El triunfo de Wendy Hiller en el cine y el teatro británicos durante las décadas de 1930 y 1940 no fue, en absoluto, gratuito. Unida a sus excepcionales dotes de actriz -que dio muestras continuadas a lo largo de su vida profesional de saber manejarse con la misma destreza tanto en el drama como en la comedia- iba su poco convencional belleza patentizada en un rostro de planos angulosos, pómulos sobresalientes, ojos de mirada penetrante y boca de finos labios y rictus desafiante. Wendy Hiller fue, principalmente, una actriz de teatro de larga y completa carrera que, al parecer, nunca sintió demasiado interés por verse en los títulos de crédito de la gran pantalla, aunque entre los veintiún films en los que participó en un período de sesenta años se encuentran títulos de inolvidable recuerdo que forman parte de un subgénero no tipificado que fusiona, generalmente con extraordinario acierto, las disciplinas artísticas del cine y el teatro.
Nacida en Inglaterra en 1912, Hiller comenzó su andadura escénica a principios de los años treinta, saboreando su primer éxito en 1934 con una gira por el país con la obra "Love in the dole" que la llevó al West End londinense donde, en 1937, se casó con el autor, el dramaturgo Ronald Gow -quince años mayor que ella -con el que se mantendría unida hasta la muerte de este en 1993 y con el que tendría a sus dos hijos. Wendy Hiller, a diferencia de la mayoría de las figuras de la escena de su generación, representó pocos personajes shakespearianos, mostrándose más cercana a las obras de autores modernos como Thomas Hardy, Henry James o George Bernard Shaw. Fue este último, precisamente, quien la eligió para protagonizar varias de sus más conocidas obras, destacando entre todas ellas "Pygmalion", que resultó para la intérprete un enorme éxito personal y que la llevó a ser, asimismo, la Eliza Doolittle de la primera versión filmada que se realizaría de tan popular texto y que dirigiría Anthony Asquith. La película -en la que Leslie Howard, un año antes de rodar "Lo que el viento se llevó", interpretó al profesor Henry Higgins- obtuvo para Hiller la primera nominación al Oscar de la Academia de Hollywood para una intérprete británica. "Major Barbara" (1941), otra obra de Bernard Shaw, fue su siguiente éxito en la gran pantalla junto a Rex Harrison y Robert Morley. Mientras tanto, su carrera teatral iba viento en popa, siendo una de las actrices preferidas por las plateas londinenses y neoyorquinas. Fue en 1947 y en Broadway, precisamente, donde Wendy Hiller estrenó en los escenarios mundiales el papel de Catherine Slope en "La Heredera", basada en la novela de Henry James "Washington Square", personaje que representaría en el West End a su regreso a su país natal en 1950.Su más que reafirmada pasión por los escenarios teatrales le hizo rechazar, sistemáticamente, las muchas ofertas que recibió desde Hollywood a partir de entonces, aceptando solamente los papeles que consideraba interesantes para su carrera y siempre que no interfirieran en su actividad sobre el escenario, mientras que iba realizando en el teatro interpretaciones memorables, como su personificación de Portia en el "Julio César" de William Shakespeare con el Old Vic Theatre o su trabajo en "A Moon for the Misbegotten", adaptación de la obra de Eugene O'Neill que supuso para Wendy Hiller una nominación a los Premios Tony como Mejor Actriz Dramática de 1957. Sin embargo, en 1959, el cine le ofrecería uno de los mayores triunfos de su vida artística al ganar el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por su interpretación en "Mesas Separadas", del realizador Delbert Mann, una visita al universo intimista y desencantado del dramaturgo Terence Rattigan en la que formaba parte de un reparto coral conformado por grandes figuras como Rita Hayworth, Burt Lancaster, David Niven, Deborah Kerr y Gladys Cooper, los cuales ofrecen en esta inspirada producción algunos de los mejores registros de su carrera profesional. Su personaje, la gerente de un apartado hotel en una ciudad costera al sur de Inglaterra que ve como el amor se escapa de su vida al mismo tiempo que su juventud y sus ilusiones, fue interpretado por Wendy Hiller con estremecedora contención en un papel en el que hubiera sido fácil dejarse llevar por el más recurrente patetismo, convirtiéndose así en una más de las tristes figuras que pasan, aisladas y solitarias, una existencia casi póstuma aferradas a sus miedos y a sus más ocultos secretos en el melancólico Hotel Beauregard. Hiller, altiva y, al mismo tiempo, tremendamente humana, se muestra en su papel de Pat Cooper como el firme puntal que sostiene al inestable personaje de su amante, interpretado por un espléndido Burt Lancaster, ya muy lejos del que había sido su registro habitual.En 1966 una nueva nominación al Oscar llegaría por su particpación en "Un hombre para la eternidad", la biografía de Thomas Moore que Fred Zinnemann dirigió con Paul Scofield en el personaje principal. En la década de los sesenta, Hiller acumularía nominaciones a algunos de los més prestigiosos premios cinematográficos internacionales, como la del BAFTA de 1960 por "Sons and Lovers" o la del Golden Globe Award de 1963 por "Toys in the Attic". A pesar de todo ello, Wendy Hiller seguía dedicando sus esfuerzos a su carrera teatral en un período -ya de absoluta madurez- que la hizo interesarse especialmente por la obra del dramaturgo Henryk Ibsen, poniendo en escena piezas clave del autor noruego como "Al despertar de nuestra muerte", "Peer Gynt" o "Espectros".
En 1974, Hiller fue la princesa rusa Dragomiroff, atrapada, junto a un numeroso grupo de curiosos personajes, en el mítico ferrocarril en la adaptación de la archifamosa obra de Agatha Christie "Asesinato en el Orient Express", espléndida recreación de Sidney Lumet plagada de estrellas entre las que destacaron Ingrid Bergman, Sean Connery, Albert Finney y Lauren Bacall. La interpretación de Hiller como la encorsetada y antipática aristócrata la hizo ganarse, una vez más, el reconocimiento de la crítica internacional y obtener el Evening Standard British Film Award a la Mejor Actriz en un difícil personaje que tenía que pronunciar frases como "No puedo reírme, mi médico me lo tiene absolutamente prohibido", mientras mostraba una desconcertante y hierática actitud. Fue en este mismo período de su vida cuando la reina Elizabeth II de Inglaterra la destacó con la Excelentísima Orden del Imperio Británico, siendo ascendida poco después a Dame Commander y pasando a ser, desde entonces, nombrada como Dame Wendy Hiller.
Su personaje en "Asesinato en el Orient Express", junto con los interpretados en "Voyage of the Damned (1976) y "El Hombre Elefante" (1980), puede considerarse el brillante colofón de la carrera cinematográfica de Wendy Hiller, quien tuvo que abandonar toda actividad profesional en 1992 a consecuencia de su delicado estado de salud. Los diez últimos años de su vida los pasó en su retiro en Beaconsfield, donde murió en 2003 a los 90 años de edad.
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