ella consigue sublimar como solo los grandes saben hacerlo. Hacia el final de la década, sus trabajos para la gran pantalla comienzan a espaciarse y, a pesar de sus reticencias, vuelve a la televisión, medio en el cual desarrollará prácticamente toda su actividad durante los años noventa. Tras la muerte de Alfredo Matas, Amparo se dedica a seguir llevando adelante Jet Films: "No salen buenos papeles para la gente de mi edad -me dijo, casi al final de nuestro encuentro- y los que me ofrecen no me gustan. Prefiero hacer, de tanto en tanto, algo de teatro, que me mantiene en buena forma de cuerpo y de mente".
Esta entrada incluye extractos de la entrevista inédita realizada por el autor a Amparo Soler Leal el 5 de abril de 2006.
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